El Militante (logo)  

Vol. 74/No. 35      20 de septiembre de 2010

 
Malcolm X, relevante
para luchadores de hoy
Estudiar sus discursos ayuda a
responder a los que diluyen su mensaje
(especial)
 
A continuación presentamos un extracto de Malcolm X, la liberación de los negros, y el camino al poder obrero, un libro de Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores. El extracto es del capítulo “Malcolm X: dirigente revolucionario de la clase obrera”, una presentación que hizo Barnes en una reunión en Atlanta en marzo de 1987. Los subtítulos son del Militante. Copyright © 2009 Pathfinder Press. Reproducido con permiso.

POR JACK BARNES  
Hoy día el rostro de Malcolm X se ve por todo el mundo. Se puede encontrar en todas partes…

Pero los que seguimos aprendiendo del ejemplo político de Malcolm, y nos organizamos para mantener vivo ese ejemplo en palabras y en hechos, tenemos la responsabilidad de reconocer que con cada aniversario que pasa, nos alejamos un año más de la presencia viva de Malcolm en la política y en la lucha de clases. Se desdibuja el mensaje de Malcolm, como el de otros mártires de las clases trabajadoras, y de todos los grandes dirigentes revolucionarios. Diferentes personas le dan un sentido político diferente, un contenido de clase diferente. Muchos pretenden domesticarlo, hacerlo compatible con una u otra estratagema ilusoria para reformar el capitalismo, para hacer “más pacífico” el imperialismo, para apoyar a uno u otro político burgués en los partidos Demócrata o Republicano. Pero Malcolm nunca dejó de denunciar tales conceptos. Hoy día, cuando no está Malcolm con nosotros para hablar y actuar a nombre propio, y al desvanecerse más en el pasado el impacto directo de su actividad política, les resulta más fácil a los que quieren tergiversar su trayectoria revolucionaria. El mensaje de Malcolm parece disolverse en una imagen, una simple mercancía a la venta.

Al suceder eso, lo que se pierde —a veces adrede— es el dirigente revolucionario moderno cuyo legado político concreto se necesita más que nunca cada vez que el pueblo trabajador comienza a luchar. Se empieza a difundir la idea, a menudo de forma tácita, de que, si bien Malcolm fue “profeta” en su época, lo que dijo y lo que hizo ya son menos “vigentes” en la actualidad. No es que Malcolm no fuera un gran dirigente, dirán los que promulgan tales conceptos. No es que sus cualidades como individuo no sigan siendo loables. Pero él estaba actuando en el pasado lejano de los años 60, bajo condiciones sociales y políticas distintas. Así que las conclusiones políticas que Malcolm comenzó a sacar, especialmente en los últimos meses de su vida, tienen poca vigencia para el mundo de hoy. El tiempo sigue avanzando.

No importa cuán solapada o adornada, es una visión muy común sobre la importancia de Malcolm a más de dos décadas de su asesinato.

Otros se limitan al hecho que Malcolm era un magnífico orador. Pero eso también resulta una forma de devaluar el significado del legado político de Malcolm, de denigrar el curso estratégico que él había elaborado y que se estaba organizando para aplicar. Porque lo que Malcolm planteaba eran ideas políticas con implicaciones prácticas, ideas cuidadosamente razonadas que se basaban en décadas de experiencias en las luchas de los oprimidos y explotados no solo en Estados Unidos sino en revoluciones por todo el mundo.  
 
Malcolm nunca fue ostentoso
Malcolm sí era un orador eficaz. Estar en el mismo salón con él, escucharlo desde un podio, tenía un efecto potente. él se esmeraba en hablar claramente, porque sabía que era importante explicar ideas. Sabía que no era fácil desglosar y clarificar las relaciones sociales opresivas que son disimuladas y ofuscadas por la clase dominante. Pero Malcolm nunca fue un orador ostentoso. Tenía una voz callada pero poderosa. No pretendía ser un “predicador” revolucionario. Hablaba el “inglés del rey”, no la jerga de la calle. No adornaba sus palabras con rimas, aliteraciones o ripios políticos para esquivar dificultades o distraer la atención de las incongruencias.

Malcolm hablaba como si estaba sosteniendo una conversación con uno: una conversación insistente, pero una conversación. Era lo contrario de un demagogo. Apelaba a la mente, a la voluntad y a la abnegación de las personas a quienes se dirigía, no a sus ideas preconcebidas, emociones o prejuicios. Trataba de que uno se concientizara de los hechos, de la verdad, incluso acerca de uno mismo. En ese sentido era como otros destacados dirigentes revolucionarios: desde Carlos Marx, V.I. Lenin y León Trotsky hasta Patricio Lumumba, Maurice Bishop y Fidel Castro.

Pero ante todo, lo que Malcolm dijo debe estar disponible por escrito. Porque esa constancia documentada política hay que leerla, releerla, meditarla y estudiarla. Necesita ser accesible para que se pueda verificar frente a las diversas “memorias” o “interpretaciones” posteriores. Por eso es importante que tantos de sus discursos y entrevistas, especialmente desde fines de 1963 hasta su muerte en febrero de 1965, aparezcan impresos en centenares de páginas de libros y folletos. La editorial Pathfinder, que publica varias de estas colecciones, ha anunciado planes para sacar otro libro de Malcolm, con discursos inéditos, en los próximos meses.  
 
