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   Vol. 69/No. 40           October 17, 2005  
 
 
Atentados muestran desintegración
del yihadismo islámico
 
POR MARTÍN KOPPEL  
El atentado del 1 de octubre en Bali, Indonesia, así como los del 7 y 21 de julio en Londres, son indicios de la desintegración continua de Al Qaeda y otros grupos que forman parte de lo que a veces se denomina el islamismo o yihadismo islámico.

Esta descomposición se ha acelerado desde los atentados en Nueva York del 11 de septiembre de 2001. Las consecuencias de estos ataques representaron un golpe mortal contra estos grupos y les presentó a los gobernantes estadounidenses y a sus aliados imperialistas la mayor oportunidad en muchos años para intensificar su “guerra antiterrorista” dentro y fuera del país.

A medida que Washington y otros gobiernos imperialistas han aprendido de cada ataque, y aniquilando a Al Qaeda, esta organización ha tenido que depender más y más de grupos poco eficaces que surgieron en los propios países atacados.

Al Qaeda y otros grupos islamistas dicen que su meta es derrocar a gobiernos “apóstatas” y establecer “estados islámicos”. Para estos grupos, los gobernantes de Arabia Saudita son “infieles” que controlan y profanan los sitios sagrados del islam.

Osama bin Laden, el dirigente de Al Qaeda proveniente de una familia capitalista en Arabia Saudita, viajó a Afganistán en los años 80 para unirse a la guerrilla armada por Washington que luchaba contra la invasión soviética de ese país . Según se informa, él preparó una lista de combatientes islamistas de los cuales reclutó a los cuadros iniciales de Al Qaeda.

La política burocrática del régimen respaldado por Moscú en Afganistán, así como la ocupación brutal por el ejército soviético en 1979-89, causó que muchos se aliaran a los grupos contrarrevolucionarios apoyados por los latifundistas, los cuales abogaban por una “guerra santa” contra los “comunistas ateos.” Con la caída en 1992 del régimen de Najibulá, respaldado por Moscú, los Talibanes surgieron como la principal fuerza entre estos ejércitos guerrilleros contrarrevolucionarios. Financiados secretamente por el gobierno pakistaní, los Talibanes capturaron Kabul e impusieron su régimen en septiembre de 1996.

El gobierno de los Talibanes le brindó refugio a Bin Laden y una base para sus operaciones. Luego, las fuerzas que conformaron Al Qaeda buscaron ampliar sus operaciones con la esperanza que su éxito en Afganistán podría repetirse en otros lugares. Con esa meta reclutaron a combatientes para las guerras en Bosnia, Chechenia y Cachemira, entre otros.

Sin embargo, el ataque contra las Torres Gemelas y el Pentágono en 2001 representó un desfogue sensacional del yihadismo, no un punto álgido. Esa corriente ha estado decayendo durante las últimas dos décadas. Su debilitamiento se da en el contexto del agotamiento político de las corrientes nacionalistas burguesas en el Medio Oriente y otras partes del mundo.  
 
Declive del nacionalismo burgués
Después de la Segunda Guerra Mundial, dirigencias nacionalistas burguesas encabezaron diversas luchas antiimperialistas y democráticas en el Medio Oriente, desde Egipto hasta Irán. Estas corrientes predominaban porque los Partidos Comunistas estalinizados—la principal fuerza política en el movimientos obrero— habían traicionado los intereses del pueblo trabajador y de los oprimidos en su lucha contra la opresión imperialista y la explotación capitalista.

Los avances antiimperialistas que se lograron, tal como la nacionalización de la riqueza petrolera, impulsaron el desarrollo capitalista, la diferenciación de clases y la consolidación de las burguesías nacionales. Después de los años 60, el desprestigio de los estalinistas y el agotamiento histórico de los nacionalistas burgueses —que habían sustituido el papel de una dirección revolucionaria en la región—crearon un vacío que permitió el crecimiento temporal del islamismo.

Los yihadistas islámicos lograron cierto apoyo de masas al adoptar una retórica combativa y a veces antiimperialista. Su mayor influencia se dio a fines de los 70, lo cual se vio con la toma de la Gran Mezquita en Meca en noviembre de 1979 por centenares de rebeldes islamistas, quienes culparon a la familia real saudita de alejarse de las enseñanzas del Corán. El levantamiento fue aplastado violentamente. En 1981 un grupo islamista asesinó al presidente egipcio Anwar Sadat.

