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Vol. 81/No. 14      10 de abril de 2017

 
(especial)

‘La revolución hizo realidad lo imposible’

Tributo a dirigente revolucionario Armando Hart en feria
del libro de La Habana

 
POR JONATHAN SILBERMAN
Y MARTÍN KOPPEL
LA HABANA — Armando Hart se incorporó al movimiento revolucionario cubano en 1952, a los 22 años.

Hart, uno de los dirigentes históricos de la Revolución Cubana, llegó a ser uno de los principales organizadores de la clandestinidad urbana del Movimiento 26 de Julio, que combatía a la dictadura de Fulgencio Batista, la cual era apoyada por Washington. El movimiento clandestino llevaba armas y suministros al Ejército Rebelde comandado por Fidel Castro. Realizaba acciones de sabotaje contra la policía, las fuerzas armadas y otros objetivos del gobierno en las ciudades. Movilizaba una extensa red de partidarios que recaudaban fondos y realizaban actividades de propaganda.

El avance victorioso y la creciente fuerza del Ejército Rebelde, combinado con una insurrección masiva del pueblo trabajador en las ciudades y los pueblos a nivel nacional, derrocó a la tiranía el 1 de enero de 1959, abriendo paso a la revolución socialista. A partir de entonces, Hart ha asumido responsabilidades centrales de dirección en el Partido Comunista de Cuba, como ministro de educación y de cultura y en otras instituciones.

La Feria Internacional del Libro de La Habana, celebrada del 9 al 19 de febrero, fue dedicada a Armando Hart. Ante todo, Hart “le enseñó a la gente a creer en ellos mismos”, dijo la escritora Graziella Pogolotti en el principal acto de homenaje. Su vida de actividad revolucionaria fue honrada en eventos especiales celebrados casi diariamente durante el festival cultural. Estos complementaron las presentaciones de libros, paneles, exposiciones y otras actividades que rindieron tributo al liderazgo histórico de Fidel Castro, quien falleció en noviembre pasado.

Hart es hoy director de la Oficina del Programa Martiano, que promueve la edición y el estudio de los escritos de José Martí, dirigente de las guerras cubanas de independencia contra España. El programa organiza actividades sociales para llegar a la juventud con el ejemplo de Martí.

Durante la feria un gran número de destacadas figuras políticas y culturales participaron en los paneles, lanzamientos de libros y otros eventos sobre la obra de Hart.

Entre estos, además de los otros mencionados en este artículo, estaban Guillermo García, comandante del Ejército Rebelde; Pedro Pablo Rodríguez, principal escritor en Cuba sobre el legado antiimperialista de Martí; y el antiguo vicepresidente cubano José Ramón Fernández, quien estuvo preso junto con Hart en la Isla de Pinos durante la lucha contra la tiranía batistiana y quien en 1961 comandó la principal columna que derrotó a la invasión a Cuba organizada por Washington en Playa Girón.

Se presentó una exposición de fotos, “Hart: Pasión por Cuba”, con la curaduría del conocido fotógrafo cubano Roberto Chile.

Hart insiste en que él nunca se puso a escribir un libro. Ha concentrado toda su energía y disciplina en su actividad política revolucionaria. No obstante, al seguir esos fines durante 65 años, Hart ha acumulado una obra que se está publicando en una colección de 16 tomos, de los cuales los primeros seis se presentaron en la feria este año. Estos tomos, publicados por distintas editoras cubanas, fueron compilados por la investigadora y editora Eloisa Carreras, esposa de Hart.

Vida de actividad revolucionaria
“Un revolucionario de todos los tiempos” fue el tema del principal evento que rindió honor a la obra de Hart. En el panel, celebrado el 14 de febrero en el centro cultural Casa de las Américas, hablaron Fernando Martínez Heredia, director del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y conocido escritor sobre el marxismo; Graziella Pogolotti, destacada crítica de teatro, ensayista y por mucho tiempo dirigente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba; y Lesbia Cánovas, presidenta de honor de la Asociación de Pedagogos de Cuba. La moderadora fue Ana Sánchez, directora del Centro de Estudios Martianos.

