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Vol. 79/No. 39      2 de noviembre de 2015

 
(artículo principal)
Ataques a los judíos, represión israelí,
golpes a clase obrera

 
POR SETH GALINSKY  
La ola de apuñalamientos y otros ataques contra judíos en Jerusalén Este, Cisjordania e Israel —incitados abiertamente por Hamas y con el consentimiento de los dirigentes de la Autoridad Nacional Palestina— ha perjudicado la lucha por los derechos nacionales de los palestinos. El gobierno israelí ha respondido con una fuerza brutal y desproporcionada incluyendo los “castigos colectivos” contra la población palestina y la destrucción de hogares de familias palestinas.

Desde mediados de septiembre hasta el 19 de octubre nueve judíos han muerto y decenas han sido heridos en más de 30 ataques, realizados en su mayoría por residentes permanentes de Jerusalén Este. Muchos de los agresores han sido abatidos a tiros.

Al mismo tiempo, las tropas israelíes han matado a por lo menos 17 manifestantes palestinos y herido a centenares durante protestas en Cisjordania y la Franja de Gaza durante las últimas semanas.

La reacción del gobierno israelí a los ataques terroristas ha inflamado las tensiones y alentado las represalias justicieras contra los árabes. En un video ampliamente difundido se puede ver a Israa Abed, una ciudadana árabe de Israel de 30 años de edad, con un cuchillo en la mano después de intentar un ataque en la estación de autobuses en Afula, cerca de Nazaret. Aunque ella no hizo ningún movimiento hacia los policías que la tenían rodeada, ellos le dispararon seis veces.

Hamás, el grupo islamista reaccionario que gobierna la Franja de Gaza y el principal rival de la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania, elogió los ataques. “La intifada ha sido revivida”, dijo el dirigente de Hamas Ismail Haniyeh el 9 de octubre.

La primera intifada —que comenzó en 1987 y duró cuatro años— fue un alzamiento de masas en Gaza y Cisjordania, encabezado por una nueva generación de combatientes. Reafirmó que los palestinos no pararían de luchar mientras enfrenten la opresión y discriminación nacional. Ganó el apoyo de un gran número de israelíes, pero no logró forjar un nuevo liderazgo que pudiera ofrecer una alternativa revolucionaria a los grupos como Fatah y las fuerzas islamista reaccionarias.

Los ataques con cuchillo son todo lo contrario, son una consecuencia de la bancarrota política de estas organizaciones que se dicen hablar en nombre del pueblo palestino.

El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ordenó que se establecieran puestos de control en los barrios árabes en Jerusalén Este, una forma de castigo colectivo, a pesar del amplio reconocimiento que la mayoría de los palestinos no tienen nada que ver con los ataques terroristas.

“No es bueno”, dijo Ahmed Rajabi, un palestino en Jerusalén Este que trabaja en un lavadero de autos, al New York Times, al referirse a un ataque terrorista en un autobús cerca de allí el 13 de octubre. “No estamos de acuerdo con esas cosas”.

Además de la demolición de las casas de supuestos terroristas, el gabinete de Netanyahu ordenó que se acelerara la construcción de un muro de separación que atraviesa grandes áreas de Cisjordania y le dificulta a los palestinos llegar a sus granjas y pueblos aledaños.

Disputa sobre mezquita Al-Aqsa

Los ataques contra los judíos se aceleraron después que el presidente de la Autoridad Nacional Palestina Mahmoud Abbas hablara ante la Asamblea General de la ONU el 30 de septiembre.

Abbas acusó a Netanyahu de estar tramando un plan para anular el acuerdo según el cual el gobierno jordano y la autoridad religiosa musulmana Waqf administran la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén Este, uno de los sitios más sagrados para los musulmanes, conocida por los judíos como el Monte del Templo. El acuerdo se remonta a la Guerra de los Seis Días de 1967, cuando el ejército israelí ocupó Cisjordania y Jerusalén Este. Como parte del acuerdo, los judíos pueden visitar el sitio solamente en tiempos determinados.

Netanyahu dice que el gobierno no tiene ninguna intención de cambiar el status quo. Pero a menudo se ha hecho de la vista gorda cuando grupos derechistas, incluyendo miembros de su gabinete, han organizado visitas provocadoras al sitio.

En el discurso ante la ONU Abbas leyó una lista de las violaciones de los derechos de los palestinos del gobierno israelí, incluyendo la continua construcción de asentamientos israelíes en Cisjordania y la encarcelación de 6 mil presos políticos palestinos.

Pero en vez de presentar un vía para la movilización de las masas palestinas, ganar la autoridad moral y obtener el apoyo del pueblo trabajador y de otros dentro de Israel, Abbas dijo que la Autoridad Nacional Palestina ya no está vinculada a los previos “acuerdos, y que Israel debe asumir todas sus responsabilidades como un poder de ocupación, porque el status quo no puede seguir más”.

Cuando empezaron los recientes ataques contra los judíos, Abbas se negó a condenarlos. Más bien, él y la mayoría de los medios pertenecientes a palestinos se han referido a los ataques como “supuestos ataques”, o han negado que sucedieron.

Como venganza algunos judíos israelíes han atacado a árabes. Uri Rezken, un trabajador judío, fue acuchillado el 13 de octubre en un suburbio de Haifa. “Oí un grito que decía, ‘te lo mereces, te lo mereces, ¡bastardos árabes!’ Al darme la vuelta vi a un hombre haredi”, dijo Rezken a la radio del ejército israelí. “No hubiera sido correcto aunque yo fuera árabe. Todos somos seres humanos, todos somos iguales”.

Aumento de relaciones árabe-judías

Hay más lazos y relaciones entre los ciudadanos de Israel que son judíos y los que son árabes que en cualquier momento desde la fundación del país. No es raro que los judíos y árabes trabajen juntos en las mismas fábricas o negocios, o que pertenezcan al mismo sindicato y a veces se juntan para socializar.

En Jerusalén Este, donde han ocurrido la mayoría de los ataques, viven 300 mil palestinos. Aunque tienen el derecho de hacerse ciudadanos israelíes, la mayoría se ha negado a hacerlo y se han mantenido como residentes permanentes.

Casi el 80 por ciento de las familias árabes en Jerusalén viven por debajo de la línea oficial de pobreza, comparado al 21 por ciento de las familias judías. Los barrios árabes tienen calles llenas de baches e servicios inadecuados de agua potable, aguas negras y recolección de basura. Cada año las autoridades municipales demuelen decenas de casas árabes alegando que fueron construidas ilegalmente, mientras le permiten a los grupos derechistas israelíes comprar propiedades en el barrio musulmán y el barrio de Silwan. Actualmente viven allí más de mil colonos judíos.

Cisjordania, supuestamente bajo el control de la Autoridad Nacional Palestina, se parece más a un panal de cantones, con el 60 por ciento del territorio bajo el control directo israelí, el 22 por ciento bajo el control civil palestino pero con policías israelíes, y el 18 por ciento bajo el gobierno de la Autoridad Nacional Palestina de Abbas. Según un oficial del ejército israelí entrevistado por el diario Yedioth Aronoth, los colonos en Cisjordania “han arrancado centenares de olivos propiedades de los árabes, destruido casas, aplastado autos”, mientras las autoridades israelíes se hacen de la vista gorda.

 
 
 
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