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Vol. 75/No. 26      18 de julio de 2011

 
‘Este libro será leído en casetas de piquetes
en montañas, praderas, ciudades y pueblos’
‘Rebelión Teamster’: relato de huelgas de 1934
ofrece lecciones para batallas sindicales
(especial)

En su presentación a los 350 trabajadores y jóvenes que participaron en la conferencia de trabajadores activos y educación socialista en Oberlin, Ohio, del 9 al 11 de junio, Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, señaló la importancia del libro Teamster Rebellion (Rebelión Teamster) por Farrell Dobbs para los trabajadores conscientes. Es el primero de una serie de cuatro libros que relatan las campañas de organización sindical y las huelgas que transformaron al sindicato de los Teamsters en los años 30, desde las Dakotas a Michigan y Texas, en un movimiento social combatiente, escritos por un partícipe de estas luchas.

Dobbs fue un dirigente central de esas batallas y, hasta su muerte en 1983, dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores.

Hoy, Rebelión Teamster encontrará una audiencia receptiva, dada la respuesta que los trabajadores comunistas han obtenido entre capas amplias de trabajadores que están viviendo las consecuencias catastróficas de los últimos tres años del dominio capitalista, agobiado por crisis, y de las políticas bélicas de la clase capitalista.

Después de que el libro se publicó en inglés por primera vez en 1972, relató Barnes, un par de dirigentes jóvenes del partido le dijeron a Dobbs que a veces se preguntaban si las lecciones en este libro y en los otros de la serie de los Teamsters, serían entendidas después de más de un cuarto de siglo de repliegue político de la clase trabajadora y del movimiento obrero.

“No se preocupen, Farrell respondía cada vez”, dijo Barnes. “Año tras año estos libros proveerán lecciones adicionales a diferentes capas de trabajadores, a medida que tengan experiencias en la lucha de clases. Lo que significa una oración ahora le significará otra cosa a un trabajador involucrado en una lucha más amplia más adelante. Y de nuevo algo diferente a capas más amplias del pueblo trabajador a medida que se expanda la experiencia de combates de clase”.

A continuación reproducimos la traducción de la introducción por Barnes escrita para la primera traducción del libro al español, publicada con el título Rebelión Teamster, en enero de 2004. La introducción fue utilizada también para la versión en inglés de diciembre de 2003 y luego para una edición mejorada en 2004. La traducción al francés se publicó en el 2010.

En la introducción Barnes describe los sucesos iniciales a finales de 2003 de lo que resultaría ser una batalla de más de dos años por condiciones seguras y por la aceptación del sindicato que libraron mineros del carbón cerca de Huntington, Utah. Con el permiso de Barnes, hemos agregado las fechas en ciertos lugares para que la historia sea más accesible a los trabajadores más de siete años después.

Copyright © 2004, por Pathfinder Press, reimpreso con permiso. Subtítulos son del Militante.

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POR JACK BARNES
Era el turno de medianoche en la línea de piquete cerca de la entrada a la mina de carbón de la Co-Op, en las afueras de Huntington, Utah. A mediados de octubre las noches ya son frías en la sierra. Las heladas ráfagas de viento que soplan por el cañón Bear Canyon calan hasta los huesos. Los trabajadores, que enfrentaban un cierre patronal, habían atado su caseta de piquetes, hecha de madera y con un toldo azul, para que no saliera volando. Adentro, siete u ocho mineros—la mayoría de veintitantos años, más un par de veteranos, entre ellos una mujer, y un veterano de 50 y pico de años, casi todos del estado mexicano de Sinaloa—se arrimaban a la estufa, donada por un minero sindicalizado jubilado, del vecino pueblo de East Carbon.

Un mes antes, en septiembre de 2003, la compañía había despedido a 74 mineros por protestar contra la suspensión de un compañero de trabajo y partidario del sindicato quien había rehusado firmar una advertencia disciplinaria. La gerencia, buscando aplastar el esfuerzo de los mineros de organizarse para lograr el reconocimiento del Sindicato Unido de Mineros de América (United Mine Workers of America—UMWA), les había impuesto un cierre patronal.

