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Vol. 74/No. 11      22 de marzo de 2010

 
Feria del libro visita
las provincias de Cuba
Mesas redondas hablan de la Revolución
Cubana y estrategia comunista
(especial)
 
POR JONATHAN SILBERMAN
Y OMARI MUSA
 
MATANZAS, Cuba —Después de la presentación aquí el 27 de febrero de la nueva impresión del libro Nuestra historia aún se está escribiendo: La historia de tres generales cubano-chinos en la Revolución Cubana, los participantes se apresuraron a comprar libros y pedir autógrafos de los autores.

Publicada por Editora Política, la casa editorial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, la edición cubana del libro incluye todo el material publicado en la edición original en inglés y español por la editorial Pathfinder en 2005. Una traducción al chino fue publicada en China en 2008. La edición cubana fue lanzada en una presentación el 17 de febrero en la Feria Internacional del Libro de La Habana.

Al concluir el festival cultural de 10 días en La Habana, la feria del libro se convierte en un evento nacional, que viaja a cada una de las capitales provinciales de Cuba. La feria en Matanzas, una ciudad a 60 millas al este de La Habana, tuvo lugar del 24 al 28 de febrero.

Los invitados que participaron en las presentaciones recibieron la bienvenida de funcionarios provinciales de Matanzas: Dulce María López, directora de cultura; Fidel Alpízar, director del Instituto Cubano del Libro; Yanel Poyato, responsable del programa cultural de la feria del libro; y Nelson González y Róger Almeida, presidente y vicepresidente de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC). La Asociación de Combatientes es una organización voluntaria de cerca de 300 mil cubanos que han participado en la lucha revolucionaria, en misiones internacionalistas, en brigadas de cooperación médica en otros países o que han servido muchos años en las fuerzas armadas.  
 
Plan cubano del libro
La edición de Editora Política de Nuestra historia aún se está escribiendo fue publicada en el marco del Plan Especial del Instituto Cubano del Libro (ICL). Este plan fue lanzado en los años 90 durante lo que se conoce aquí como el Período Especial, la profunda crisis económica y social en la cual la producción se contrajo fuertemente tras el colapso repentino del comercio y de los acuerdos de ayuda con la ex Unión Soviética.

Con fondos del Ministerio de Cultura, el plan hace posible tiradas de libros más grandes que las normales. Las casas editoriales presentan propuestas a un consejo de representantes de cada editorial afiliada al ICL, y este decide cuáles obras serán incluidas en el programa ese año. Los precios están muy subsidiados para poner los libros al alcance del pueblo cubano de manera amplia y se venden en cada una de las 15 localidades de la feria del libro.

Iraida Aguirrechu, editora de la edición cubana, moderó las presentaciones en La Habana y en Matanzas. En la presentación, frente a un público de 80 personas que colmaron el centro de la ACRC en Matanzas, Aguirrechu habló con orgullo de la calidad del libro, de las fotografías, del glosario y de las notas, así como del índice temático, algo poco visto en los libros publicados en Cuba. “Tiene una tirada de 5 mil ejemplares, y se venderá por solo 15 pesos”, anunció.

En el panel de oradores en ambas presentaciones participaron los generales Armando Choy y Gustavo Chui, dos de los autores, y Mary-Alice Waters, editora de la edición de Pathfinder. El tercer autor, el general Moisés Sío Wong, murió el 11 de febrero, poco antes del lanzamiento del libro, en el que había planeado participar. Aguirrechu señaló que Sío Wong, quien nació y se crió en lo que ahora es la provincia de Matanzas, estaba especialmente entusiasmado de hablar en la presentación aquí.

“Hoy todos estamos conscientes de que Sío Wong no está aquí con nosotros”, dijo Mary-Alice Waters en sus palabras iniciales. “Pero realmente es un día para celebrar, porque este libro es un gran homenaje a él. A través de esta obra, su legado como combatiente revolucionario ejemplar se transmite a nuevas y futuras generaciones de internacionalistas proletarios en Cuba y por todo el mundo”.

“Se hace difícil presentar este libro sin él”, observó Gustavo Chui, “ya que por mucho tiempo hemos estado en la misma lucha. Los tres participamos en la lucha clandestina en contra de la dictadura de Batista. Los tres nos incorporamos al Ejército Rebelde. Y los tres hemos sido internacionalistas”, incluso como combatientes en Angola en la guerra para derrotar la invasión del ejército sudafricano del apartheid.

Este tema fue retomado por Armando Choy. En los últimos meses de la guerra revolucionaria de 1956-58, dijo, “tuve la gran suerte de estar en el pelotón que se unió al destacamento de vanguardia al que pertenecía Moisés”. Ambos pelotones fueron parte de la Columna 8, dirigida por Ernesto Che Guevara.

Choy dijo que él y Sío Wong participaron juntos en las batallas que llevaron a la toma de Fomento, el pueblo en la región central de Cuba donde nació Choy, en lo que era entonces la provincia de Las Villas. “Tomamos 142 prisioneros y casi 200 armas”, recordó Choy.

