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Vol. 78/No. 4      3 de febrero de 2014

 
Boicot de Israel debilita las luchas
de palestinos, obreros
Falsa analogía con el apartheid ofusca realidad sobre
actual lucha de clases en Israel, territorios palestinos
(commentario)
 
POR SETH GALINSKY  
El voto el 15 de diciembre de la Asociación de Estudios Americanos a favor de respaldar un boicot de las instituciones académicas israelíes ha sido aclamado como una victoria por aquellos que consideran el boicot, el retiro de inversiones y sanciones, como la manera de forzar al gobierno israelí a que deje de ocupar tierras árabes, obtener igualdad completa para los palestinos en Israel y obtener el derecho de los palestinos que perdieron sus hogares en Israel a retornar al país. Pero en realidad el boicot es un obstáculo para ésta y otras luchas del pueblo trabajador en Israel y en los territorios palestinos.

La Asociación de Estudios Asiáticos Americanos brindó su apoyó al boicot en abril y la Asociación de Lenguas Modernas lo debatió en su congreso en Chicago en enero.

Los dirigentes de la Campaña Palestina para el Boicot Académico y Cultural de Israel sostienen que Israel es la única nación paria del mundo, similar al estado supremacista blanco del apartheid de Sudáfrica que fue derrocado a principios de los años 90. Dicen que su esfuerzo sigue el modelo de la campaña de sanciones internacionales contra el apartheid, pero ignoran la lucha de masas que organizó el Congreso Nacional Africano, que fue la clave de la revolución democrática en Sudáfrica.

Aunque algunas de las personas que apoyan la lucha palestina han adoptado el termino “apartheid israelí”, la analogía es falsa.

Sudáfrica e Israel comparten una raíz común como colonias y ambos países son baluartes del imperialismo en regiones subdesarrolladas del mundo. Pero en varios otros aspectos claves, los dos son muy diferentes. El apartheid sudafricano se dedicó a explotar el trabajo de la mayoría negra destripada de derechos para obtener gigantescas ganancias para la clase capitalista. Por otro lado, los fundadores de Israel buscaron expulsar lo más posible a la mayoría árabe y obtener ganancias creando una clase trabajadora casi totalmente judía.

Hoy en día, Israel es la nación-estado más avanzada económica y socialmente en el Medio Oriente, con un proletariado grande y sustanciales capas de clase media. Su poder está respaldado por las fuerzas armadas más formidables de la región. Y a pesar de su objetivo original de expulsar a los palestinos, ellos comprenden más del 20 por ciento de sus ciudadanos. El capitalismo israelí explota el trabajo judío, el de los inmigrantes y palestinos, incluyendo en el territorio palestino en la Ribera Occidental.

A la vez, Israel es una democracia burguesa que concede al pueblo trabajador ciertos derechos y espacio político para organizar y actuar a favor de sus intereses de clase, algo que en general no existe en la región. Como otras naciones capitalistas desarrolladas, Israel está lleno de antagonismos de clase y contradicciones sociales.

Apartheid: estado de ‘raza blanca’

La Sudáfrica del apartheid no era realmente una nación sino un estado de la “raza blanca”. Menos del 20 por ciento de la población que vivía bajo su control —definidos por la ley como personas “de raza blanca”— tenía derechos de ciudadanía. Los negros no podían votar, cambiar trabajo, viajar a su discreción o poseer tierras.

El gobierno podía enviar a los trabajadores africanos rebeldes de regreso a los aislados Bantustanes, los llamadas territorios nativos en áreas rurales pobres, cuando desearan hacerlo.

El apartheid impedía formar una nación moderna. Institucionalizó las diferencias raciales y tribales y bloqueó el desarrollo de clases modernas, incluyendo el de una clase trabajadora hereditaria entre los negros.

La meta de los gobernantes israelíes fue muy diferente: la expulsión de los habitantes árabes y la organización de una nación exclusivamente judía del Mediterráneo al río Jordán. En la actualidad han abandonado dicha visión fallida y en su lugar buscan como ajustar sus fronteras y mantener un Israel con una mayoría judía.