“La práctica política ha sido el centro de la actividad vital de Armando Hart desde que era un jovencito”, dijo Martínez Heredia. Dirigente fundador del Movimiento 26 de Julio, Hart “fue en todo momento un combatiente destacado”. Fue capturado y encarcelado tres veces por la dictadura: en 1954, en 1957, cuando hizo una audaz fuga, y nuevamente en 1958. Preso durante el último año de la guerra revolucionaria, Hart actuó con “dignidad ejemplar”, dijo Martínez.

“Los trabajos de Hart de aquella primera etapa, publicados en la prensa clandestina, su epistolario y los discursos de los primeros años del poder revolucionario”, dijo Martínez, “son una de las fuentes más valiosas para estudiar aquel movimiento histórico que liberó al país e inició las transformaciones más profundas de toda la historia del pueblo cubano”.

Después del triunfo de 1959, “Hart estuvo junto a Fidel en los organismos centrales políticos y estatales, en todas aquellas jornadas gloriosas”, dijo Martínez. Fue dirigente del recién fundado Partido Comunista de Cuba, siendo su secretario de organización durante varios años.

“Nunca olvidaré los valiosos aportes y la fraterna y solidaria actitud con que Hart trató al grupo de jóvenes revolucionarios al que pertenecí en los años 60”, dijo Martínez. “Aprendí mucho a partir de su ejemplo y de su orientación, su capacidad de escuchar y debatir, su ejemplar laboriosidad y sistematicidad en las tareas”.

Hart ha escrito extensamente de cómo, siendo “fidelista”, llegó a ser partidario del marxismo como “instrumento primordial para la creación y el desarrollo de una nueva cultura”, dijo Martínez. Para Hart, el marxismo era una guía para transformar la sociedad, no “un adorno o una camisa de fuerza”.

Esa trayectoria revolucionaria es lo opuesto del “sistema en que se había deformado a fondo y vuelto un dogma estéril el marxismo, desvío que había predominado en el mundo en las últimas décadas”, dijo Martínez, en referencia a lo que existió en la Unión Soviética y sus regímenes satélites antes de su colapso entre 1989 y 1991.

Lo que se ha logrado con la revolución socialista cubana “parecía imposible”, dijo Martínez. Pero “ahí se forjó Armando Hart, en la pelea por convertir los imposibles en realidades”. Frente a los actuales desafíos, “el mejor homenaje que pueden rendirle a Hart los jóvenes cubanos de hoy es emularlo”.

Transformación del aprendizaje
Lesbia Cánovas, veterana pedagoga, se enfocó en el liderazgo de Hart en la transformación de la educación y el aprendizaje en Cuba, una transformación que ha sido posible por la revolución. Hart, nombrado ministro de educación a los 28 años — uno de los dos ministros más jóvenes en el gobierno revolucionario— dirigió la campaña de alfabetización de 1961 que involucró a cientos de miles de trabajadores.

Elemento fundamental de esta proeza fue la movilización de más de 100 mil voluntarios —principalmente adolescentes recién reclutados, en su mayoría mujeres— que fueron al campo y alfabetizaron a 700 mil personas. Cánovas, con 13 años, fue una de esas voluntarias.

El analfabetismo, azote del pasado capitalista en Cuba, fue eliminado al cabo de un año. “Conmemoramos el pasado 22 de diciembre el 55 aniversario de la declaración de Cuba como Territorio Libre de Analfabetismo”, dijo.

La campaña de alfabetización, señaló Cánovas, no fue organizada por “expertos en pedagogía”. Fue elaborada y realizada con el apoyo de los sindicatos, la federación de mujeres y otras organizaciones de masas.

