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Vol. 80/No. 32      29 de agosto de 2016

 

Debate sobre Rusia revela crisis en política exterior de Washington

 
POR MAGGIE TROWE
El creciente desorden mundial del capitalismo y la creciente crisis de la política exterior y militar de Washington se han profundizado en los últimos 25 años desde el derrumbe de la Unión Soviética cuando los gobernantes de Estados Unidos concluyeron erróneamente que habían ganado la Guerra Fría. La intensificación de su intervención militar en el Medio Oriente y otros países ha cosechado consecuencias imprevistas.

Esto ha producido un debate mordaz entre la candidata demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump sobre las relaciones con Moscú y su presidente, Vladimir Putin, y el grado en que pueden utilizar la maquinaria bélica de Washington desde Iraq a Afganistán hasta el Mar del Sur de China.

El debate tiene lugar cuando el gobierno de Barack Obama provocativamente se prepara a desplegar batallones de la OTAN en la frontera rusa en los países bálticos.

Cuando se filtraron los correos electrónicos que revelaron que funcionarios del Partido Demócrata en el campo de Clinton habían planeado desacreditar a Bernie Sanders llamándolo ateo y judío, los líderes demócratas implicados trataron de desviar la atención de sus acciones burdas y antisemitas culpando a Rusia y a Trump.

“Fueron los rusos los que cometieron esta filtración con el fin de ayudar a Donald Trump y afectar a Hillary Clinton”, dijo Robby Mook, el jefe de la campaña de Clinton el 25 de julio. Las acusaciones de los demócratas de que Trump es indulgente con Moscú no son nuevas. En marzo Clinton dijo que si Trump es elegido, “será como la navidad en el Kremlin”.

Después de que Trump sugirió jocosamente de que Putin podría dragar los correos electrónicos perdidos de Clinton que fueron buscados en una investigación congresional sobre su conducta como secretaria de estado, Michael Morell, el ex director interino de la CIA, dijo que Putin había “reclutado a Trump como un agente inconsciente de la Federación Rusa”.

Tras la caída de la asesina burocracia estalinista en la Unión Soviética en 1991, los gobernantes estadounidenses se jactaron de haber ganado la Guerra Fría y actuaron conforme a esto en el escenario mundial. Pero Washington había dependido de la ayuda del aparato represivo de Moscú y los partidos estalinistas contrarrevolucionarios por todo el mundo para descarrilar y suprimir las luchas de la clase obrera.

Las falsas suposiciones de Washington han llevado a las administraciones demócratas y republicanas por igual a intervenir en el extranjero cuando han visto inestabilidades o amenazas a los intereses norteamericanos.

Pero lejos de desembocar en la estabilidad para la explotación imperialista norteamericana, las décadas de guerra en Iraq y Afganistán han desgarrado al Medio Oriente, dejando en su paso muerte y destrucción, ha resultado en la formación del Estado Islámico —dirigido por los ex jefes militares del régimen de Saddam Hussein en Iraq— y ha forzado a millones de personas en Siria y otros países a buscar refugio en Europa.

Debilitado y golpeado por una serie de desastres militares, Washington actúa de forma contradictoria. Percibiendo su impotencia en el Medio Oriente, los capitalistas estadounidenses “pivotaron” para obtener la ayuda de Moscú, y la de Teherán, para tratar de poner fin a la guerra en Siria y derrotar al Estado Islámico. Al mismo tiempo, el gobierno de Obama ha reforzado provocativamente su presencia militar en el este de Europa, países que Moscú considera como su zona de amortiguamiento en el “extranjero cercano”. El Kremlin considera esto como una amenaza directa. A su vez, Washington está “modernizando” su arsenal de armas nucleares invirtiendo un billón de dólares durante 30 años.

Altos funcionarios del Pentágono advierten sobre las medidas “revanchistas” de Rusia para recuperar el territorio perdido. Pero si hay una potencia que está tratando de recuperar la hegemonía y el prestigio perdidos, es Washington.

No hay una nueva Guerra Fría. Rusia no es una superpotencia. El colapso de los precios del petróleo y del gas han puesto a la economía rusa en una profunda crisis y han generado un amplio descontento con el gobierno de Putin. La economía rusa se contrajo un 4 por ciento en 2015. Alrededor de 19 millones de rusos viven por debajo del nivel de pobreza de 139 dólares al mes. A principios de este año sucedieron protestas de camioneros durante varias semanas contra un nuevo impuesto de circulación.

Sin embargo, los pasos tomados por Putin en Siria y en el “extranjero cercano”, y sus esfuerzos para fortalecer los lazos militares y económicos con China y Turquía, demuestran que percibe la debilidad del imperialismo norteamericano posterior a la Guerra Fría.

Los capitalistas estadounidenses, sintiendo la tensión de la depresión que no pueden resolver, e incapaces de imponer un nuevo orden imperialista, continuarán en un curso vacilante y peligroso, sin importar quien gane la Casa Blanca en noviembre.  
 
 
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