Uno de los mineros en la caseta de piquetes era un inmigrante nicaragüense que trabajaba en la mina Deserado en el occidente de Colorado, a varias horas de distancia. A través del sindicato él había obtenido licencia de su trabajo para ir a ayudar. Antes de salir de casa, había echado en su bolsillo un ejemplar bien gastado de Teamster Rebellion, la historia de una reñida y sangrienta batalla de sindicalización librada hace casi 70 años en Minnesota por trabajadores, muchos de los cuales eran de origen escandinavo —suecos, noruegos, finlandeses o daneses— con una buena dosis de irlandeses. El autor, Farell Dobbs, cuyos antepasados vinieron de Irlanda, había llegado a ser el dirigente más joven de esa huelga. Al igual que muchos otros que enfrentaban las condiciones de la depresión a principios de la década de 1930, Farrell había estado luchando por encontrar trabajo regular, alimentar a su familia y pagar el alquiler.

El minero nicaragüense, Francisco, comenzó a leer en voz alta algunas de las primeras páginas, traduciendo a la vista al español. Los párrafos describían las condiciones de trabajo y de vida y los salarios en el Medio Oeste durante lo más profundo de la depresión. Entre expresiones de asombro y simpatía, los huelguistas pidieron oír más de la historia, y al poco rato estaban escuchando otros pasajes más, página tras página. El relato era interrumpido solo para ir a ver algún auto que ocasionalmente pasaba en altas horas de la noche, o para echar más leña al fuego y salir a vigilar los alrededores.  
 
Identificación con la lucha
Ante todo, los hombres y las mujeres de Sinaloa, que trataban de hacer su vida en las montañas de Utah, se identificaban con las luchas individuales de los hombres y las mujeres cuyas historias se relatan en Rebelión Teamster. La descripción que hace Dobbs en las primeras páginas del libro, de cómo su familia perdió toda la reserva invernal de verduras y frutas enlatadas, una noche que la temperatura cayó súbitamente por debajo de cero y ellos no llegaron a tiempo para meter las latas al interior de la casa, suscitó expresiones de empatía y comprensión de lo que ese golpe habría significado para Farrell, su esposa Marvel y sus hijas.

Las fotos de los huelguistas que batallan con la policía y con hombres de los patrones designados agentes temporales; del enorme y disciplinado cortejo fúnebre para uno de los piquetes, muerto a tiros a sangre fría por la policía; de los dirigentes huelguísticos al ser llevados a la prisión por la Guardia Nacional: todas las examinaron con interés. Cuando los mineros se enteraron de que dentro del cuartel general de la huelga de Teamsters que se observa en las fotos había un comisariato que funcionaba las 24 horas, donde se servían comidas y había un hospital para tratar a los heridos, el interés creció. Y al descubrir por el relato de Dobbs que los choferes se organizaron en la plaza del mercado de Minneapolis para repeler los ataques de la policía y los patrones —con valor, disciplina y, ante todo, con un plan de batalla detallado— y que ganaron la huelga para lograr el reconocimiento sindical, las fotos fueron estudiadas con más atención aún.

Es posible que entre los huelguistas Teamsters de Minneapolis que sentaron las bases para la transformación del movimiento obrero por todo el Medio Oeste en la década de 1930, no haya habido un solo trabajador nacido en México. (¡Qué cambios han producido unas cuantas décadas!) Sin embargo, a través de los años, las nacionalidades, los idiomas y las experiencias vitalicias que abarca, el relato que ofrece Rebelión Teamster pertenece también a las filas crecientes de trabajadores de habla hispana en Estados Unidos hoy día, conforme se suman a la lucha. Ellos se pueden ver en aquellas generaciones anteriores de trabajadores —muchos de ellos también inmigrantes de primera o segunda generación— que finalmente dijeron “¡Basta!” y comenzaron a tomar en sus manos su propio destino.  
 
Farell Dobbs
Rebelión Teamster es un libro que vuela con alas propias. Cuenta una historia fenomenal. Es a la vez una introducción a Farrell Dobbs, el trabajador de veintitantos años que en el transcurso de esas batallas surgió como un dirigente de su clase.

