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Vol. 81/No. 46      11 de diciembre de 2017

 
(portada)

Al mermar guerra en Siria, crece riña de Israel y
A. Saudí con Teherán

 
POR BRIAN WILLIAMS
Washington está tratando de fortalecer su alianza con la monarquía de Arabia Saudita y sus aliados como contrapeso a la creciente influencia de Teherán en el Medio Oriente. Preocupaciones similares están detrás de los crecientes contactos entre Riad y el gobierno de Benjamín Netanyahu en Israel.

Los gobernantes capitalistas de Irán son los que han obtenido más logros de los muchos años de combate —junto a las fuerzas de Hezbollah respaldadas por Teherán y los ataques aéreos rusos— para rescatar a la dictadura de Bashar al-Assad de los intentos del pueblo sirio para derrocarla.

Los avances de las milicias entrenadas por Irán dirigidas por oficiales de la Guardia Revolucionaria Iraní que combaten junto a tropas iraquíes, han fortalecido la influencia de Teherán sobre el gobierno del primer ministro iraquí Haider al-Abadi. Le asestaron un golpe a la lucha de los kurdos por su independencia cuando tomaron control de Kirkuk y del 30 por ciento del territorio bajo control del Gobierno Regional del Kurdistán, una porción del cual había sido parte de la región autónoma desde 2003.

Teherán está a punto de consolidar una ruta terrestre para trasladar armas y combatientes desde Irán, a través de Iraq y Siria, hasta Líbano, donde están las bases de Hezbollah.

Para contrarrestar la creciente influencia de Teherán en el Medio Oriente, el príncipe saudita Mohammed bin Salman ha tomado medidas para un desarrollo social más moderno en el reino y para consolidar el capital financiero de la nación. Más de 200 personas han sido arrestadas por “corrupción”, entre ellas miembros de la familia real, ministros del gobierno actual y de los anteriores y multimillonarios del monopolio petrolero. A los detenidos les han ofrecido acuerdos con los que pueden comprar su libertad depositando grandes porciones de su riqueza en las arcas del gobierno.

El régimen también está promoviendo la inversión extranjera en la compañía petrolera saudí Aramco, administrada por el gobierno, y está tomando pasos para abandonar la excesiva dependencia en los recursos petroleros mediante la construcción de zonas industriales y centros turísticos.

Cambios en el Medio Oriente
La consolidación del régimen de Assad y la recuperación de prácticamente todos los territorios bajo control del Estado Islámico salvo áreas aisladas en Siria, plantea nuevos retos para Tel Aviv y Washington. “Un enemigo menor está siendo suplantado por uno mucho más peligroso: Irán y sus aliados”, escribió el Wall Street Journal.

En conversaciones recientes con Moscú y Washington, Tel Aviv ha tratado de lograr un acuerdo para establecer una “zona de contención” dentro de Siria de 25 millas desde la frontera con Israel. Pero un nuevo acuerdo entre las fuerzas estadounidenses y rusas le permitiría a Hezbollah y otras fuerzas favorables a Teherán permanecer a solo tres millas de distancia, informó el Jerusalem Post.

En respuesta, el gobierno israelí admitió que ha comenzado a compartir información de sus servicios de inteligencia con el régimen saudita.

Moscú, con cinco bases militares en Siria, pretende mantener su presencia como un aliado de Assad. Washington, con 13 bases militares en Siria, ha apoyado a las Fuerzas Democráticas Sirias lideradas por los kurdos en la lucha contra el Estado Islámico, al mismo tiempo que busca contrarrestar los esfuerzos de Teherán para abrir una ruta terrestre hacia Líbano.

Ante los cambios en el panorama en el Medio Oriente, Washington, Moscú y los regímenes del área están maniobrando para proteger sus intereses económicos y políticos.

En Iraq, las fuerzas norteamericanas han operado desde una decena de bases permanentes y temporales, con al menos 5 mil soldados, según cifras oficiales del Pentágono. En los últimos tres años, las fuerzas de la coalición dirigida por Washington han realizado más de 24 500 ataques aéreos en Iraq y Siria, dirigidas contra el Estado Islámico pero que han causado “daños colaterales” que han matado a miles de civiles.

“Los no contados”, un artículo en la revista del New York Times del 19 de noviembre, señala que las muertes de civiles por ataques aéreos norteamericanos en Iraq fueron 31 veces más altas que las reconocidas por las autoridades, causando alrededor de 2 800 muertes en los últimos 18 meses en Iraq. El Pentágono dice que solo han habido 89 muertes.

Los gobiernos de Irán, Iraq, Turquía y Siria rechazan cualquier paso hacia la independencia o autonomía kurda. Los más de 30 millones de kurdos están divididos entre los cuatro países, donde han enfrentado persecución y opresión nacional. Los kurdos son la nacionalidad más grande del mundo sin su propio estado.

Como parte de un acuerdo con Moscú y Teherán, Ankara ha establecido “puestos de observación” en la provincia de Idlib en el norte de Siria, supuestamente para mantener la paz. Pero la ubicación de lo que de hecho son bases militares turcas —y las recientes amenazas beligerantes del presidente turco Recep Tayyip Erdogan— dejan claro que su objetivo es la preparación de ataques contra el cantón Afrin controlado por los kurdos. Las fuerzas turcas y kurdas intercambiaron fuego de artillería en la frontera entre Afrin e Idlib el 20 de noviembre.

El Gobierno Regional del Kurdistán en Iraq informó el 14 de noviembre que abandonaba el referéndum sobre la independencia del Kurdistán del 25 de septiembre, aprobado por más del 92 por ciento, y que acataría el fallo del Tribunal Supremo Federal iraquí que declaró que ninguna provincia iraquí puede separarse.  
 
 
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