La ampliación del acceso a la educación, apuntó, se entrelazó con otras reivindicaciones sociales de los trabajadores y campesinos, tales como “las aspiraciones de reforma agraria, los reclamos de trabajo para todos y la superación del desempleo y la miseria”.

Otro pilar de las medidas dirigidas por Hart, dijo Cánovas, fue la Reforma Universitaria de 1962, cuyo objetivo era “que los hijos de los trabajadores ingresaran en las universidades”.

Para tener valor, “la educación tiene que tener una real conexión con la vida, con los problemas existenciales de la convivencia diaria”, dijo. En la Cuba prerrevolucionaria, las escuelas habían sido instituciones exclusivas, aisladas de la clase trabajadora y de la vida del pueblo trabajador en las ciudades y el campo.

Hart impulsó el esfuerzo, dijo Cánovas, para convertir “la escuela en el centro más importante de la comunidad… [para] que la escuela se abriera a la sociedad de la cual forma parte”.

Como dirigente revolucionario, dijo Graziella Pogolotti, Hart siempre ha sido una persona “de mente abierta”, que entiende “la esencia del pensamiento de Fidel”. Eso, subrayó, lo hizo idóneo como secretario de organización del Partido Comunista y luego como ministro de cultura de Cuba.

En su responsabilidad como secretario de organización de 1965 a 1970, Hart ayudó en “el trabajo de construcción del partido en circunstancias extremadamente difíciles —que no contaré aquí— de conflictos y enfrentamientos a sectarismos”, dijo. “Siguiendo la pauta indicada por Fidel, Hart fue capaz de ir construyendo, por encima de sectarismos, un partido del trabajo”, apuntó. “Ese fue el partido en el cual ingresamos una misma noche, en el cine Chaplin, Fernando Martínez Heredia y yo”.

En 1976, cuando Hart fue nombrado el primer ministro de cultura, “fue una alegría enorme”, dijo Pogolotti. “Acabábamos de transitar por momentos difíciles, momentos que se recuerdan hoy pintados de gris”.

Durante la primera mitad de los años 70, que llegó a conocerse como “el quinquenio gris”, el organismo oficial Consejo Nacional de Cultura, aplicó políticas contra muchos escritores, artistas y otros que fueron calificados como “políticamente no fiables”. Impidió que sus obras fueran publicadas o que ellos contaran con las condiciones necesarias para trabajar. Esto era lo opuesto de la política que la dirección revolucionaria cubana había reivindicado desde el comienzo.

Por ejemplo, en esa época fue cerrado el departamento de filosofía de la Universidad de La Habana, encabezado por Fernando Martínez Heredia, así como la revista Pensamiento Crítico, dirigida por Martínez. El “realismo socialista” —impuesto en la Unión Soviética desde los años 30 por el régimen estalinista en Moscú— hizo incursiones en Cuba, especialmente en la literatura, el teatro y el cine.

En 1976 la disolución del consejo y la creación del Ministerio de Cultura, con Hart al frente, inició “una transformación radical de esa realidad”, dijo Pogolotti.

Al restaurarse la política cultural promovida por la dirección revolucionaria, Hart asumió “la tarea delicada de cicatrizar heridas, de devolver la confianza a muchos escritores y artistas que habían vivido momentos amargos en aquellos años”.

Hart fue una figura visible en los esfuerzos de la dirección revolucionaria de ampliar el acceso a la cultura, dijo Pogolotti. Trabajó incansablemente para fomentar “las 10 Instituciones Culturales Básicas” en todos los municipios: bibliotecas, librerías, galerías de arte, museos, cines, talleres literarios, grupos de teatro, coros, bandas y centros culturales comunitarios. “Hart quería convencer hasta al último dirigente municipal del papel de la cultura”, comentó con una sonrisa.