Tenía 25 años, y dos hijas que sostener, cuando le dio la espalda a un futuro seguro y bien remunerado como parte del personal administrativo de la Western Electric en Omaha, Nebraska. Le repugnaron la horrible persona que se habría tenido que convertir, los valores y las actitudes de clase que habría tenido que asumir, si vendía su alma para quedarse en aquel trabajo. Sin volver la vista atrás, se “desprendió” incondicionalmente de clases ajenas, según lo expresa el Manifiesto Comunista, y “se adhirió a la clase revolucionaria” en el sentido más pleno de la palabra. El rasgo de clase que Dobbs más llegó a despreciar fue la “miserable mitadidad” del ánimo pequeño burgués.

Pronto se encontró entre las filas del “gran ejército de los desempleados”. Un par de años más tarde, paleando carbón en un miserable depósito carbonero en Minneapolis, conoció a Grant Dunne, un cuadro aguerrido de la Liga Comunista de América, precursora del Partido Socialista de los Trabajadores, quien lo alistó en una campaña de sindicalización. A partir de ahí se desarrolla el relato a través de las páginas de Rebelión Teamster y los tomos siguientes —Teamster Power, Teamster Politics y Teamster Bureaucracy (Poder Teamster, Política Teamster y Burocracia Teamster)— así como numerosos folletos, boletines y los dos tomos de Revolutionary Continuity: Marxist Leadership in the U.S. (Continuidad revolucionaria: liderazgo marxista en Estados Unidos) que Dobbs logró vivir hasta completar a principios de la década de 1980: The Early Years, 1848-1917 (Los primeros años, 1848-1917), y Birth of the Communist Movement, 1918-1922 (Nacimiento del movimiento comunista, 1918-1922).

Al ir brotando su despertar político, Dobbs se convirtió en un ciudadano del mundo, un internacionalista proletario, que vivía el presente como parte de la historia, sin lo cual no existe el comunismo. él describe cómo le impactaron las fotos en los diarios de Omaha que mostraban la invasión de China por Japón Imperial en 1931. Las fotos mostraban escenas de tropas norteamericanas apostadas en Shanghai que protegían, con el asentimiento de Tokio, a la acaudalada “colonia internacional”, mientras que los distritos obreros chinos cercanos, con el indiferente beneplácito racista de la oficialidad del ejército norteamericano, eran devastados, a menudo incinerados y sus pobladores masacrados por las fuerzas imperialistas japonesas.

Al describir el desarrollo de su conciencia de clase, Dobbs atribuye a las fotos noticiosas de esos sucesos una influencia semejante al impacto que le produjo el hecho que sus patrones le pidieran que consintiera el despido de un compañero de trabajo apenas unos meses antes de jubilarse y recibir una pensión, a fin de eliminar costos y aumentar la “productividad”. En los tomos siguientes de la serie de los Teamsters, vemos el periódico del Consejo Unido de Teamsters en Minneapolis, el Northwest Organizer, que publicaba editoriales de primera plana que exigían el retiro de las tropas norteamericanas de Asia y el Pacífico y condenaban los preparativos del gobierno de Franklin Roosevelt para la gran matanza imperialista de la Segunda Guerra Mundial.

El Farrell Dobbs joven que llegamos a conocer en las páginas de Rebelión Teamster llegó a ser uno de los grandes organizadores de masas de la clase obrera de Estados Unidos. Con apenas 30 años, fue el principal arquitecto y dirigente de la campaña —que se extendió desde Texas hasta Detroit, Canadá y Seattle— que organizó a un cuarto de millón de choferes de camión de larga distancia para incorporarlos a un poderoso sindicato y que transformó el norte del Medio Oeste en territorio sindicalizado, cuyo legado se siente hasta la fecha.

