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   Vol. 70/No. 31           21 de agosoto de 2006  
 
 
Independentista boricua Rafael Cancel Miranda:
‘Echado por Batista, abrazado por
revolucionarios cubanos’
(especial)

LA HABANA—A continuación reproducimos una entrevista al independentista puertorriqueño Rafael Cancel Miranda que apareció en la edición del 21 de julio del diario cubano Granma. Cancel Miranda es uno de los cinco miembros del Partido Nacionalista de Puerto Rico que estuvieron presos un cuarto de siglo en cárceles norteamericanas tras sus protestas armadas en Washington contra el dominio colonial, incluida una en 1954 en el Capitolio. Liberado en 1979 gracias a una campaña internacional de defensa, sigue siendo un destacado dirigente del movimiento independentista.

En una ceremonia realizada en La Habana el 7 de julio, Cancel Miranda fue condecorado con la Orden José Martí, el mayor honor otorgado por el gobierno de Cuba a dirigentes que no son cubanos. El evento se celebró en la Misión de Puerto Rico en La Habana, la sede diplomática del movimiento independentista.

Al condecorarlo, Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, dijo que era “en cumplimiento de un deber, porque también has sido infatigable defensor de nuestro país, desde Puerto Rico y desde las prisiones. Nos has acompañado siempre y Cuba acompañará siempre a los luchadores puertorriqueños que siguen combatiendo”.

Alarcón agregó, “Aunque Puerto Rico hoy sea una colonia, para nosotros es y será siempre una nación latinoamericana y caribeña, que algún día alcanzará el ejercicio pleno de su soberanía y se constituirá en un estado independiente”. Al evento asistieron casi 100 independentistas boricuas, que visitaban a Cuba por el 40 aniversario de la inauguración de la misión de Puerto Rico en La Habana.

Las palabras entre corchetes son del Militante.

—Mary-Alice Waters
 

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POR ORLANDO ORAMAS LEÓN  
Fui por una historia y me llevé dos, nada extraño cuando mi entrevistado es Rafael Cancel Miranda, el patriota boricua y emblema del independentismo.

Nos pusimos de acuerdo para hablar sobre sus anécdotas cubanas, porque vivió en Cuba y aquí le sorprendió el golpe de Estado de 1952 [del dictador Fulgencio Batista, apoyado por Washington].

“Yo estudiaba el bachillerato en Puerto Rico cuando rehusé cumplir el servicio militar de Estados Unidos. Fui condenado a dos años y un día y enviado a una prisión de Tallahasse, Florida, donde estuve desde 1949 hasta 1951. No pude tener rebaja, pues le jalé unos piñazos a un policía abusador. Salí de 20 años y al llegar a Puerto Rico los yankis me quieren encarcelar por lo mismo. La familia y los amigos decidimos que viniera a Cuba.”

El joven Cancel Miranda aterrizó en Santiago de Cuba con otra identidad, Rafael Rodríguez, el segundo apellido de su padre, corajudo líder nacionalista. Eran los días del desgobierno de Carlos Prío Socarrás, algo que el boricua conoció de primera mano.

“Me vine en guagua para La Habana. A través del hijo de[l líder independentista puertorriqueño Pedro] Albizu Campos me consiguen alojamiento en la Caja de Resarcimiento, que estaba en la calle Obispo. La dirigía Aracelio Azcuy, un politiquero de aquellos días. Era el tiempo de las botellas y los garroteros. Allí llegó una botella a nombre de Lázaro Babot, que nunca fue a recoger. Le digo a Azcuy, ‘dámelo que lo voy a trabajar’. Así empecé en Obras Públicas, dando pico y pala en las calles.”

Para entonces le llamaban Lázaro el santiaguero, por su deje tan parecido al de los orientales cubanos y que él explica por el constante intercambio entre la porción oriental de la Mayor de las Antillas y su isla, de la que “son descendientes [los dirigentes cubanos] José Ramón Balaguer y Pedro Ross”.

Cancel Miranda quiso resistir el golpe de estado del 10 de marzo de 1952.

“Había mucha pobreza en Cuba. Conmigo trabajaba el negro Saturnino y me dice: ‘Yo veo que tú nada más comes pan con guineo’ (plátano). La cosa está dura, dígole, y cuando supo que vivía agregado en la Caja de Resarcimiento me ofrece que vaya a su casa, que allí podría ‘habilitar un cuartico’. Y voy allá y lo que había era una necesidad extrema, le digo, gracias mi hermano, por compartir la pobreza conmigo. De ahí en adelante la mamá, en la cantinita del almuerzo que le preparaba a Saturnino, me enviaba un pisito con guineíto frito y otras cosas. Fue un gesto que nunca olvido.”

