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   Vol. 70/No. 21           29 de mayo de 2006  
 
 
Bush: amigos y adversarios rechazan su
‘terreno medio’ sobre inmigración
(portada)
 
POR MARTÍN KOPPEL  
En momentos en que el Senado estadounidense reanudaba el debate sobre una “reforma” migratoria, el presidente George Bush dio un discurso televisado a nivel nacional el 15 de mayo sobre ese tema. Bush pidió al Congreso que apruebe una ley para reforzar el patrullaje policiaco de la frontera, establecer un programa de “trabajadores huésped” y permitir que, bajo ciertas condiciones, muchos inmigrantes indocumentados puedan obtener la residencia permanente.

Inmediatamente después de su discurso, muchos amigos y adversarios de Bush rechazaron su “terreno medio” sobre el tema migratorio.

Rechazando un proyecto de ley aprobado por la Cámara de Representantes que criminalizaría a todo indocumentado, el presidente argumentó que no era “realista” deportar a los millones de indocumentados. Abogó por asumir un “terreno medio racional”, y respaldó muchos elementos de una propuesta de inmigración bipartidista que se debate en el Senado. También propuso el despliegue de hasta 6 mil efectivos de la Guardia Nacional para dar apoyo “logístico” a la Patrulla Fronteriza.

El debate en Washington se da después de semanas de movilizaciones por millones de trabajadores inmigrantes y sus partidarios por todo el país para exigir una ley que regularice el status legal de todos los indocumentados.

Las acciones pro derechos de los inmigrantes han continuado, incluyendo una concentración el 17 de mayo en Washington auspiciada por la Coalición de Inmigración de la Capital Nacional y otros grupos. La Coalición de Inmigración de Nueva York convocó a una Marcha de Justicia para los Inmigrantes para el 20 de mayo.

“Ningún guardia, ninguna pared evitará que crucemos”, dijo a la agencia noticiosa AP el trabajador Jorge Gutiérrez mientras se aprestaba a cruzar la frontera hacia Estados Unidos desde la ciudad de Juárez. “Para los mexicanos no hay obstáculos”, dijo otro trabajador, Jesús Rodríguez.

Las movilizaciones por los derechos de los inmigrantes fueron precipitadas por la oposición a la propuesta de ley HR 4437, auspiciada por el congresista James Sesenbrenner y aprobada por la Cámara de Representantes, la cual convertiría en delito grave el hecho de vivir en Estados Unidos sin los documentos requeridos.

Al propagarse las protestas por todo el país, incluyendo movilizaciones de 2 millones el 9 y 10 de abril y nuevamente el 1 de mayo, el Senado no logró llegar a un acuerdo sobre una ley antes de su receso de primavera. En su discurso del 15 de mayo, Bush instó al Senado a que aprobara una ley para fines de mayo.

Para “asegurar nuestras fronteras”, Bush propuso ampliar la Patrulla Fronteriza de 12 mil a 18 mil agentes en los próximos dos años y desplazar hasta 6 mil tropas de la Guardia Nacional para dar apoyo a la policía fronteriza durante ese periodo. Insistió en que los soldados realizarían tareas de logística, no arrestos, y que el gobierno “no va a militarizar la frontera sur”.

Otras medidas para aumentar el control fronterizo incluyen una cerca de alta tecnología y vigilancia con aviones teledirigidos. Bush dijo que el número de camas en las cárceles de inmigración aumentarán y el proceso de deportación será acelerado.

A la vez, y en desacuerdo con los partidarios de la propuesta Sensenbrenner, Bush dijo, “Debemos encarar la realidad de que millones de inmigrantes ilegales ya están aquí”. No es “ni prudente ni realista arrestar a millones de personas, muchas con raíces muy profundas en Estados Unidos, y enviarlas al otro lado de la frontera”.

Unos 12 millones de inmigrantes indocumentados, en su mayoría de América Latina, viven en Estados Unidos. Según el Pew Hispanic Center, unos 7.2 millones de estos trabajadores tenían empleos en marzo de 2005, representando el 5 por ciento de la fuerza laboral. Casi el 40 por ciento de éstos llegaron en los últimos cinco años, un flujo casi cinco veces mayor que el de los años 80. A diferencia de las décadas previas en que los indocumentados se concentraban en los grandes centros urbanos como Los Angeles, Chicago, Nueva York y Miami, los inmigrantes hoy día viven y trabajan prácticamente en todas las regiones del país. Su número llega a 35 millones, cerca del 12 por ciento de la población.

Para los millones de inmigrantes indocumentados “que tienen raíces en nuestro país y quieren quedarse”, Bush se pronunció a favor de una vía para que obtengan la residencia permanente y la ciudadanía. Insistiendo en que su propuesta no era una amnistía, Bush dijo que se exigiría que paguen una multa, pasen una inspección de seguridad, aprendan inglés, mantengan un empleo por varios años y “hagan cola detrás de los que han cumplido con las reglas”.

Reiterando su propuesta de un programa de “trabajadores huésped”, el presidente dijo, “La realidad es que hay mucha gente al otro lado de nuestra frontera que haría cualquier cosa por venir a Estados Unidos a trabajar y hacer una vida mejor”. Es un flujo que “los muros y patrullas no detendrán por si solos”. Dijo que un plan de trabajadores huésped “satisfacería las necesidades de nuestra economía”.

La dependencia de muchas industrias de la fuerza de trabajo de los inmigrantes indocumentados se constató con las decenas de plantas empacadoras de carne, talleres de costura, obras de construcción y empresas agrícolas que cerraron cuando cientos de miles de trabajadores por todo el país faltaron a sus trabajos el 1 de mayo.

Bajo el plan propuesto por Bush, los trabajadores fuera de Estados Unidos podrían solicitar una visa temporal si cuentan con una oferta de empleo y pasan la inspección de seguridad y de antecedentes penales. Pero tendrían que regresar a sus países después de varios años tras vencer su visa.
 
 
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