Los cuadros dirigentes del Local General de Choferes 574 (más adelante el Local 544 de Teamsters) devinieron el ala izquierda de lucha de clases de un liderazgo obrero combativo mucho más amplio. Demostraron en la práctica cómo los sindicatos, si están dotados de tal dirección, pueden y van a transformarse en instrumentos de lucha revolucionaria capaces de dirigir a sectores crecientes de trabajadores, tanto empleados como desempleados, y de sus aliados —agricultores, pequeños productores devastados— hacia la independencia política respecto de la clase dominante. Demostraron cómo los militantes sindicales con conciencia de clase comienzan a reconocerse a sí mismos como parte de una clase internacional, cuyos intereses son diametralmente opuestos a los de sus propios patrones y los del gobierno de los patrones. Y a sentirse cómodos en la historia de la que son parte viviente.  
 
Partido proletario
Sin embargo, Dobbs sabía mejor que nadie que lo que estaba logrando era posible únicamente porque formaba parte del amplio cuadro directivo del partido comunista que se fundó en 1919 para hacer en Estados Unidos lo que los bolcheviques acababan de hacer en Rusia, el partido que en 1938 adoptó el nombre Partido Socialista de los Trabajadores. Ya para 1940, al aproximarse rápidamente la Segunda Guerra Mundial, iba aumentando la reacción entre la cúpula sindical, las filas estaban siendo preparadas para la guerra y por el momento prácticamente había quedado excluida la posibilidad de más avances tanto en los Teamsters como en el movimiento sindical industrial más amplio. En enero de ese año Dobbs renunció a su cargo como organizador general del sindicato internacional de Teamsters. Lo hizo para pasar a ser el secretario de organización y el responsable de los asuntos en el movimiento obrero de un partido cuya membresía, bajo el impacto del repliegue del movimiento obrero y de la capitulación de la pequeña burguesía ante la histeria patriotera, pronto caería muy por debajo de los mil miembros.

Al año siguiente la dirección de ese partido, que no se doblegaba ante las presiones bélicas, así como muchos cuadros de los combates del Local 544, entre ellos el propio Dobbs, serían instruidos de cargos de conspiración y sedición, declarados culpables y enviados a la cárcel por fiscales federales quienes por primera vez usaban la Ley Smith “de la Mordaza”, que pronto habría de tornarse infame: una aplicación temprana por la clase dominante de la “seguridad patria”.

Fue como hombre de partido —especialmente al asumir responsabilidades como oficial nacional del Partido Socialista de los Trabajadores por casi tres décadas, la mayor parte como secretario nacional— que Dobbs hizo sus mayores aportes como dirigente: al dar un ejemplo de integridad obrera desde la cárcel durante la Segunda Guerra Mundial; al trazar, para los cuadros del partido, un rumbo comunista inquebrantable tanto en los sindicatos como en la acción política durante la caza de brujas anticomunista de la posguerra; al animar con palabras y con hechos a los movimientos comunista y obrero a que se sumaran a la masiva lucha proletaria por los derechos de los negros; al ayudar a dirigir al partido para responder y hacer suya la Revolución Cubana; al colaborar en la elaboración de una política militar para el proletariado, aplicada por jóvenes socialistas dentro del amplio movimiento que se oponía a la guerra del imperialismo norteamericano en Vietnam; y al buscar activamente el reclutamiento de una nueva generación de cuadros que surgía de estos trascendentales sucesos políticos mundiales.

Dobbs ayudó a dirigir el movimiento comunista a través del repliegue y declive del movimiento obrero desde finales de los cuarenta hasta mediados de los setenta. No escatimó apoyo ni consejos para los cuadros más jóvenes del partido que, a finales de los setenta, dirigieron un viraje a los sindicatos y de manera más amplia a la clase trabajadora, a medida que se iban desarrollando luchas y oportunidades nuevas, comenzando especialmente en las minas del carbón y las acerías, y que organizaron al partido para responder como internacionalistas proletarios a las revoluciones victoriosas en Nicaragua, Granada e Irán.  
 
