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   Vol. 70/No. 4           January 30, 2006  
 
 
Imperialismo, maldición de áfrica
(editorial)
 
Mientras que Washington y otras potencias imperialistas andan a la arrebatiña en pos de la tajada más grande posible de la riqueza petrolera de áfrica, los medios de prensa capitalistas escriben innumerables artículos en los que menosprecian la pobreza en países ricos en petróleo como Nigeria, Chad y Guinea Ecuatorial. Acompañados de grupos liberales, alegan —como en un reciente artículo en el New York Times— que una “maldición de petróleo” es lo que ha “condenado a los países africanos ricos en petróleo, en diamantes y oro a una corrupción cada vez más profunda y a conflictos violentos”. ¿Su solución? Presionar a los países africanos para que reporten cómo emplean sus ingresos por petróleo.

Un ejemplo indignante de tal conducta imperial han sido las recientes medidas impuestas por el Banco Mundial contra Chad. Para conceder un préstamo, el banco había exigido que Chad depositara sus ingresos por petróleo en una cuenta bancaria en Londres, que aceptara gastar una cantidad equis en “reducción de la pobreza” y que sometiera su presupuesto a la aprobación de un “comité supervisor” apuntalado por los imperialistas. Cuando el gobierno de Chad se resistió a esta violación de su soberanía, el Banco Mundial congeló su cuenta petrolera.

Pedir que los gobiernos imperialistas y empresas como la ExxonMobil impongan “transparencia” y “buena gobernabilidad” es como pedirle a la zorra que cuide del gallinero. El objetivo es desviar la atención de las principales fuentes de saqueo en el mundo: Washington, Londres, París y las demás potencias imperialistas.

¿Qué pasa con la riqueza masiva procedente de los pozos petroleros, de las minas de diamantes, de los bosques de maderas finas y de las plantaciones de cacao de áfrica? Chad, por ejemplo, recibe apenas el 12.5 por ciento de los ingresos de su oleoducto: la ExxonMobil y los demás monopolios imperialistas se llevan la parte del león.

La llamada maldición del petróleo es un mito interesado. Se puede resumir así: las naciones africanas “no saben administrar” demasiado petróleo, ni ninguna otra riqueza, por lo que se necesita que los gobiernos imperialistas intervengan y les digan a esos países cómo manejar sus economías: cediendo sus recursos naturales a los monopolios energéticos y manteniéndose esclavizados al capital financiero.

La corrupción no es la fuente de la pobreza, sino un síntoma de algo más fundamental: el sistema de dominación imperialista y explotación capitalista. El chantaje, la extorsión y la violencia son un aspecto normal del capitalismo. Solo las potencias imperialistas llevan a cabo su piratería a una escala tan masiva que aprueban leyes calificándola como legal, y después las hacen cumplir mediante la fuerza militar.

Washington avanza hoy con miras a expandir su dominio en áfrica y aventajar a sus competidores, especialmente en la rica zona petrolera de áfrica occidental y del golfo de Guinea. Un 15 por ciento de las importaciones petroleras estadounidenses vienen de áfrica, cifra que podría llegar al 25 por ciento en una década. Por eso es que Washington está acentuando su presencia militar allí: desde la “Iniciativa Contraterrorista del Trans-Sahel” en áfrica occidental a la base militar estadounidense planeada en São Tomé y Príncipe.

Es el imperialismo, no el petróleo, la maldición que enfrentan los pueblos de áfrica. Los trabajadores de todo el mundo debemos exigir que Washington y las demás potencias imperialistas saquen a todas sus tropas de áfrica, anulen la deuda externa y cesen todas las sanciones económicas contra los países africanos.
 
 
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