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Vol. 75/No. 44      5 de diciembre de 2011

 
La dictadura del capital
(editorial, especial)
 

A mediados de noviembre funcionarios del gobierno municipal y su policía en decenas de ciudades a través del país tomaron acción para expulsar a los acampantes de las protestas de ‘Occupy Wall Street’.

El Militante, como millones de trabajadores, defiende los derechos de estos manifestantes, exige la libertad de expresión y asamblea y condena la brutalidad policíaca.

Los acaudalados gobernantes capitalistas —propietarios de las fábricas, minas y todos los demás medios de producción, además de ser los amos del capital financiero, uno y el mismo— llevan las riendas del estado imperialista norteamericano. Los partidos demócrata y republicano son sus partidos; el sistema bipartidista de dominio capitalista.

Los dueños de American Crystal Sugar, que despidieron a 1 300 trabajadores en un cierre patronal en el medio oeste de Estados Unidos, saben que pueden contar con el apoyo de los políticos de ambos partidos. En Dakota del Norte los gobernantes adoptaron leyes apoyadas por la compañía para que se le negara la compensación de desempleo a los trabajadores. Esta es una medida impuesta a sangre fría para que el hambre fuerce a los trabajadores a rendirse, y esperan, para fomentar divisiones entre los que no reciben beneficios y los del estado de Minnesota, que sí los reciben. Y los patrones pueden contar con el continuo apoyo de la policía y las cortes, con mandatos judiciales a su favor y que se hagan cumplir estrictamente los límites a las líneas de piquetes, permitiendo así que los esquiroles puedan trabajar.

Lo que el pueblo trabajador confronta es la dictadura del capital y la irresoluble crisis mundial de dicho sistema. Esta es la fuente de las crisis sociales que están ocurriendo, del creciente desempleo, de los ataques contra los sindicatos y los salarios, los cierres patronales desde el medio oeste de Estados Unidos a Nueva Zelanda, las medidas de austeridad y las cesantías desde el condado Jefferson en Alabama hasta Grecia, la brutalidad policíaca, los conflictos que se intensifican entre diferentes países y las guerras que se extienden.

El problema no es que hay banqueros “codiciosos” o “peces gordos”. El problema no puede ser resuelto aumentando los impuestos contra los ricos. Los impuestos provienen de una porción de la riqueza excedente creada por los trabajadores y expropiada por los capitalistas. Dichos ingresos son utilizados por su gobierno para saldar sus presupuestos, pagar a los tenedores de bonos —inclusive a ellos mismos— para pelear sus guerras y lo demás que ellos decidan.

Echar la culpa a bancos avaros con llamados demagógicos de “impuestos a los ricos” sirve para ofuscar el verdadero problema y dificulta identificar al enemigo de clase. Dicha política es propuesta hoy por los partidistas del partido demócrata, y su meta es instalar en el gobierno a los mismísimos políticos que hoy en día encabezan los ataques contra el pueblo trabajador, a un nivel que no se ha visto en décadas.

Apenas estamos en las fases iniciales de la crisis. La única fuerza que podrá evitar esta catástrofe emergerá de la resistencia obrera. Los combatientes de estas luchas logran ver más claro que lo que enfrentan no es un patrón despiadado, o algunas “manzanas podridas” dentro de la policía, ni unos cuantos políticos corruptos, sino el dominio de una clase social consciente, que tiene todas las intenciones de recurrir a cualquier recurso a su disposición para mantener sus ganancias y su poder.

Esto es, por encima de todo, lo que el Partido Socialista de los Trabajadores explica al participar en estas luchas. Esto es lo que es decisivo para que los trabajadores puedan evaluar la relación de fuerzas de clase y trazar un camino a seguir.
 
 
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