Guardia de defensa sindical
Desde la Segunda Guerra Mundial hasta Corea y Vietnam, Dobbs orientó al movimiento para que tratáramos de llegar a nuestros compañeros de clase en uniforme, los soldados, aquellos residentes norteamericanos que pagan el más alto de los precios por el incesante afán de Washington por el dominio mundial. Y ayudó a armar políticamente a trabajadores y jóvenes comunistas para que reconocieran de forma resuelta la necesidad insoslayable de organizarse para combatir y derrotar la represión estatal intensificada, las formas de régimen militar y las bandas fascistas patrocinadas por los capitalistas conforme el orden imperialista en Estados Unidos —a través de serpenteos desconocidos y por un lapso imposible de predecir— de nuevo entraba en un período de crisis mundial comparable al que había ocurrido de 1914 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. “A los miembros de la Guardia de Defensa Sindical del Local 544”, reza su dedicatoria al tercer tomo de esta serie, Teamster Politics (Política Teamster).

Dobbs a menudo señalaba el aporte especial que hacían al movimiento obrero los veteranos de las fuerzas armadas. Uno de los ejemplos entre los militantes a quienes conocemos en Rebelión Teamster es Ray Rainbolt, uno de varios organizadores de campo de los piquetes móviles durante las huelgas de 1934, quien posteriormente fue elegido por la Guardia de Defensa Sindical, que contaba con 600 miembros, como su comandante. Para los trabajadores a mediados de la década de 1930, el escoger a un indio siux para que los dirigiera en combate —les diera órdenes, los disciplinara de ser necesario— era algo que estaba lejos, muy lejos, de ser un hecho cotidiano en este país, especialmente en el norte del Medio Oeste o en la región occidental de Estados Unidos. El prestigio que se granjeó Rainbolt entre las filas de los trabajadores combativos es una muestra de la profundidad de los cambios en actitudes políticas, disciplina de batalla y solidaridad humana que se forjan en el transcurso del combate de clases descrito en los libros de Dobbs sobre los Teamsters.  
 
Rasgos clasistas del liderazgo
En una charla que dio en agosto de 1966 en una Escuela de Vacación de la Costa Oeste en California, ante un público compuesto mayormente de miembros de la Alianza de la Juventud Socialista, Farrell Dobbs resumió la perspectiva histórica mundial que mejor define su trayectoria política vitalicia; las características de clase imprescindibles para todo revolucionario proletario; y lo que la clase trabajadora exige, sobre todo, de sus dirigentes.

Debemos estar constantemente conscientes del papel clave de Estados Unidos en el mundo. El imperialismo estadounidense es hoy día el baluarte de la reacción mundial, según lo está demostrando con creces la guerra en Vietnam.

Es una realidad férrea el hecho que, hasta que sea derrocado el capitalismo aquí en Estados Unidos de América, la banda de perros rabiosos imperialistas que rige este país seguirá siendo un peligro mortal para toda la humanidad. Eso no lo debemos olvidar jamás.

Eso significa que la batalla decisiva por el socialismo mundial se va a librar aquí mismo en Estados Unidos de América. Y cuando se logre la victoria revolucionaria, el capitalismo caduco y decadente va a desaparecer, literalmente de la noche a la mañana, de la faz de nuestro planeta. La humanidad va a marchar hacia la construcción de una sociedad socialista ilustrada, donde por primera vez los seres puedan vivir juntos en este planeta, en paz y seguridad y con libertad. La humanidad alcanzará finalmente el tipo de vida gratificante que la inteligencia humana es sobradantemente capaz de lograr, aun con el nivel actual de desarrollo tecnológico. Una vez que la humanidad aprenda a actuar de forma política, organizativa y social, podrá aprovechar estas maravillas.

A eso dedicamos nuestras vidas. Los que somos del partido, los revolucionarios en Estados Unidos —actuando de la mejor manera posible en solidaridad con combatientes revolucionarios por todo el mundo— debemos tener en cuenta siempre que en última instancia el destino de la humanidad depende de la revolución socialista en Estados Unidos. Nuestra tarea consiste en construir un partido capaz de dirigir esa revolución, hacerle frente al más abominable de los regímenes reaccionarios y monstruosos de clase dominante que existen sobre la faz de la tierra: la clase dominante imperialista de Estados Unidos.