Durante la batalla, Sío Wong se subió al campanario de la iglesia para poder apuntar mejor contra el ejército de la dictadura, que había ocupado el edificio más alto de Fomento, el Teatro de Varona. “Bromeé con él después, diciéndole que era un sacrilegio, y se rió. Así era él, un gran compañero”.

Choy habló del trabajo de Sío Wong en la clandestinidad en La Habana y de cuánto lo estimaba Che Guevara. Sío Wong “no era un oficial sino un soldado en el destacamento de vanguardia en todo el transcurso de la guerra”, dijo Choy. Luego del triunfo de 1959, Che lo promovió para que encabezara una compañía, con el rango de primer teniente.

Choy hizo un recuento de las diferentes tareas que tuvo Sío Wong, desde la defensa antiaérea, de la que fue su primer jefe, hasta la fundación de la policía militar. También fue especialista en logística, incluyendo en Angola donde organizó el enorme esfuerzo para suministrar a decenas de miles de soldados cubanos, y fue presidente del Instituto Nacional de Reservas Estatales, un puesto de nivel ministerial.

“Se destacó en todas las responsabilidades que asumió”, dijo Choy. “Es un ejemplo digno para nuestra juventud”.

Luego de las presentaciones sobre Nuestra historia aún se está escribiendo hubo una animada discusión. Moisés Velásquez González habló sobre su trabajo en la misma columna en la que estuvieron Choy y Sío Wong, y más tarde como maestro al lado de Nelson González, dirigente local de los Combatientes, en la escuela de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, donde Choy había estudiado.  
 
Otras presentaciones
La actividad fue la tercera de una serie de presentaciones esa mañana en la feria del libro en Matanzas. La primera fue la presentación de Estrellas en la frente: Comunicaciones, electrónica e informática, 1959-2008, de Omar Pérez Salomón.

El título se tomó de una metáfora del héroe nacional cubano, José Martí. Lo que es importante no es “la suma de armas en la mano, sino … el número de estrellas en la frente”, escribió Martí. El autor del libro, también de Matanzas, es un ingeniero de telecomunicaciones que ha trabajado para las fuerzas armadas de Cuba y el Ministerio de Comunicaciones, y que participó en la misión en Angola.

Esta segunda edición del libro, publicado por primera vez en 2003 por Editora Política, narra la historia de la expropiación revolucionaria del sector de telecomunicaciones, llevada a cabo durante varios meses en 1959 y 1960, así como el desarrollo y el uso de los medios de prensa y la lucha contra la guerra económica que por 50 años Washington ha librado contra Cuba. Pérez explica la batalla que Cuba continúa librando actualmente para tener acceso a la Internet a precios económicos.  
 
La última lucha de Lenin
La segunda presentación fue sobre la edición de 2010 de La última lucha de Lenin: Discursos y escritos, 1922-23, publicada por la editorial Pathfinder. El libro narra la lucha de Lenin durante los últimos 12 meses de su vida política, para mantener el curso proletario revolucionario de los bolcheviques frente a la creciente influencia de un estrato burocrático que se venía extendiendo.

Los oradores fueron Edith González, decana del Departamento de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Matanzas, y la presidenta de Pathfinder, Mary-Alice Waters.

Al presentar a González, Waters explicó que el libro fue publicado porque hoy día lo necesitan “aquellos en todas partes del mundo que están decididos a poner fin a las relaciones sociales explotadoras, opresivas y cada vez más destructivas del capitalismo”. A medida que el capitalismo entra en su más profunda crisis económica “desde las décadas que abarcaron la primera y segunda guerra imperialista mundial”, señaló, “las cuestiones en pugna en el movimiento proletario comunista a principios de los años 20 cobran peso enorme en determinar las posibilidades de que la clase trabajadora de todos los países avance por su línea de marcha histórica hacia la conquista del poder”.

González fue una de los cuatro catedráticos de la Universidad de Matanzas que colectivamente ayudaron a preparar la primera edición de La última lucha de Lenin a mediados de la década de 1990, comparando las traducciones al español existentes con los textos originales de Lenin en ruso. Diosmedes Otero, organizador del grupo de traductores, participó en la mesa redonda en la feria del libro de La Habana 10 días antes. Idalmis Izquierdo, quien también trabajó en la traducción al español, estuvo presente en ambas reuniones. (Ver los artículos sobre la actividad en La Habana en la edición del 8 de marzo de 2010 del Militante.)

Waters conoció en 1993 a algunos de los profesores de la Universidad de Matanzas, que antes se llamaba Instituto Agro-Industrial. Un año antes ella había participado en una conferencia de bibliotecarios en la ciudad oriental de Holguín, en la que una bibliotecaria de Matanzas animó a los representantes de Pathfinder a que hicieran una visita posteriormente. Subsecuentemente, Waters y dos de sus colaboradores fueron invitados a una conferencia estudiantil sobre ciencias sociales en la Universidad de Matanzas. Fue en esa ocasión cuando conocieron a Otero y a otros miembros de la facultad y así nació la colaboración para la traducción al español de La última lucha de Lenin.

