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   Vol. 69/No. 26           11 de julio de 2005  
 
 
Demagogo populista derrota a
‘reformista’ en voto en Irán
Apagada la respuesta de Washington
(portada)
 
POR BRIAN WILLIAMS  
En una victoria contundente el 24 de junio, Mahmoud Ahmadinejad salió electo presidente de Irán en la segunda vuelta de los comicios, derrotando al ex presidente Akbar Hashemi Rafsanjani.

Ahmadinejad, el alcalde de Teherán, no es un “conservador” o un “fundamentalista islámico de línea dura”, según lo ha calificado gran parte de la prensa burguesa. Es un político que usa demagogia al presentarse como un “líder fuerte”, por encima de las clases sociales, y que es capaz de hacer frente a la “élite corrupta”, es decir, una figura bonapartista. En su campaña electoral Ahmadinejad usó retórica populista de la revolución plebeya de 1979 que tumbó al régimen del sha, apoyado por Washington. Se identificó con la indignación de las masas trabajadoras hacia la corrupción burguesa desenfrenada, los privilegios cada vez menos ocultos de la burguesía y de sectores de clase media, y la creciente diferenciación de clase en cuanto a ingresos, riqueza y salud.

Las únicas fuerzas que se sorprendieron con el triunfo electoral de Ahmadinejad fueron los reformadores de clase media que viven en una realidad diferente de la de los trabajadores y campesinos de Irán. Ellos culparon a las “masas sudorosas” por optar por la “reacción”. También quedaron asombrados los políticos capitalistas en los países imperialistas que han apoyado a los “reformistas” en Irán. Los liberales y radicales de clase media en Estados Unidos y otros países quedaron pasmados, reaccionando como si allí también hubiera triunfado una versión iraní de la “agenda de Bush”.

El Tehran Times dijo que el nuevo presidente no estaba “afiliados a ningún partido conocido y hasta se anticipaba que se retiraría antes de la primera vuelta”.

El People’s Weekly World, periódico que refleja la política del Partido Comunista de Estados Unidos, publicó un artículo del un corresponsal del Partido Tudeh (Comunista) de Irán, que calificó la primera vuelta como “elecciones manipuladas [que] obstaculizan el camino de Irán hacia la reforma”. Dijo que Ahmadinejad está aliado a “fuerzas de corte fascista”.

En cambio, la respuesta de Washington y sus aliados ha sido más bien apagada. Aunque las denuncias públicas de funcionarios de la administración Bush fueron muy visibles en los medios noticiosos antes de la segunda vuelta, desde entonces se moderaron. Los gobiernos imperialistas ven que tal vez al recién electo demagogo populista le resultará más fácil llegar a un arreglo acerca del problema nuclear, y a suspender la ayuda a grupos armados en el exterior que apoyan al gobierno iraní. A los opositores de Ahmadinejad entre la burguesía les resultaría más difícil debido a que han perdido todo apoyo popular.

No existen diferencias entre los bandos de Ahmadinejad y de Rafsanjani, ni tampoco del saliente presidente “reformista” Mohamad Jatami, en torno a la energía y las armas nucleares. Los tres apoyan las negociaciones sobre este tema con funcionarios de los gobiernos imperialistas de Alemania, Francia y el Reino Unido, los cuales en colaboración con Washington pretenden impedir que Teherán desarrolle y use la energía nuclear.

Esto se da en momentos en que el derecho a adquirir la energía nuclear se está convirtiendo en una aspiración nacional generalizada en Irán, análoga al sentimiento popular a favor de la nacionalización de la industria petrolera en los años 50.

Ahmadinejad, alcalde de Teherán desde 2003, será el primer presidente de Irán en 24 años que no es una figura religiosa. Ganó 17.2 millones de votos contra los 10 millones a favor de Rafsanjani. Según la televisión estatal iraní concurrió un 60 por ciento de los electores a las urnas.

Al igual que sus predecesores, Ahmadinejad dejó claro que está comprometido a promover el desarrollo capitalista del país, incluida la privatización de las industrias y mayores inversiones extranjeras. Sin embargo, basó su campaña electoral en promesas populistas. Ganó apoyo al prometer que aumentaría los salarios, reduciría los precios y eliminaría la corrupción. Dijo que garantizaría pensiones, seguro médico y beneficios por desempleo a las mujeres, así como préstamos sino intereses a los campesinos.

Al presentarse como un “Robín de los Bosques islámico”, dijo a la prensa que él era el “humilde sirviente y barrendero” de Irán. Todo esto tocó una fibra sensible dado el creciente descontento entre el pueblo trabajador, que hoy día encara una tasa del 15 por ciento de inflación y un índice oficial del 12 por ciento de desempleo. Según un informe de la agencia noticiosa AP, el desempleo en realidad supera el 30 por ciento. Un 40 por ciento de los iraníes viven por debajo del nivel oficial de pobreza. Esto hace que crezca la brecha entre el nivel de vida y las condiciones de trabajo del pueblo trabajador, por un lado, y de los profesionistas de clase media y la burguesía, por el otro.

Ahmadinejad usó retórica que se refería a las aspiraciones populares que surgieron de la revolución de 1979. En esa época, él participó en el movimiento estudiantil que tomó la embajada norteamericano y la expuso como guarida de espías de la CIA. Ante la ausencia de una dirección obrera revolucionaria, muchas de las conquistas que las masas trabajadores ganaron con esa rebelión popular fueron erosionadas y borradas por la dirección burguesa que asumió el mando desde 1979.

Rafsanjani hizo campaña destacando su historial como presidente entre 1989 y 1997. Orientó su campaña más hacia los sectores acomodados, y se describió como uno de los “reformistas” originales. En una concentración pública celebrada el 21 de junio en la Universidad de Teherán, dijo ante unos 4 mil estudiantes, “Creo que yo fui el principal promotor de las reformas, y el gobierno de Jatami dio más pasos. Sí debe continuar”.

Desde la óptica de expresar su disposición a reparar las relaciones con las potencias imperialistas, su campaña organizó a grupos de jóvenes partidarios que distribuyeron calcomanías de la campaña en inglés, no en idioma farsi.

“Algunos informes han explicado que el triunfo de Ahmadinejad fue una reacción populista contra el clericalismo corrupto del señor Rafsanjani”, señaló el Wall Street Journal en un editorial el 28 de junio. Si bien la corrupción es inherente a todos los gobiernos capitalistas, Ahmadinejad, al denunciar la sordidez de los “reformistas” y otros políticos capitalistas vestidos —en mantos cada vez más elegantes— con ropaje clerical, ganó votos, sobre todo en comparación con Rafsanjani, quien para muchos encarnaba el statu quo.

Ante la falta de una alternativa obrera en Irán, el deseo del pueblo trabajador de lograr la justicia social y de nivelar la distribución de ingresos se vio desviado hacia un voto a favor de una figura bonapartista.  
 
 
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