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Vol. 79/No. 2      26 de enero de 2015

 
(portada)
Acciones ultraizquierdistas socavan
lucha contra brutalidad policiaca

 
Militante/Ruth Nebbia
Protestas contra brutalidad policiaca tras muertes de Eric Garner y Michael Brown fueron las más amplias, más multinacionales en décadas. Arriba, marcha en Washington, 13 de diciembre.

POR SETH GALINSKY
NUEVA YORK—Decenas de miles de trabajadores han salido a las calles durante los últimos meses para protestar contra las muertes a manos de la policía de Eric Garner en Staten Island y de Michael Brown en Ferguson, Missouri. Las protestas contra la brutalidad policiaca han sido más grandes, más multinacionales y con mayor participación de los sindicatos que las que han tenido lugar en décadas.

Las protestas se vieron fortalecidas por la creciente resistencia de los trabajadores a la profunda crisis económica capitalista. Algunos trabajadores de Walmart y de restaurantes de comida rápida que están luchando por un salario de 15 dólares por hora, un sindicato y una semana laboral completa de 40 horas; así como trabajadores de la salud miembros del sindicato 1199 SEIU y otros sindicalistas se han unido a las protestas.

Más personas se están dando cuenta que la brutalidad e intimidación policiacas están dirigidas contra toda la clase trabajadora. Aunque los africano-americanos son desproporcionadamente el blanco de estos ataques, cada año miles de caucásicos, latinos y asiáticos también han sido víctimas de la policía.

Las protestas sufrieron un golpe a consecuencia de los efectos de actos de provocación ultraizquierdistas realizados en las manifestaciones en Nueva York, Washington y otras partes que crearon una atmósfera en la que un individuo trastornado como Ismaaiyl Brinsley se sintió alentado a asesinar a dos policías de Nueva York, Rafael Ramos y Wenjian Liu, el 20 de diciembre. Poco antes de matar a Ramos y a Liu, Brinsley puso un mensaje en Instagram: “Ellos tomaron la vida de 1 de los nuestros… tomemos 2 de ellos”, según el Departamento de Policía de Nueva York (NYPD).

Los familiares de Brown y de Garner condenaron el asesinato de los policías. “A todos los que estén con nosotros, no queremos que usen el nombre de Eric Garner para la violencia, porque no estamos a favor de eso”, dijo a los periodistas Gwen Carr, la madre de Garner.

La policía, los medios capitalistas y los políticos —desde el alcalde liberal Bill de Blasio al conservador New York Post— aprovecharon las muertes para exigir el cese de las manifestaciones.

Provocaciones socavan protestas
En dos de las protestas más grandes contra la brutalidad policiaca el 13 de diciembre —de 10 000 personas en Washington y más de 25 000 en Nueva York— pequeños grupos de provocadores ultraizquierdistas promovieron consignas que eran un 100 por ciento contrarias a los objetivos de las protestas y de la abrumante mayoría de los participantes. En Nueva York, un grupo en la protesta coreaba, “¿Qué queremos? ¡Policías muertos!” En Washington, varios manifestantes que intentaron tomar control de la plataforma portaban pancartas que decían, “‘Manos arriba, no disparen’ no funcionó. Puños arriba, a contraatacar”.

Esta incontrolada conducta provocadora en el seno de las protestas —ante la ausencia de una dirección proletaria lo suficientemente fuerte para organizar un movimiento disciplinado— creó una atmósfera en la que un Brinsley se sintió alentado a actuar.

Protestas tras muerte de Garner
El ataque del 17 de julio contra Garner fue grabado en un video que fue ampliamente distribuido en la Internet. Millones de personas lo vieron. Garner no hizo nada para provocar el ataque y se le puede escuchar diciendo 11 veces “no puedo respirar” mientras el policía Daniel Pantaleo le aplica una llave al cuello y otros oficiales se lanzan sobre su espalda.

Los reglamentos del NYPD prohíben las llaves al cuello que bloqueen la respiración, pero no prohíben explícitamente las que comprimen las arterias carótidas, como la que fue utilizada por Pantaleo contra Garner. A pesar de la “prohibición”, las llaves al cuello son procedimientos normales de la policía de Nueva York —y de los departamentos de policía de todo el país. Según un informe del gobierno municipal, el uso de la llave está creciendo. La revista Police escribió en su edición del 30 de enero de 2014 que el propósito de la ampliamente utilizada “restricción carótida” es dejar inconsciente a la persona arrestada por 7 a 10 segundos para que sea más fácil ponerle las esposas.

La policía y sus apologistas sostienen que el uso de estas llaves al cuello —como el uso de pistolas Tasers— son reformas progresistas que evitan muertes, y permiten que los policías controlen a los sospechosos en vez de matarlos a tiros. Dicen que estos métodos protegen tanto a los policías como a las personas que están tratando de controlar, pero que “desafortunadamente” a veces matan a la gente.

La policía y sus partidarios aprovecharon el asesinato de Ramos y de Liu para calumniar a todo el movimiento de protesta, alegando que las críticas a la policía abrieron las puertas a la muerte de los policías.

El alcalde de Blasio hizo un llamado a que se suspendieran las protestas contra la muerte de Garner hasta por lo menos después del entierro de los dos oficiales. Cuando se realizó la siguiente protesta, el New York Daily News —que había editorializado a favor de la presentación de cargos contra Pantaleo— publicó un titular de portada dirigido a los manifestantes “¿No tienen ninguna vergüenza?”

Aunque por ahora las protestas contra la brutalidad policiaca han menguado, los policías continuarán actuando como se lo exigen los gobernantes capitalistas: tratando al pueblo trabajador como una clase criminal a la cual hay que mantener bajo control. La brutalidad policiaca es parte de su programa y más palizas y muertes son inevitables.

Los trabajadores, a medida que continúen uniéndose para luchar contra los incesantes ataques de los patrones y su gobierno, construirán una dirección capaz de contener los disturbios ultraizquierdistas y enfrentar la brutalidad y las muertes a manos de la policía a medida que se transforman a si mismos en el camino hacia el derrocamiento de la dominación capitalista.  
 
 
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