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Vol. 74/No. 6      15 de febrero de 2010

 
La historia no contada de
lucha de negros por la tierra
(especial)
 
A continuación publicamos la cuarta parte de una serie de extractos que el Militante está publicando del último libro de Pathfinder Malcolm X, la liberación de los negros y el camino al poder obrero por Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores. Instamos a nuestros lectores a que compren, lean y discutan el libro. Este extracto es del capítulo titulado “Jim Crow, la bandera de batalla de la Confederación y la lucha por la tierra”, la cual es parte de una charla dada por Barnes en una conferencia socialista en 2001.

Los trabajadores comunistas debemos tomar en serio la historia de luchas actuales de los agricultores que son negros. Necesitamos reconocer el papel que ocupan en una continuidad que se remonta a la Guerra Civil y la Reconstrucción Radical en Estado Unidos —la Segunda Revolución Norteamericana— y a las posteriores décadas de reacción en el campo, los pueblos y las ciudades de todo el Sur.

Muchos de estos agricultores están luchando para poder seguir cultivando la tierra que sus parientes han cultivado durante generaciones. Para que una familia negra en el Sur de Estados Unidos haya retenido la tierra por tanto tiempo, significa que generaciones anteriores resistieron y sobrevivieron el terror de turbas linchadoras por parte de jinetes nocturnos organizados que promovían la supremacía blanca. Ese terror continuó y en muchos casos se aceleró tras la derrota de la Reconstrucción Radical posterior a la Guerra Civil. Esto se asemejó más a la violencia fascista en amplia escala, y por un tiempo prolongado, que cualquier otro fenómeno jamás visto en este país.

En la década después de la derrota de la esclavocracia en 1865, la ascendente burguesía industrial del Norte —que ahora restablecía sus lazos con poderosos intereses terratenientes y comerciales así como intereses manufactureros emergentes por todo el Sur— resolvió de una vez por todas que no tenía la menor intención de satisfacer las aspiraciones de los esclavos liberados a favor de una reforma agraria radical, la cual se expresaba en la consigna popular de “40 acres y una mula”. Primero que nada, dicha medida habría privado a estos explotadores de una fuente barata de trabajadores desempleados. Más aún, la burguesía temía, con razón, que una alianza de agricultores libres, negros y blancos, junto con la creciente clase obrera industrial en las ciudades, podría significar un serio desafío a la explotación intensificada en la ciudad y el campo, tanto en el Sur como en el Norte.

En 1877 los gobernantes norteamericanos retiraron las tropas federales de los estados de la antigua Confederación. Estos soldados habían sido la fuerza armada de último recurso que separaba a los trabajadores negros emancipados, por un lado, de las bandas de reaccionarios fuertemente armados, por el otro. En las últimas décadas del siglo XIX y bien entrado el siglo XX, generaciones sucesivas de organizaciones como los Caballeros de la Camelia Blanca, la Liga Blanca, el Ku Klux Klan, los Consejos de Ciudadanos Blancos y muchos grupos más —con nombre, anónimos o con nombre nuevo— llevaron a cabo un implacable reino de terror contra la población negra en el Sur.

Esta violencia sistemática les ayudó a los capitalistas a someter a los trabajadores que eran negros a condiciones prácticamente de peonaje como aparceros y arrendatarios y permitió la imposición del sistema Jim Crow de segregación racial, codificado en leyes estatales en un estado sureño tras otro. Estas bandas también se organizaron en todo el Sur para doblegar a cualquier trabajador o agricultor con conciencia de clase que no fuera negro —“nigger lovers” (“ama-niches”)— e impedir que se juntara con trabajadores que eran negros en luchas comunes por la tierra, educación pública, tarifas ferrocarrileras y créditos baratos, derechos sindicales o cualquier otra cosa que beneficiara los intereses de los oprimidos y explotados….

Al trabajar junto con agricultores que luchan por permanecer en la tierra, debemos conocer esta historia: nuestra historia. La tierra no es simplemente una forma de ganarse la vida. Tampoco es simplemente un símbolo. La actual resistencia es a menudo un eslabón en las batallas que se remontan más de un siglo y cuarto atrás. Junto con las luchas de trabajadores y del movimiento obrero, estas recias batallas que libraron generaciones de granjeros ayudaron a frenar algunas de las consecuencias más reaccionarias de la derrota de la Reconstrucción Radical que habrían echado atrás —mucho más de lo que lo sucedió— las luchas del pueblo trabajador en Estados Unidos. Y contribuyeron a hacer posible una nueva ola de luchas, décadas más tarde, que para fines de los años 60 tumbaron el sistema de segregación Jim Crow.

Las batallas por la libertad de los negros en condados rurales, pueblos pequeños y ciudades por todo el Sur, a su vez, ayudaron a transformar las posibilidades para los trabajadores y agricultores por todo este país y en otras partes del mundo que son objetos de los ataques de Washington. Entre otras cosas, las conquistas de este movimiento de masas con base proletaria allanaron el camino para una lucha común y reivindicaciones comunes junto a los pequeños agricultores en Estados Unidos hoy día, como parte de una alianza de trabajadores y agricultores para resistir la trayectoria de la clase capitalista impelida por las ganancias. Ese movimiento atrajo, politizó e infundió de valor a varias generaciones de jóvenes que brindarían la energía para las luchas contra la guerra de Vietnam, contra la discriminación en todos los empleos del gobierno y en las fuerzas armadas, por la defensa y extensión de las libertades civiles y los derechos civiles, para la emancipación de la mujer y para la radicalización política que le acompañó.  
 
 
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