En esa lucha el camino por delante estará salpicado de obstáculos y habrá muchos escollos. No hay mapa, no hay forma de hallar una guía detallada que le diga a uno qué hacer en cada coyuntura. Nuestra tarea consiste en trazar un rumbo revolucionario, basado en una comprensión fundamental de nuestro programa —una percepción básica de nuestra estrategia revolucionaria— y elaborar las tácticas en esa dirección a lo largo del camino.

No hay cronograma. Nadie puede decir cuánto va a tardar ni cuándo va a ocurrir. Personalmente creo que para ustedes que están sentados hoy en esta sala, que tienen la ventaja de toda su juventud, las probabilidades de presenciar ese estallido son por lo menos como las que daba Damon Runyon, seis contra cinco.

Pero al decir eso quiero añadir inmediatamente: no hagan de eso una condición. No adopten el criterio deque el cambio revolucionario debe ocurrir en su propia época. No tomen como guía para su vida activa ese concepto estrecho, provinciano y egocéntrico de que no es importante si no ocurre en el transcurso de su propia existencia subjetiva sobre este planeta.

Siempre recuerden que la historia es estupendamente indiferente ante los problemas del individuo. A la historia no le importa si uno muere a los seis años o si vive hasta los 700, si eso fuera posible, o lo que ocurra durante la vida particular de uno. Como dijo una vez el poeta alemán Goethe, “La historia marcha como un mendigo borracho a caballo”.

Puede pasar mucho durante el tramo limitado de la vida de un individuo, o, por el contrario, uno puede vivir una existencia aburrida. Hay quienes han tenido la buena fortuna de vivir en un año más de lo que otros, en una coyuntura histórica distinta, han podido vivir durante toda su vida. O, según lo expresó Plejánov en cierta ocasión, “De no haber sido por la Revolución Francesa, Napoleón probablemente habría terminado como cabo en la artillería francesa”.

No pongas como condición que la revolución socialista debe llegar en tu vida. No seas solo un ciudadano del planeta; sé un ciudadano del tiempo. Reconoce que lo fundamental es estar compenetrado con el género humano desde los albores de la historia hasta las cimas de lo que apenas vagamente podemos empezar a soñar.

¿Y cuál es la opción? La opción es llegar a un arreglo con este podrido sistema capitalista. ¿Saben cómo es la gente que hace eso? ¿Recuerdan la película The Devil and Daniel Webster (El diablo y Daniel Webster)? Jabez Stone, ya saben, vendió su alma a Scratch, el diablo. Lo hizo a cambio de la promesa de que así se cumplirían sus ambiciones personales. Más tarde lamentó esta acción y pidió que se le devolviera el alma. Scratch, protagonizado por Walter Huston, ese magnífico actor, finalmente dijo, bien, se la iba a devolver.

Entonces Scratch sacó una cajita de cerillos de su bolsillo. Abrió la caja y comenzó a hurgar con su dedo rechoncho, tratando y tratando de encontrar la pequeña alma mezquina de Jabez Stone para poder devolvérsela.

Eso es simbólico de lo que uno hace con su propia alma si llega a un arreglo con este podrido sistema.

Nuestra tarea consiste en forjar un movimiento de hombres y mujeres que emulen a los aguerridos combatientes de la Línea Continental del ejército en la primera Revolución Americana. Aprendan a ser luchadores revolucionarios profesionales. No sean soldados de verano. No sean diletantes; no vacilen. No pongan nada por encima de las consideraciones del movimiento. Mantengan sus puestos en las primeras filas de los luchadores revolucionarios, y manténganse en ese lugar hasta el final.

No hay otra forma de hallar una vida tan rica, tan grati?cante, tan fructífera y significativa.


 
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Farrell Dobbs con gran placer habría ofrecido un brindis por la traducción al español y la publicación de Rebelión Teamster. Sobre todo le habría encantado el relato de los jóvenes mineros combativos en Utah que escuchaban una traducción a la vista, página por página, durante una larga noche en su caseta de piquetes. Eso le habría tocado una fibra sensible.

