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Vol. 80/No. 45      28 de noviembre de 2016

 
(artículo principal)

Partido Socialista de los Trabajadores: ‘¡Su partido!’

Triunfo de Trump marca crisis de partidos de los patrones

2016: Las elecciones más importantes en 100 años

Militante/Deborah Liatos
Dennis Richter (der.), candidato del PST para alcalde de Los Angeles, habla con Lanordo Conn en edificio Marmion Royal, donde los inquilinos están luchando contra aumentos del alquiler y desalojos. A la izq., miembros del PST Anthony Dutrow y Ellie García.
 
POR NAOMI CRAINE
Las elecciones presidenciales de noviembre de 2016 en Estados Unidos han sido las más significativas en más de un siglo. Registraron los golpes que ha recibido la estabilidad del sistema bipartidista —a través del cual la clase capitalista de Estados Unidos ha gobernado— desde la crisis financiera capitalista de 2008-2009. Tanto el Partido Demócrata como el Republicano están siendo fuertemente conmocionados.

La crisis del capital bancario y monetario es resultado de décadas de declive de la tasa de ganancias y la contracción de la producción, el comercio y la contratación. Las maneras de operar del sistema capitalista, impulsadas por la competencia y las políticas resultantes de la clase patronal y su gobierno, imponen cargas cada vez mayores sobre las espaldas del pueblo trabajador: desempleo, caída de salarios reales, incremento del ritmo de producción y condiciones de trabajo peligrosas, drástico aumento de los costos médicos, la eliminación de pensiones y más.

Estas consecuencias sociales y políticas de la crisis de los capitalistas se explican en el nuevo libro de Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, el cual fue publicado en inglés unos días antes de las elecciones y pronto será publicado en español: El historial anti-obrero de los Clinton: Por qué Washington le teme al pueblo trabajador. “Barnes describe el costo humano que ha significado para el pueblo trabajador en Estados Unidos”, dice el dirigente del PST Steve Clark en la introducción del libro, “incluso cómo ha sido devastada la exigua ‘red de protección social’ conquistada por la clase trabajadora en Estados Unidos en reñidas batallas a lo largo de las décadas. Explica lo que un número creciente de trabajadores ya percibe que nos está pasando, por más que lo nieguen los ricos y poderosos. Estamos viviendo una contracción económica y crisis financiera a fuego lento: una crisis capitalista global como nunca hemos visto”.

Más y más trabajadores y agricultores ya están hoy “participando en discusiones amplias y airadas sobre esta realidad capitalista”, señala Clark. “Aunque nadie puede prever cuando sucederá, los capitalistas financieros y los profesionales bien remunerados a su servicio perciben que nos esperan crecientes luchas: luchas de clases”.

Es por eso que “por primera vez en muchas décadas, los capitalistas estadounidenses y su gobierno han empezado a temerle a la clase trabajadora”.

Millones votaron por ‘un cambio’

Hillary Clinton actuó como si pudiera ganar las elecciones dándole la espalda al pueblo trabajador y a las cada vez más desesperantes condiciones que confrontan decenas de millones de personas por todo Estados Unidos. Hizo poco esfuerzo para hacer campaña en las áreas obreras del Medio Oeste, desde Michigan a Wisconsin. En nombre de lograr una energía más limpia, dijo, “Vamos a deshacernos de muchos mineros y empresas mineras”. Y despreciativamente calificó a los trabajadores que estaban considerando votar por Trump de “deplorables e irredimibles”.

Muchos de los lugares clave que movieron la balanza a favor de Trump y le ayudaron a ganar el voto electoral eran áreas obreras en las que, una mayoría, incluyendo los trabajadores caucásicos, habían votado por Barack Obama en 2012. En el condado Monroe de la región minera de Ohio, Obama le ganó al republicano Mitt Romney por 8 puntos hace cuatro años: esta vez Trump ganó por 47 puntos. En el condado Luzerne, en Pensilvania, centro del área industrial de Wilkes-Barre, Trump ganó por 19 puntos. Allí Obama había ganado por un 5 por ciento.

Además, mucho menos trabajadores negros salieron a votar por Clinton. En Detroit, el margen de victoria de Clinton fue 90 mil votos menos que los obtenidos por Obama en 2012. En Flint, Michigan, su margen fue menos de la mitad de los de Obama cuatro años antes. En el distrito 15 de Milwaukee, un área en la que el 84 por ciento son africano americanos, el número de votantes cayó en un 19.5 por ciento en comparación a 2012.