Riéndose, González comenzó su presentación, señalando que la mayoría de los asistentes la conocían no como decana de la universidad, sino como la hija de uno de sus miembros, un trabajador combativo que había tomado parte en el movimiento revolucionario clandestino en Matanzas. González expresó su satisfacción de compartir una vez más con representantes de Pathfinder con quienes había trabajado hace 15 años en la producción del texto en español de La última lucha de Lenin.

“Estábamos capacitados para la tarea, primero porque estábamos familiarizados con los temas y conocíamos el ruso por haber estudiado en la Unión Soviética”, dijo González, quien estudió en Kazajistán de 1980 a 1985. Con orgullo explicó cómo los traductores trabajaron, de manera individual y colectiva, para asegurar la precisión del producto final.

“Las traducciones al español con las que empezamos eran en general buenas”, dijo, “pero contenían interpretaciones incorrectas.

“No era solo que las traducciones no eran siempre precisas”, dijo González. “No daban realmente el sentido de lo que Lenin quería decir”, y dio varios ejemplos.

Uno fue la traducción de un artículo de Lenin de marzo de 1923, “Es preferible menos pero mejor”. “Llevamos cinco años de ajetreo tratando de mejorar nuestro aparato estatal”, escribió Lenin. “Pero ha sido un simple ajetreo…”. El propuso que se organizara a los trabajadores más avanzados y a otros en los que se podía confiar, en un curso hacia “una república realmente digna de llamarse soviética y socialista”.

Esto incluía recortar el personal de un organismo del gobierno soviético conocido como la Inspección Obrera y Campesina, de 1 200 a entre 300 y 400. “Es necesario atenerse a la norma: Es mejor menos pero mejor”, escribió Lenin. Es necesario atenerse a la norma: es mejor esperar dos o tres años que hacer las cosas a la carrera, sin ninguna esperanza de obtener un sólido material humano”.

Esta trayectoria proletaria, explicó González, había sido distorsionada completamente en la traducción al español existente, que citaba a Lenin diciendo “más vale poco y bueno” en lugar de “es preferible menos pero mejor”.

“Cuando nos emprendimos en este proyecto”, señaló González, “no sabíamos la magnitud del trabajo. Hoy podemos ver, 15 años más tarde, lo importante que fue”.

Tomando la palabra desde el público, Idalmis Izquierdo recordó las condiciones a mediados de la década de 1990 cuando estaban involucrados en este trabajo, una época de apagones y carestías extremas, y describió las largas noches y madrugadas en las que se llevó a cabo —todos tenían otros trabajos— “¡y también teníamos niños pequeños!”

Pero lo que surgió, dijo Izquierdo, fue “un arma para la lucha, un libro que presenta cuestiones claves en la construcción del socialismo”. Y puso como ejemplos la cuestión nacional, la importancia decisiva de elevar el nivel cultural de los trabajadores y los campesinos, el desarrollo de las fuerzas de producción, la ampliación del Comité Central para fortalecer su carácter proletario y los esfuerzos de Lenin para evitar una escisión en el Partido Comunista.

Tras la presentación del libro en la feria del libro en La Habana, Izquierdo había relatado lo esencial que es el material en La última lucha de Lenin para sus estudiantes de historia en la prisión de Matanzas.

También tomó la palabra desde el público Justino Baró, uno de los miembros de la Asociación de Combatientes que, como estudiante activista, habían participado en la clandestinidad revolucionaria en Matanzas. “Lo que es especialmente sorprendente”, dijo Baró, “es lo vigente de estas cuestiones hoy día. Lo que está en juego es si la revolución va a continuar avanzando hacia el socialismo o si va a echar marcha atrás y ser derrotada”.  
 
Cuarta presentación en dos semanas
La presentación en Matanzas fue la cuarta en dos semanas en Cuba, después de la presentación en la feria del libro en La Habana, y otra en la universidad tecnológica CUJAE en La Habana (ver la edición de la semana pasada del Militante con un informe sobre esta presentación).

La tercera se hizo el 22 de febrero en la Universidad de La Habana, organizada por la Facultad de Filosofía e Historia. En ella participaron 40 personas, entre estudiantes y profesores, a pesar de las lluvias torrenciales y las inundaciones que causaron que la mayoría de las clases fueran canceladas ese día. Parafraseando un poema de Bertolt Brecht, escrito como tributo a Lenin, el profesor de filosofía Carlos Delgado dijo que había libros buenos y había libros muy buenos, pero que algunos libros, como La última lucha de Lenin, eran imprescindibles. Delgado instó a todos los presentes a que lo leyeran.

Estudiantes y profesores compraron 59 ejemplares del libro, así como muchos otros títulos de Pathfinder. Hasta el momento se han vendido o donado a bibliotecas y otras instituciones de Cuba más de 400 ejemplares de La última lucha de Lenin desde la apertura de la feria del libro el 11 de febrero.

Róger Calero y Mary-Alice Waters contribuyeron a este artículo.  
 
 
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