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   Vol. 70/No. 47           11 de diciembre de 2006  
 
 
¡Carcel para los policías que mataron a Sean Bell!
(editoriál)
 

Los cinco policías que dispararon 50 tiros, matando a Sean Bell e hiriendo gravemente a Joseph Guzmán y Trent Benefield en Jamaica, Nueva York, deben ser enjuiciados inmediatamente y encarcelados por sus acciones criminales. Una masiva concurrencia para la manifestación del 6 de diciembre en Manhattan y otras acciones públicas de ese tipo pueden ayudar a lograr esta demanda de justicia.

Los medios de difusión y los políticos capitalistas están empeñados en desviar toda movilización callejera y convencernos de que dependamos de los políticos demócratas y republicanos y sus tribunales.

El alcalde Michael Bloomberg insiste en que se trata de un “caso aislado”. Que el problema es que los policías “no siguieron los reglamentos”. Que algunos de los policías eran negros y por tanto la balacera no fue de carácter racista. La versión de la policía pretende convertir a la víctima en criminal, alegando que Sean Bell trató de atropellar a los policías y que éstos dispararon por “pánico”. Ahora los voceros capitalistas piden la renuncia del comisionado de policía Raymond Kelly y de los cinco policías asesinos, o “mejor entrenamiento de la policía”, o aguardar una “investigación justa”.

Todo esto tiene un solo propósito; encubrir el verdadero problema.

No se trata de mejorar el entrenamiento de la policía o de hacer valer los procedimientos. Este no fue un incidente aislado. La muerte de Bell, así como la de Amadou Diallo en 1999, de Patrick Dorismond en 2000 y de Timothy Stansbury en 2004, se enmarcan en un patrón de violencia y racismo policiacos en Nueva York. Y también a nivel nacional, como se demostró el 21 de noviembre con la muerte a manos de la policía de una mujer negra de 88 años, Kathryn Johnston, en su casa en Atlanta.

Todos estos son ejemplos de cómo la policía actúa como juez, jurado y verdugo en barrios obreros, especialmente barrios negros y latinos. Su propósito es “servir y proteger” a los ricos y mantener a raya a los trabajadores. Dondequiera que trabajadores salgan en huelga, la policía está ahí para defender los intereses de los patrones y arrestar o atacar a los trabajadores.

El hecho que algunos de los policías que mataron a Bell eran afroamericanos no cambia nada. Un policía es un policía. La realidad es que los tres jóvenes que recibieron los 50 balazos eran negro: ese es el patrón racista de violencia policíaca que muchos trabajadores conocen en carne y hueso.

Todo el sistema capitalista de “justicia”—policías, cortes, cárceles y leyes—está diseñado para proteger el poder y la propiedad de una pequeña minoría de multimillonarios contra los trabajadores y agricultores. Esa realidad contrasta con el ejemplo de Cuba, donde los trabajadores y campesinos hicieron una revolución, tomaron el poder político y derrocaron el dominio capitalista, poniendo fin a la brutalidad policíaca que le acompaña.

Los trabajadores necesitamos organizarnos independientemente del gobierno y de los partidos de los patrones —los demócratas y republicanos— y depender de nuestras propias movilizaciones y las mayores organizaciones de la clase trabajadora, los sindicatos, para defender los intereses de la gran mayoría.

¡Castigo y cárcel para los policías asesinos! ¡Todos a la manifestación del 6 de diciembre!
 
 
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