En la Ribera Occidental el gobierno israelí ha construido un muro entre las áreas judías y árabes y constantemente usurpa el territorio palestino estableciendo asentamientos. Mantiene un bloqueo contra la Franja de Gaza que previene que los palestinos de allí trabajen en Israel y gocen de relaciones comerciales y de movimiento normales con el resto del mundo. Esto refuerza su dependencia de donaciones de Naciones Unidas y otras agencias, lo cual entorpece el desarrollo de la lucha de clases.

Los palestinos que son ciudadanos de Israel enfrentan discriminación sistemática en el empleo, servicios gubernamentales, educación y en la propiedad de tierra y vivienda. Pero a la vez, los judíos y los árabes dentro de Israel pueden viajar en los mismos autobuses, asistir a las mismas universidades, trabajar en las mismas fábricas, pertenecer a los mismos sindicatos y luchar juntos por mejores salarios y condiciones. Ciudadanos israelíes, tanto judíos como palestinos, participaron en las protestas sociales en torno a la vivienda y la inflación que tuvieron lugar por todo el país en el verano de 2011.

Abre puerta al antisemitismo

El catedrático de derecho israelí Amir Paz-Fuchs dijo al Militante por teléfono desde Oxford, Inglaterra, el 30 de diciembre, que él había apoyado el movimiento de boicot cuando vivía en Israel por “frustración”.

“Sentí que habíamos trabajado los últimos 30 años para que el gobierno pusiera fin a sus violaciones mas descaradas y habíamos fracasado rotundamente”, dijo. “Creíamos que cualquier cosa que se haga para obligar al gobierno israelí a cambiar, está bien”.

Pero después de aceptar una posición en la universidad de Oxford ha empezando a cuestionar la táctica. “Un profesor de física aquí se negó a aceptar a un estudiante de posgrado porque venía de Israel”, dijo. “Soy probablemente la última persona que debería hablar de antisemitismo, pero lo que pasó aquí apesta a esto”.

Paz-Fuchs plantea una cuestión importante. La cuestión judía no ha desaparecido y el capitalismo sigue siendo una trampa mortal para el pueblo judío. El antisemitismo, el odio a los judíos y las teorías de conspiración, excavadas del pasado, tienen como objetivo que el pueblo trabajador culpe a los judíos de la crisis del capitalismo y desvíe su atención del verdadero enemigo: los patrones y su sistema de explotación. Adaptarse al antisemitismo representa un peligro para la clase trabajadora y la lucha palestina.

Unirse al debate es ‘más poderoso’

En 2011 el novelista británico Ian McEwan fue invitado a Israel para aceptar el premio de Jerusalén en literatura. Él se negó a aceptar los llamados a que boicoteara la invitación. En cambio, en un discurso ampliamente comentado en Israel, McEwan denunció al gobierno israelí por el “continuo desalojo e incesantes compras de viviendas palestinas en Jerusalén Oriental, el hecho de que se cede el derecho de retorno a los judíos pero no a los árabes” y la conversión de la Franja de Gaza en una “prisión de largo plazo”. También criticó a Hamas por haber adoptado “el nihilismo del terrorista suicida, de disparar cohetes ciegamente a las aldeas, y el nihilismo de la política de aniquilar a Israel”.

“Lo que hizo fue mucho más poderoso y requirió más valentía que rehusarse a venir”, dijo Paz-Fuchs.

El pueblo palestino es la fuerza motriz de la lucha de liberación y de las luchas por los derechos de los palestinos que tienen lugar hoy en día: desde las luchas contra la discriminación en el empleo y la vivienda, hasta la lucha por el derecho de los beduinos a quedarse en las tierras en las que han vivido por décadas, la lucha contra el muro en la Ribera Occidental, el embargo económico contra la Franja de Gaza, la lucha por los derechos al agua y por la libertad de los presos políticos palestinos en cárceles israelís.

Ya que Israel es el país capitalista más desarrollado de la región, con una clase obrera grande y multinacional, hay más oportunidades que nunca para hacer avances en estas luchas.

La táctica del boicot del apartheid israelí deja a sus partidarios desorientados e incapaces de aprovechar los verdaderos acontecimientos en la lucha de clases en Israel, como la lucha actual de los inmigrantes sudaneses y eritreos para que se les conceda estatus de refugiado.
 
 
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