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Vol. 71/No. 20      21 de mayo de 2007

 
Protestas de 1° de Mayo
muestran que clase obrera en
EE.UU. está más fuerte
(portada, análisis)
 
POR MARTÍN KOPPEL  
El 1 de Mayo casi 400 mil personas se lanzaron a las calles en ciudades y pueblos de todo Estados Unidos para exigir la residencia legal para los inmigrantes indocumentados. Protestaron contra las crecientes redadas y deportaciones por agentes de la migra.

La amplitud geográfica, el tamaño y la composición proletaria de estas protestas fueron una muestra de cómo la integración de millones de inmigrantes a las filas obreras en Estados Unidos, especialmente los de México y Centroamérica, ha reforzado y politizado a la clase trabajadora.

En estas manifestaciones incidió el impacto del Primero de Mayo de 2006, cuando 2 millones se movilizaron por la legalización de todos los inmigrantes, y muchos se ausentaron del trabajo: la primera huelga política nacional en la historia de Estados Unidos.

Sin embargo, la prensa capitalista le restó importancia a las marchas de este año. Un típico encabezado afirmaba: “Mítines por derechos de inmigrantes más reducidos que el año pasado”.

Pero, ¿cuál es la noticia más importante de lo que pasó el Primero de Mayo del 2007? Por segundo año consecutivo, grandes números de trabajadores salieron a las calles a nivel nacional. Se realizaron eventos en por lo menos 95 ciudades y pueblos en 30 estados.

Una protesta de miles de camioneros, en su mayoría mexicanos o centroamericanos, redujo en un 50 por ciento el tráfico en los puertos de Long Beach y Los Angeles, el mayor complejo portuario del país. Otros miles de trabajadores por todo el país se ausentaron de sus puestos.

La prensa capitalista y los organizadores de los mítines dicen que las acciones fueron más pequeñas que las del año pasado ya que “el temor a las redadas hizo que muchos inmigrantes ilegales no salieran”, como aseveró la Prensa Asociada.

Sin embargo, las protestas contra las redadas y deportaciones fueron un tema central de las manifestaciones de este año. En algunos casos, las redadas en fábricas y comunidades obreras provocaron aún más indignación. En Chicago, por ejemplo, la redada que efectuaron agentes fuertemente armados del FBI y la ICE el 25 de abril, en La Villita, un barrio predominantemente mexicano, provocó mucha indignación entre los trabajadores. A raíz de esto, más trabajadores asistieron a la marcha del Primero de Mayo de lo que habían proyectado los organizadores y la prensa.

Las redadas, hechas con mucha publicidad, sí intimidaron a algunos inmigrantes, lo cual era su objetivo. La ICE informó que en el año fiscal 2006 deportó a más de 186 mil personas, 10 por ciento más que el año anterior.

Pero el temor a las redadas no fue la razón principal de por qué 390 mil personas participaron en los actos del 1 de mayo comparado con 2 millones en 2006.

La magnitud de las movilizaciones obreras del año pasado tomó de sorpresa a los gobernantes capitalistas norteamericanos. Desde entonces, se han empeñado en revertir la creciente confianza y combatividad de los trabajadores nacidos en el extranjero, desde las operaciones policíacas más agresivas a los intentos de canalizar las protestas hacia la dependencia de los políticos capitalistas y sus instituciones.

En mayo de 2006, los políticos demócratas y sus partidarios no lograron impedir una movilización masiva por los derechos de los inmigrantes, precipitada por la profunda indignación ante la aprobación de la propuesta de ley Sensenbrenner por la Cámara de Representantes, que habría convertido un crimen grave vivir en Estados Unidos sin los documentos requeridos. Entonces los burgueses liberales se subieron al tren. Participaron en las marchas del Primero de Mayo para tratar de diluir su combatividad y sus objetivos.

Este año, los liberales trataron de desmovilizar la lucha argumentando que la situación ha cambiado desde el año pasado. El movimiento “ha madurado” y debe pasar de protestas callejeras al cabildeo en el Congreso. Debemos depositar nuestra confianza en la nueva mayoría demócrata en el Congreso para que promulgue una ley favorable, insistieron. No marchen el 1 de mayo, acudan a su congresista, fue el consejo que sacerdotes, políticos y otros “amigos” dieron a los trabajadores.

Fuerzas importantes de diversas organizaciones pro derechos de inmigrantes siguieron esa línea pro-demócrata. Rehusaron organizar manifestaciones o limitaron los planes para protestas públicas. Algunos argumentaron que la prioridad debe ser apoyar el proyecto bipartidista de ley Flake-Gutiérrez, presentada falsamente como avance hacia la legalización de los trabajadores indocumentados. Por lo tanto, señaló un artículo de la Prensa Asociada, esto llevó “a un esfuerzo coordinado de muchos grupos para enfocarse en campañas de ciudadanía y de inscripción de electores en vez de movilizaciones callejeras”.

A pesar de estos esfuerzos, grandes números de trabajadores sí salieron a la calle el Primero de Mayo. Esto es producto del profundo impacto que ha tenido la incorporación de millones de trabajadores a la clase trabajadora, lo cual ha ayudado a quebrar divisiones en el seno de la clase, reforzar la solidaridad y ampliar los horizontes culturales del pueblo trabajador en su conjunto.

Los trabajadores inmigrantes han ayudado a reconquistar el Primero de Mayo como celebración obrera en Estados Unidos. El fortalecimiento de la clase trabajadora a largo plazo se evidenciará en los actos del Primero de Mayo de los años futuros y en las luchas actuales contra las deportaciones y por la legalización de todos los trabajadores.
 
 
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