Otra botella, esta sin nombre, lo llevó a trabajar en la construcción del túnel de la calle Línea, que comunica las dos orillas del río Almendares. Allí devolvió la solidaridad a los cubanos contra “el gringo explotador y prepotente”:

“La Raymond Concrete Pipe Co. tenía a su cargo la construcción del túnel. Me inicié dando pico y pala, luego armador de tuberías y después responsable de una cuadrilla de 12 ó 15 hombres. Estuve como ocho meses e hice buenos amigos. Recuerdo que los garroteros le quitaban parte del salario a los trabajadores. Allí hubo varias muertes por accidentes, pero aquellas vidas importaban poco a los del negocio. Hasta el día en que el supervisor gringo, un tal Smith, grandote, empezó a insultar a los cubanitos en inglés, pero ellos no entendían. Ya yo había estado preso en la Florida y controlaba bastante el idioma. Le mandé para atrás todas las palabrotas al americano, y también otras que me sabía de la prisión. Hasta ahí me duró el trabajo.”

Por esa época ocurren los sucesos del 10 de marzo de 1952. “Nos acostamos con Prío y nos levantamos con Batista”, recuerda Cancel que decían en aquellos días. El puertorriqueño quiso incluso enfrentar con las armas el golpe de Estado, pero…

“Azcuy, aquel politiquero vocinglero de la Caja de Resarcimiento, me pedía que hiciera campaña por él, que le escribiera los discursos, pero yo le decía que no, porque Puerto Rico tenía muchos amigos en Cuba y no me quería involucrar en aquellos cambalaches. Cuando lo de Batista me le cuelo en la oficina, porque Azcuy tenía muchas armas cortas, y le digo ‘ahora sí’. Pero tuve la desgracia de que me fui a ofrecer a la persona equivocada, pues se acobardó. Si me empato con Fidel otra hubiera sido la historia y hasta hubiera estado en el [ataque al cuartel] Moncada” [por Fidel Castro y otros revolucionarios del 26 de julio de 1953].  
 
Expulsado por Batista
“En el 50 hubo una insurrección nacionalista en Puerto Rico, en la que participó mi padre, quien luego cayó preso. Desde entonces, el FBI me estaba buscando y en 1951 publico en un periódico habanero un artículo rememorando, en el primer aniversario, aquel alzamiento. La embajada yanki se enteró y le reclamó al gobierno de Prío Socarras por mí y otro puertorriqueño, Reynaldo Trilla, pero aquí se hicieron los desentendidos. Nosotros respondimos que no teníamos que ir a la embajada, porque no era la nuestra. Después del golpe la policía batistiana nos arrestó. Me metieron en Tiscornia, donde recluían a los extranjeros. A Trilla y a mí nos expulsaron en agosto del 52. Fíjate que honor, expulsado por Batista y luego abrazado por Fidel.”

¿Cómo se enteró del triunfo revolucionario de enero del 59?

“Después del asalto al Capitolio, ejecutado en 1954, junto a Lolita Lebrón, Andrés Figueroa e Irvin Flores, a mí me mandaron a la prisión de Alcatraz. Allí no entraban ni periódicos de California, pero sí circulaba la revista Carteles, no recuerdo por qué. En uno de sus números tuve la primera información de que algo había sucedido en Cuba, pero no le hice mucho caso, como antes era el quítate tú para ponerme yo, y lo menos que estaba era el pueblo. Así que no sabía realmente lo que estaba sucediendo.”

Para 1960, Cancel Miranda había sido trasladado a la cárcel de Leavenworth, en Kansas. Atrás quedaba Alcatraz, donde entró de 24 años y salió con 30. En su nuevo encierro, una foto de un periódico local, le hace recordar una de sus historias cubanas, para aquilatar que en aquel país estaba ocurriendo una verdadera revolución.

“Cuando yo estaba en Cuba, había conocido a una jovencita que vendía rosquillas en un timbiriche en El Prado. Yo trabajaba en el túnel y mientras esperaba la guagua siempre conversaba con aquella linda cubanita. Yo le decía ‘tú eres como una flor en un pantano’, porque en esa zona la prostitución era tremenda, y ella era bien decentita. Y en la prisión de Leavenworth, en una página de un periódico de Kansas, veo en una foto a un grupo de milicianos con fusiles en torno a la embajada de Estados Unidos en La Habana. Y uno de aquellos milicianos era aquella muchacha, con su rifle, y me digo: Si ella está allí entonces aquello debe ser bueno, y si los marines, que antes consideraban a todas las cubanas como prostitutas, se lanzan, seguro que los sacan a tiro limpio.”

Son muchas las vivencias de Rafael Cancel Miranda en Cuba, que recién le condecoró con la Orden José Martí. Entre sus preferidas esta:

“Cuando volví, tras salir de la prisión, una pionerita cubana me puso su pañoleta. Años después la volví a encontrar. Esa niña era Adriana, la esposa de Gerardo [Hernández], uno de los Cinco cubanos presos en Estados Unidos”.  
 
 
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