Estudiar los discursos de Malcolm
Después de nuestra discusión esta tarde, espero que muchos de nosotros busquemos y leamos los últimos discursos y entrevistas de Malcolm, quizás algunos de nosotros por primera vez. Porque si bien es tremendo escuchar grabaciones de las charlas de Malcolm, leer y estudiar lo que dijo es parte de la labor irremplazable de asimilar las lecciones de la lucha revolucionaria de siglos pasados, y de prepararse para actuar a partir de estas lecciones. Malcolm no era un violento y desenfrenado predicador del odio como la prensa burguesa les ha enseñado a millones de personas, tanto durante su vida como después. Los que tenemos edad suficiente para haber participado en la política a fines de los años 50 o en los 60 podemos recordar cómo pintaban a Malcolm los diarios, las revistas como el Saturday Evening Post y las cadenas nacionales de televisión. Su objetivo era que la gente dejara de escucharlo, y, al final, esa imagen falsa contribuyó a crear las condiciones que hicieron más facíl que fuera asesinado. Pero la caricatura que hacían de Malcolm fue falsa y engañosa cuando él aún era dirigente de la Nación del Islam, y lo fue más aún —si eso es posible— tras su ruptura con la Nación a principios de 1964.

Hay otra tergiversación más que, desde la muerte de Malcolm, algunos han empleado para diluir el impacto de su mensaje político revolucionario. Dan a entender que en los últimos meses de su vida, Malcolm estaba convergiendo con otros personajes prominentes que hicieron aportes importantes a la lucha por los derechos de los negros, incluidos algunos que hasta dieron la vida en el transcurso de esa lucha, pero que obraron con la convicción de que se podía presionar a la sociedad capitalista estadounidense, a su gobierno y a sus partidos políticos gemelos, para que promovieran los intereses de los oprimidos. El principal ejemplo, por supuesto, es el tema “Malcolm-Martin” del que tanto oímos hablar últimamente: desde canciones populares sentimentales hasta dibujos y tapices colgantes, desde los medios de prensa hasta las investigaciones académicas, escritos de ex revolucionarios, etcétera.

Malcolm ciertamente estaba dispuesto a demostrar su respeto y aprecio a cualquiera que dedicara su vida a la lucha contra el racismo y por la igualdad de los negros. Estaba listo para la acción unitaria para plantear reivindicaciones comunes ante las autoridades en la lucha por la liberación de los negros, la libertad anticolonial y otros objetivos. Pero Malcolm también estaba siempre dispuesto a exponer y rebatir no solo las mentiras sino los callejones sin salida políticos que ofrecían estos mismos individuos. Desinflaba las pretensiones de los maldirigentes cuya perspectiva, estrategia o táctica global desarmara políticamente a los oprimidos, o nos enseñara a confiar en las promesas y la “buena voluntad” de cualquier sección de los explotadores y sus partidos políticos, y nos dejara indefensos ante el terror racista, la violencia policíaca u otros horrores imperialistas. Concretamente, es simplemente falso decir que durante su último año Malcolm estuvo convergiendo políticamente con Martín Luther King: con el pacifismo burgués de King, sus ideas socialdemócratas, su dedicación a la reformabilidad del capitalismo, su apoyo al Partido Demócrata imperialista y a diversos políticos de ese partido.de los años 50 o en los 60 podemos recordar cómo pintaban a Malcolm los diarios, las revistas como el Saturday Evening Post y las cadenas nacionales de televisión. Su objetivo era que la gente dejara de escucharlo, y, al final, esa imagen falsa contribuyó a crear las condiciones que hicieron más facíl que fuera asesinado. Pero la caricatura que hacían de Malcolm fue falsa y engañosa cuando él aún era dirigente de la Nación del Islam, y lo fue más aún —si eso es posible— tras su ruptura con la Nación a principios de 1964.

Hay otra tergiversación más que, desde la muerte de Malcolm, algunos han empleado para diluir el impacto de su mensaje político revolucionario. Dan a entender que en los últimos meses de su vida, Malcolm estaba convergiendo con otros personajes prominentes que hicieron aportes importantes a la lucha por los derechos de los negros, incluidos algunos que hasta dieron la vida en el transcurso de esa lucha, pero que obraron con la convicción de que se podía presionar a la sociedad capitalista estadounidense, a su gobierno y a sus partidos políticos gemelos, para que promovieran los intereses de los oprimidos. El principal ejemplo, por supuesto, es el tema “Malcolm-Martin” del que tanto oímos hablar últimamente: desde canciones populares sentimentales hasta dibujos y tapices colgantes, desde los medios de prensa hasta las investigaciones académicas, escritos de ex revolucionarios, etcétera.

Malcolm ciertamente estaba dispuesto a demostrar su respeto y aprecio a cualquiera que dedicara su vida a la lucha contra el racismo y por la igualdad de los negros. Estaba listo para la acción unitaria para plantear reivindicaciones comunes ante las autoridades en la lucha por la liberación de los negros, la libertad anticolonial y otros objetivos. Pero Malcolm también estaba siempre dispuesto a exponer y rebatir no solo las mentiras sino los callejones sin salida políticos que ofrecían estos mismos individuos. Desinflaba las pretensiones de los maldirigentes cuya perspectiva, estrategia o táctica global desarmara políticamente a los oprimidos, o nos enseñara a confiar en las promesas y la “buena voluntad” de cualquier sección de los explotadores y sus partidos políticos, y nos dejara indefensos ante el terror racista, la violencia policíaca u otros horrores imperialistas. Concretamente, es simplemente falso decir que durante su último año Malcolm estuvo convergiendo políticamente con Martín Luther King: con el pacifismo burgués de King, sus ideas socialdemócratas, su dedicación a la reformabilidad del capitalismo, su apoyo al Partido Demócrata imperialista y a diversos políticos de ese partido.
 
 
Artículos relacionados:
Inician campaña de venta de libro y el ‘Militante’  
 
 
Portada (este número) | Página inicial | Página inicial en versión de texto