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Vol. 80/No. 39      17 de octubre de 2016

 
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Victoria del Partido Rusia Unida encubre descontento de trabajadores

 
POR NAOMI CRAINE
El presidente Vladimir Putin elogió los resultados de las elecciones del 18 de septiembre en Rusia como una gran victoria, diciendo que los votantes escogieron “la estabilidad y tienen confianza en la principal fuerza política”. Su partido, Rusia Unida, aumentó su mayoría parlamentaria a más del 75 por ciento de los 450 escaños en la Duma.

Un examen más detenido revela una imagen diferente. Los trabajadores y agricultores en Rusia están siendo golpeados por los efectos de la crisis económica mundial del capitalismo y están cada vez más descontentos.

La economía rusa ha estado en recesión por más de un año y medio. Los efectos de la desaceleración mundial en el comercio y la producción, y la caída en el precio del petróleo, una de los principales productos de exportación de Rusia, se ven agravados por las sanciones impuestas por Washington y otras potencias imperialistas después que Moscú se anexara a Crimea en 2014.

La producción manufacturera se ha reducido, y la construcción se contrajo un 10 por ciento en el primer semestre de 2016, alcanzando un nivel más bajo que durante la recesión de 2009. Los salarios reales de los trabajadores rusos cayeron aproximadamente el 10 por ciento el año pasado. El 66 por ciento de las familias gastan más de la mitad de sus ingresos en el alquiler y servicios públicos, los cuales subieron un 55 por ciento en 2009.

El 17 por ciento de los trabajadores reportaron retrasos en sus pagos, informó el 26 de septiembre el periódico ruso Kommersant. Esto ha sido una de las principales causas de un incremento en las protestas laborales.

Los mineros de Gukovo, en el suroeste de Rusia, han estado protestando desde mayo bajo el lema, “No somos esclavos”. Exigen el pago de 12 meses de salarios atrasados que les debe King Coal, su empleador, que ahora está en bancarrota. Tras una huelga de hambre en agosto que atrajo la atención nacional de los medios de comunicación, finalmente recibieron una parte de lo que les deben.

La participación en los comicios del 18 de septiembre fue de menos del 48 por ciento de los votantes, menos que el 60 por ciento que asistió hace cinco años. En Moscú, San Petersburgo y otras de las principales ciudades menos del 30 por ciento asistieron a las urnas. En Irkutsk, en el sur de Siberia, una región donde están aumentando los paros laborales, solo el 28 por ciento votó.

Putin, el ex jefe del Servicio Federal de Seguridad (FSB), la policía secreta, ha estado al frente del gobierno desde que fue nombrado primer ministro en 1999. Después del colapso de la Unión Soviética en 1991, ex burócratas soviéticos utilizaron sus posiciones privilegiadas para amasar fortunas con la privatización de grandes porciones de la economía rusa. Una capa de “asesores” estadounidenses de la Universidad de Harvard, junto con banqueros y gestores de fondos de cobertura, participaron en el saqueo en nombre de ayudar en la implementación de “reformas de mercado”.

En representación de los capitalistas rusos que surgieron de esta orgía de saqueo, Putin ha utilizado el control estricto de las noticias para aumentar el patriotismo y el apoyo a su régimen. Destaca las intervenciones y acciones militares en el extranjero, desde Ucrania hasta Siria.

Putin depende de una estrategia que se remonta al zarismo, el tratar de mantener una zona de amortiguación en el “extranjero próximo” de Moscú para hacer más difícil la interferencia de los poderes imperialistas europeos y de Washington. El gobierno de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN han presionado a Moscú, desplegando tropas y armamentos en algunos de los países de Europa oriental que se independizaron tras la caída de la Unión Soviética.

Esto es lo que está detrás de la anexión de Crimea por Moscú y la continua intervención en el este de Ucrania desde que los trabajadores de ese país se movilizaron en 2014 en lo que llegó a conocerse como el Maidan, y que derrocó al régimen vasallo de Viktor Yanukovich.  
 
 
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