El resultado de las elecciones hizo volar en pedazos la ilusión de Clinton y su maquinaria de que podían contar con una avalancha de africano americanos a su favor en todas partes, comparable a la que hubo en respuesta al primer candidato presidencial del Partido Demócrata que era negro. Tampoco hubo una avalancha de votos a favor de Clinton entre los latinos y las mujeres.

“Estamos peor que antes”, dijo al New York Times Jahn Toney, uno de los peluqueros de Upper Cutz. “Ningún presidente en toda mi vida”, incluyendo Obama por quien votó dos veces, dijo Toney, “ha hecho nada para mejorar la vida del pueblo negro”.

La misma historia se repetía en las zonas obreras y agrícolas de todo el país. A medida que las condiciones empeoraron para millones de trabajadores bajo Obama, muchos buscaron algo nuevo, un “cambio”. Pero millones más no pudieron tolerar a ninguno de los dos candidatos y simplemente se quedaron en casa. La abstención fue la más alta en 20 años.

Los ‘estúpidos trabajadores blancos’

Muchos liberales burgueses, radicales de clase media y una gran parte de los medios capitalistas dicen que Trump ganó a causa de una reacción racista de parte de los que ellos llaman la “clase trabajadora blanca”. De algún modo millones de trabajadores que habían votado a favor de un africano americano para presidente en 2008 y 2012 ¡se transformaron de una manera extraordinaria en intolerantes reaccionarios unos pocos años después!

Un número creciente de liberales van aún más allá de esto diciendo que los resultados demuestran que los trabajadores son una masa de estúpidos y carentes de educación cuyo derecho a votar presenta peligros cada vez mayores.

"Trump ganó porque los votantes son ignorantes, literalmente”, fue el encabezado de un artículo de Jason Brennan en la revista Foreign Policy. El presidente electo recibió “un apoyo masivo de blancos sin educación y poco informados”, dijo. Fue un “baile de los bufones”.

Brennan, un profesor de la Universidad de Georgetown aboga por limitar el derecho a votar a los que aprueben un examen de “conocimiento político”, o que los votos de personas “muy informadas" (como él), deben contar más.

Este desprecio —y sobre todo temor— hacia la clase trabajadora es típico entre los que el dirigente del PST Jack Barnes denomina miembros de la “meritocracia” en su reciente libro ¿Son ricos porque son inteligentes? Clase, privilegio y aprendizaje en el capitalismo". Muchos en esta creciente capa de clase media, concentrada mayormente en las universidades, fundaciones, los medios de comunicación y en la industria “tecnológica”, dice Barnes, “realmente creen que su ‘brillantez’, su ‘presteza’, sus ‘aportes a la vida pública’ les dan el derecho de tomar decisiones, de administrar y ‘regular’ la sociedad para la burguesía: en nombre de lo que alegan ser los ‘intereses del pueblo’”.

La izquierda pequeña-burguesa reaccionó a la elección de Trump con una similar histeria anti-obrera. “En su gran mayoría, los que asisten a los actos de Trump y lo aclaman son deplorables”, escribió la dirigente del Partido Mundo Obrero Teresa Gutiérrez haciendo suya la calumnia acuñada por Clinton. “La mayoría ha cruzado la línea” y “refleja un peligro”.

Sacudida de los partidos capitalistas

En los meses previos a las elecciones, Trump enfrentó una amplia oposición en los altos escalones del Partido Republicano. Sin embargo, lejos de ser domado por estos personajes, Trump está empeñado en rehacer al Partido Republicano a su propia imagen.

El Partido Demócrata está hecho añicos. El ala en torno al senador de Vermont Bernie Sanders, cuya campaña durante las primarias fue bloqueada por una flagrante campaña por parte de Clinton y la maquinaria nacional demócrata, está buscando tomar control del partido. “No estoy aquí para culpar a nadie”, dijo Sanders falsamente en un acto en Washington el 17 de noviembre, que fue parte de una serie de discursos que está dando alrededor del país.

“Pero los hechos están muy claros”, dijo. “Cuando se pierde la Casa Blanca al candidato menos popular en la historia de Estados Unidos, cuando se pierde el Senado, cuando se pierde la Cámara de Representantes y cuando dos tercios de los gobernadores del país son republicanos, es el momento de una nueva dirección para el Partido Demócrata”.

Primera de dos partes. Continuará en la próxima edición.
 
 
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