Sin embargo, durante las siguientes dos décadas los grupos islámicos fueron decayendo. Estas corrientes procapitalistas, al igual que los nacionalistas burgueses, se han mostrado incapaces de ofrecer liderazgo a las luchas antiimperialistas.

Después de la Guerra del Golfo de 1991, Al Qaeda se atribuyó varios ataques armados en Arabia Saudita, tal como el camión-bomba que estalló en 1996 en la base militar de Jobar, matando a 19 soldados estadounidenses y provocando mayores tensiones entre Washington y la familia real. Una de las metas del grupo era de provocar una ruptura en las relaciones entre Washington y el régimen saudita, situación que entonces se podría usar para incitar a una rebelión contra la monarquía.

Eso también era uno de los objetivos de los atentados del 11 de septiembre, en los cuales 15 de los 19 secuestradores era sauditas.  
 
9-S: desfogue de Al Qaeda
Pero ocurrió lo contrario. Días después del atentado contra las Torres Gemelas, a solicitud del gobierno saudita, que temía represalias contra sus ciudadanos, Washington regresó a decenas de sauditas a su país.

En el 2003 el gobierno norteamericano retiró a la mayoría de sus 5 mil tropas de Arabia Saudita a otros países en la región. Y Washington ha logrado que el gobierno saudita reprima Al Qaeda y otros grupos yihadistas que gozaban de una base de apoyo en ese país, incluso entre una sección de la familia real.

Bajo la “guerra mundial contra el terrorismo,” Washington y otras potencias imperialistas han dado pasos para transformar sus respectivas fuerzas armadas y crear una fuerza más eficaz y ágil que pueda librar las guerras que los imperialistas saben que van a tener que llevar a cabo. Esto incluye medidas a nivel nacional para ampliar el espionaje policial y operaciones de interferencia así como legitimar el creciente uso de las fuerzas militares “contraterroristas” dentro de Estados Unidos.

De esta forma el gobierno estadounidense y sus aliados se han dedicado a destruir Al Qaeda y redes afines en el mundo. Desde la invasión dirigida por Washington contra Afganistán e Iraq, han logrado la colaboración de gobiernos en el Medio Oriente y Asia central y del sur para ayudar a desbaratar estos grupos: todo bajo la amenaza de que “o están de nuestro lado o sufrirán las consecuencias”.

Los ataques dirigidos por grupos como Al Qaeda han continuado, desde los atentados en los trenes de Madrid hasta el atentado del 1 de octubre en Bali, atribuido a Yemá Islamiya, un grupo asociado a Al Qaeda. Pero cada vez son menos eficaces y tienen menos fuerza destructora.

Poco después de los atentados del 7 de julio, en los cuales murieron 56 personas en el sistema de subterráneos y autobuses de Londres, la policía arrestó a cuatro ciudadanos británicos. Dos semanas después, otro atentado falló y la policía arrestó a varios individuos más, todos residentes del Reino Unido.

En Iraq la agrupación de Al Qaeda, encabezada por Abu Musab al-Zarqawi de Jordania, ha desatado una campaña mortífera contra chiítas. Esto incluye la explosión de un carro-bomba el 14 de septiembre en Bagdad que mató a más de 100 jornaleros.

La evolución política de estas corrientes tiene ciertos paralelos con las Brigadas Rojas, la banda Baader-Meinhof, el Ejército Negro de Liberación, el Weather Underground y otros grupos antiobreros que existieron en los años 60 y 70. Estos radicales pequeñoburgueses, que llevaban a cabo una política ultraizquierdista de “lucha armada”, se volvieron más y más al culto nihilista de la violencia y la glorificación de la matonería, demostrando ciertas similitudes con los anarquistas de la década de 1870 que, bajo la dirección de Miguel Bakunin, intentaron desbaratar la Asociación Internacional de los Trabajadores dirigida por Carlos Marx y Federico Engels.

El carácter reaccionario de grupos como Al Qaeda y su aislamiento político se pusieron de relieve a principios del año cuando cientos de trabajadores de la electricidad se tomaron las calles de Bagdad en marzo. Los trabajadores protestaron contra grupos antigubernamentales que habían realizado ataques dinamiteros contra centrales eléctricas en los cuales habían muerto decenas de sus compañeros de trabajo.  
 
 
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