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Vol. 78/No. 5      10 de febrero de 2014

 
Obama intenta legitimar el espionaje
(portada)
 
POR JOHN STUDER  
El presidente Barack Obama dio un discurso el 17 de enero con el propósito de “brindar al pueblo americano mayor confianza de que sus derechos están siendo protegidos, aún cuando nuestras agencias policiales y de inteligencia están manteniendo sus herramientas”.

El programa de minería de datos de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) que recoge miles de millones de “metadatos” de registros de llamadas telefónicas y otros tipos de comunicación por todo el mundo, “nunca antes había sido objeto de un debate público riguroso”, dijo Obama.

Por supuesto, la intención era mantener el programa entero en secreto absoluto.

La atención en ciertas prácticas de las agencias de espionaje producida por la filtración de información de Edward Snowden, ex-contratista de la NSA, ha avivado la desconfianza en el gobierno de Estados Unidos en un momento en el que los índices de popularidad de Obama son los más bajos desde que asumió la presidencia.

“Lo que no hice fue eliminar estos programas”, dijo Obama, porque “siento que nos hacen más seguros”, y nada “indicaba que nuestra comunidad de inteligencia estaba tratando de violar la ley o que no le importan las libertades civiles de sus conciudadanos”.

“Después de todo”, dijo, “la gente de la NSA y las otras agencias de inteligencia son nuestros vecinos. Son nuestros amigos y familiares. Tienen cuentas de banco por internet y registros médicos digitales como todo el mundo. Tienen a sus hijos en Facebook y en Instagram”.

Obama planteó sus opiniones y propuestas personales, además de una serie de órdenes ejecutivas unilaterales para retocar los programas de espionaje electrónico, centralizar más su dirección en la oficina del ejecutivo y realizar más estudios y análisis de los programas.

Mientras Obama buscaba a la vez elogiar el trabajo de las agencias y mitigar la preocupación pública por el incremento de las operaciones de espionaje desde el 11 de septiembre, 2001, reconoció que han habido problemas en un pasado distante en los que las agencias de espionaje “no han sido inmunes al abuso de la vigilancia”.

“En la década de 1960 el gobierno espió contra los dirigentes de la lucha por los derechos civiles y los críticos de la Guerra de Vietnam”, dijo. Olvidó mencionar las décadas de espionaje y campañas de desbaratamiento del FBI contra sindicatos, grupos de lucha por los derechos de los negros, socialistas y otras agrupaciones políticas que aún continúan en la actualidad.

“Reformaremos los programas y procedimientos actuales para proveer más transparencia de nuestras actividades de vigilancia”, dijo Obama. Esto implica solicitar al director nacional de inteligencia que considere periódicamente desclasificar algunas de las decisiones del Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (FISA) sobre solicitudes de órdenes judiciales de espionaje.

Volviendo a la raíz del clamor público, “es importante” dijo Obama, que el programa de metadatos “mantenga la capacidad para el cual fue diseñado”.

Pero, para disipar la preocupación pública, Obama dijo que ha ordenado una transición que pondrá fin a este programa “tal como existe ahora”. Su idea es que la NSA deje de controlar la inmensa base de datos de información electrónica y telefónica, y posiblemente obligar a las corporaciones de teléfonos y del Internet a que ellas la almacenen o alternativamente contratar una compañía privada.

Mientras tanto, Obama dijo que la NSA ahora deberá presentarse ante al tribunal de FISA para solicitar permiso cuando quiera tener acceso a los metadatos. Esta medida provocó algunas quejas de secciones de la clase dominante como un fastidio burocrático innecesario. Obama dijo que le daba órdenes a las agencias de espionaje y al fiscal general para que le brinden más ideas para tomarlas en consideración.

Volviendo a las filtraciones de Snowden que revelaron un considerable espionaje por parte de Washington de los gobernantes de muchos países, desde Alemania hasta Brasil, Obama dijo que quería tomar pasos para “mantener la confianza y cooperación entre los pueblos y los gobiernos de todo el mundo”.

Su nuevo decreto presidencial, dijo, debe garantizar a todos que la información obtenida del espionaje en el extranjero solo será usada para “propósitos de seguridad nacional legítimos”.

Pero seguirá siendo utilizada para algunas cosas, como “contraespionaje, contraterrorismo, contraproliferación, seguridad cibernética, reforzar la protección de nuestras tropas y de nuestros aliados, y combatir el crimen internacional, incluyendo la evasión de sanciones”. Esto último se refiere a las campañas de Washington para imponer dificultades económicas a pueblos cuyos gobiernos busca cambiar, como el caso de Cuba, Corea del Norte e Irán.

Las dirigentes extranjeras no deben preocuparse de que serán objetivo de espionaje, dijo, a menos que “haya un propósito de seguridad nacional urgente”.
 
 
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