Vol. 71/No. 22      4 de junio de 2007

Araceli, quien pidió se le identificara solamente por su primer nombre, le dijo al Militante que ella vino para demandar justicia. “No solo para mí sino para todos los que fueron heridos el Primero de Mayo”. Explicó como fue atropellada cuando intentaba encontrar a su hijo entre la multitud. “La policía comenzó a empujar a la gente y todos corrían. Fue ahí cuando me caí”. Con dos meses de embarazo tuvo que ir al hospital esa noche porque la caída le provocó un aborto.

Oscar, quien pidió que no usáramos su apellido, marchó con un cartel que decía: “Venimos por una reforma migratoria. No venimos a pelear ni a ser insultados por las autoridades”. Como muchos en la protesta él no apoya la propuesta de ley de inmigración que está ante el Senado estadounidense. “Tiene tantas condiciones —aprender inglés, miles de dólares de multas— que no ayudará a la mayoría de la gente”, dijo. “Ni siquiera se puede vivir del salario mínimo. ¿Cómo va a poder pagar 5 mil dólares?”

El alcalde Antonio Villaraigosa y el vocero de la Asamblea Estatal Fabian Núñez buscaron apaciguar con su participación en la marcha de hoy la ira pública causada por el ataque brutal a los manifestantes.

El Jefe de Policía William Bratton y decenas de policías en bicicleta esperaban la llegada de los manifestantes al parque.

“Estamos aprendiendo una lección sobre el verdadero papel de la policía”, dijo Gerardo, un miembro del Comité de Trabajadores en Resistencia quien pidió no se usara su apellido. “Son parte del estado y su tarea es controlar a la clase trabajadora. El 6 de marzo, ICE entró a la fábrica Michael Bianco en New Bedford, Massachussets, y agarró a los trabajadores [ver artículo en esta página]. El 1 de mayo la policía de Los Angeles atacó nuestra protesta. Esto es exactamente lo que la clase dominante quiera que hagan”.

Arlene Rubinstein contribuyó a este artículo.