A menudo señalaba lo difícil que había sido en la década de 1930 —cuando comenzó a buscar respuestas políticas— encontrar un solo libro que le ofreciera el tipo de perspectiva histórica que él buscaba sediento, cómo peinaba las bibliotecas públicas buscando algo, lo que fuera.

Y describió el impacto que le produjeron, como de un rayo, los primeros libros y folletos marxistas que le dieron a leer los cuadros de la Liga Comunista de América que lo reclutaron, revolucionarios como Vincent Ray Dunne, conocido como V.R., y Carl Skoglund, llamado cariñosamente Skogie por todos sus amigos y camaradas.

En esa época, muchas menos de las obras clásicas del marxismo habían sido traducidas al inglés, y las que habían sido publicadas eran difíciles de encontrar. Así era no solo con las obras de Carlos Marx, Federico Engels, V.I. Lenin y León Trotsky, sino también con las de los dirigentes del movimiento comunista en Estados Unidos.

Durante las frecuentes y largas horas de viajes que formaban parte de la campaña de sindicalización de larga distancia, Dobbs a menudo se veía acompañado por Skogie, quien había pasado a ser síndico del Local 544 y más tarde su presidente, ¡un inmigrante “ilegal” de Suecia que aún tenía pendiente una orden de deportación el día que murió en 1960! Skogie, uno de los dirigentes más ampliamente respetados tanto del sindicato como de la Liga Comunista de América, dominaban no solo el inglés y el sueco, sino también el alemán, el idioma de Marx y Engels, el idioma de destacados revolucionarios como Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht, y el idioma político de Lenin, Trotsky y otros dirigentes de los primeros años de la Internacional Comunista.

A lo largo de las décadas, Skogie había acumulado una considerable biblioteca marxista, la cual aprovechaba bien. Al recorrer las carreteras durante sus misiones sindicalizadoras, Skogie a menudo solía leerle a Farrell—a veces de traducciones al inglés, a veces traduciendo a vista del alemán, en el camino—dándole a Farrell acceso a obras del marxismo que con tantas ansias buscaba.  
 
Una experiencia en lucha de clases
Rebelión Teamster no es un “manual” o una guía. Es la historia que documenta una experiencia concreta en la lucha de clases, la cual puede ser estudiada y asimilada por trabajadores y agricultores con conciencia de clase que se encuentran en medio de otras luchas, en otras épocas, bajo otras condiciones, hablando muchos idiomas distintos.

En un siglo nuevo, que se caracteriza por vislumbrarse amenazantes una catástrofe económica y una marcha acelerada hacia guerras sangrientas desatadas por la última potencia imperialista al intentar prolongar su vida, las experiencias concretas de los hombres y las mujeres del Local 574 resultarán aún más vigentes y valiosas. En un mundo donde los trabajadores y agricultores de vanguardia, y los jóvenes atraídos a sus luchas, diariamente buscan la solidaridad de otros combatientes, extendiéndoles la propia, Rebelión Teamster será leído en un número creciente de casetas de piquetes en montañas y praderas, en medio de ciudades grandes y pueblos pequeños, y será traducido a otros idiomas también, por todo el continente americano y más allá.

Rebelión Teamster está dedicado “A los hombres y a las mujeres que me infundieron una confianza inquebrantable en la clase trabajadora, las filas del Local General de Choferes 574”. Es su historia, que documenta lo que les fue posible lograr cuando pudieron contar con la dirección que merecían.

Hoy día, quienes buscan emular el compromiso y la seriedad de la vanguardia de los Teamsters de 1934, lo leerán en anticipación de batallas tanto presentes como futuras. Mediante este relato llegarán a comprender la verdad que entraña la esencia del Manifiesto Comunista: el comunismo no es un conjunto de ideas, sino la generalización, constantemente renovada, de la marcha estratégica de una clase que lucha por su emancipación.

Y se sumarán a esa marcha, convirtiéndose en una parte más y más consciente, y más y más aguerrida, de su vanguardia.

Diciembre de 2003  
 
 
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