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Vol. 75/No. 6      14 de febrero de 2011

 
Protestas sacuden
dictadura en Egipto
Crisis económica y social alimenta lucha
(artículo principal)
 
POR CINDY JAQUITH  
2 de febrero—Fomentadas por el desempleo y los precios elevados a consecuencia de la crisis mundial capitalista, además de una larga historia de brutalidad policíaca y de supresión de derechos, han estallado en Egipto manifestaciones antigubernamentales masivas, exigiendo la dimisión del presidente Hosni Mubarak.

El impacto de estas movilizaciones está tumbando al más valioso aliado de Washington, fuera del gobierno de Israel, para mantener la explotación del pueblo trabajador del Medio Oriente. Al mismo tiempo, se está abriendo espacio para que los trabajadores y agricultores egipcios se organicen y entren a la política para defender sus propios intereses de clase.

Egipto es el cuarto recipiente de ayuda militar de Washington en el mundo, después de Afganistán, Pakistán e Israel. Es también de importancia estratégica tanto en términos militares como económicos, ya que Cairo controla el canal de Suez, por el cual pasan el 8 por ciento de los barcos del mundo, portando mucho del petróleo para el mundo imperialista.

La población de Egipto es la mayor de cualquier país de habla árabe. Aunque el país es rico en petróleo, gas natural, algodón y otros recursos, sin mencionar los ingresos del canal de Suez, el 40 por ciento de los egipcios depende de unos dos dólares al día para subsistir. La cifra oficial de desempleo alcanzó el 9.4 por ciento en 2009.

El régimen de Hosni Mubarak ha dominado a Egipto con mano de hierro por 30 años. En 1981 impuso una ley de emergencia que otorga a la policía el poder de detener a alguien por tiempo indefinido sin cargo alguno. Además, la ley mantiene un estricto control sobre la libertad de prensa y de asociación, y establece cortes de “seguridad” para que se lleven a cabo juicios. Un máximo de cinco personas pueden reunirse sin permiso. La única federación sindical permitida es una dominada por el gobierno.

El odio hacia las condiciones represivas, en particular entre la juventud, y la determinación de los trabajadores de detener la caída de su estándar de vida se han ido incrementando durante los últimos años. Desde 2004 a 2008 casi 1.7 millones de trabajadores se declararon en huelga o llevaron a cabo alguna otra forma de protesta, particularmente en la industria textil, según el New York Times.Las manifestaciones masivas en el cercano país de Túnez que obligaron a que huyera el presidente Zine El Abidine Ben Ali, dieron ímpetu a la rebelión en Egipto. Decenas de miles de personas respondieron a un llamado para una manifestación masiva el 25 de enero en la plaza Tahrir en Cairo, la cual fue atacada por la policía de seguridad. A pesar de un toque de queda, personas de varias clases sociales siguieron saliendo a las calles los días siguientes en ciudades por todo el país.

En la ciudad porteña de Suez, un centro de plantas siderúrgicas y fábricas textiles, se llevaron a cabo unas de las luchas más combativas contra la policía. En una batalla de dos horas de duración, los manifestantes se apoderaron de una comisaría, destrozaron vehículos de la policía, se apoderaron de armas y liberaron a los presos encarcelados. Los policías salieron huyendo.

“Las protestas han sido claramente seculares”, notó el Washington Post, diciendo, “Los involucrados en organizar las protestas dicen que esperan que su movimiento para derrocar a Mubarak no sea capturado por un grupo que ha dicho que quiere traer la ley islámica a Egipto pero que muchos sospechan es cómplice esporádico del gobierno”, una referencia a la llamada Hermandad Musulmana.

La Hermandad Musulmana, la organización islamista más grande del país, se negó a participar en las primeras manifestaciones que exigieron la demisión de Mubarak. De igual manera, los partidos burgueses seculares fueron reticentes a unirse a las acciones. Los manifestantes no se identifican necesariamente con ninguno de los partidos de oposición existentes.  
 
Mubarak disuelve gabinete
En la víspera del 28 de enero, el gobierno removió la policía de las calles en las ciudades principales, y la reemplazó con el ejército. Mubarak anunció que disolvía a su gabinete y que designaría uno nuevo. Los manifestantes respondieron quemando la sede de su Partido Democrático Nacional en Cairo.

Al día siguiente Mubarak designó como vicepresidente a Omar Suleiman, por muchos años jefe de la policía secreta,; y a Ahmed Shafiq, ex comandante de las Fuerzas Aéreas como primer ministro.

El 30 de enero los manifestantes coreaban, “Hosni Mubarak, Omar Suleiman, ustedes dos son agentes de los norteamericanos”.

El ejército egipcio es un ejército de conscripción y depende mayormente de reclutas obreros y agricultores. Muchos soldados simpatizan con los manifestantes, permitiéndoles pintar consignas contra Mubarak en sus tanques.

El 1 de febrero, después de las manifestaciones más grandes hasta ahora, Mubarak anunció que permaneciera en su puesto, y ofreció como única concesión el compromiso de no postularse para presidente otra vez. Entonces el alto mando del ejército dejó clara su posición. “Las fuerzas armadas apelan a los manifestantes a que regresen a sus casas para retornar a la estabilidad”, declararon las fuerzas armadas el 2 de febrero.
 
 
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