Unos días antes, al participar en el programa televisivo nacional “Mesa Redonda”, Pogolotti dijo que bajo la dirección de Hart, en el Ministerio de Cultura se fomentó “creatividad, iniciativa, valentía y sobre todo capacidad de escuchar”.

Abel Prieto, actual ministro de cultura, hizo un comentario similar en Mesa Redonda. “La entrada de Hart en el Ministerio de Cultura”, dijo, “marcó sin dudas el regreso de la política cultural que había trazado Fidel con [su discurso de 1961] ‘Palabras a los Intelectuales’”.

Para nueva generación de militantes
Uno de los encuentros especiales que rindieron homenaje a Hart, celebrado el 18 de febrero, fue una presentación de dos libros. Uno era Armando Hart: Una vida, un sueño, una biografía en forma de historieta de la vida temprana del dirigente revolucionario. El libro, publicado por la Casa Editora Abril y dirigido a un público joven, fue escrito e ilustrado por Enrique Lacoste, caricaturista de la revista de humor político Palante.

El otro título, de la autoría de Hart, era Aldabonazo: En la clandestinidad revolucionaria cubana, 1952–58 . Este relato, que ha estado agotado en Cuba desde hace mucho tiempo, lo publica en español y en inglés la editorial Pathfinder, con sede en Estados Unidos.

En la tribuna estaban Armando Hart; Eloisa Carreras; Rubiel García, presidente de la Asociación Hermanos Saíz, organización nacional de jóvenes artistas; Lacoste; y Mary-Alice Waters, editora de Aldabonazo y presidenta de Pathfinder. Javier Dueñas, director de Abril, moderó el evento.

Entre el público estaban el ministro de cultura Abel Prieto, Fernando González y Antonio Guerrero. González and Guerrero son dos de los revolucionarios, conocidos como los Cinco, que pasaron más de una década y media en prisiones norteamericanas por sus acciones para proteger a Cuba de ataques planificados por grupos contrarrevolucionarios con sede en Estados Unidos.

Lacoste dijo que su libro, el primero de dos tomos, va encaminado hacia un público joven. Con un estilo popular, narra cómo el joven Hart estudió el legado revolucionario de Martí y cómo, siendo estudiante universitario, se sumó a la lucha contra la dictadura de Batista. El texto y los dibujos cuentan cómo Hart fue reclutado al Movimiento 26 de Julio y su participación en la clandestinidad urbana, llegando hasta la acción armada del 30 de noviembre de 1956, en Santiago de Cuba, para apoyar la expedición del Granma dirigida por Fidel Castro.

Waters explicó cómo la edición de Aldabonazo de Pathfinder nació gracias a la colaboración —que se remonta 17 años— con Hart, Eloisa Carreras y la Editora Abril. (Ver el texto íntegro de la presentación de Waters en la página 14.)

“Mientras más asimilábamos el valor del relato de Armando sobre la lucha revolucionaria clandestina, y cómo se enriqueció con los volantes, los artículos de la prensa y otros documentos producidos al calor de la lucha de vida o muerte”, dijo Waters, “más sabíamos que [teníamos] que encontrar la forma de ponerlo —tanto en inglés como en español— a la disposición de nuevas generaciones de luchadores revolucionarios en Estados Unidos y por todo el mundo”.

Para los revolucionarios, la historia valiosa es la “que pueda ser más útil para encontrar los posibles caminos del futuro”, escribió Hart una vez, según le recordó Waters al público.

“Y eso es precisamente lo que nos da Aldabonazo”, dijo ella.

Pathfinder publicó este libro porque forma parte del arsenal político que necesita el pueblo trabajador en Estados Unidos y en todo el mundo. Lo necesitamos a fin de “armar políticamente a una vanguardia de masas para las batallas de clases que vienen en el siglo 21”.

Los participantes en este y otros encuentros compraron 75 ejemplares de Aldabonazo, todos los que había traído Pathfinder. Muchos también adquirieron Armando Hart: Una vida, un sueño.  
 
 
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