Los directores del Wall Street Journal dijeron que Pinochet fue un dictador militar, pero uno quien respaldó las reformas de libre mercado que han convertido a Chile en un país próspero y en la envidia de sus vecinos.
La cifra oficial de asesinados por la dictadura de Pinochet es de aproximadamente 3 197, señaló el editorial del 12 de diciembre. Se negaron las libertades democráticas y se torturaron a los opositores. Pero con el tiempo, con el retorno de la propiedad privada, el estado de derecho y una economía más libre, las instituciones democráticas también retornaron.
El diario financiero argumentó que el papel de Pinochet no se puede comprender sin considerar el comportamiento del gobierno de Allende que él depuso. Acusa a Allende de atacar ilegalmente a la propiedad privada.
En un editorial del 13 de diciembre, el diario Dallas Morning News citó con gesto aprobatorio los comentarios de la ex funcionaria de la administración de Reagan, Jeane Kirkpatrick, en los que argumenta que las naciones autoritarias, aunque objetables, son preferidas a las totalitarias, por que pueden llevar a la transición a la democracia liberal con mayor facilidad. Un Pinochet autoritario era preferible a una Cuba totalitaria, dijo.
En septiembre de 1970, en un periodo de ascenso en luchas obreras y de radicalización en Chile y por toda Suramérica, fue electo presidente Salvador Allende, dirigente del Partido Socialista de Chile. El fue el candidato de la coalición de la Unidad Popular, compuesta por los Partidos Socialista y Comunista, y también por dos partidos capitalistas.
Alentados por la victoria electoral de Allende, los trabajadores y campesinos chilenos se movilizaron para luchar por empleos, acceso a la tierra, mejorías al nivel de vida y por más derechos. Cuando los capitalistas intentaron sabotear la producción, los trabajadores tomaron las fábricas, en algunos casos, y las hicieron producir sin los patrones. Consejos obreros que se habían formado los cordones industriales comenzaron a coordinar las luchas.
Frente a las crecientes demandas populares, el gobierno de la Unidad Popular nacionalizó las minas norteamericanas de cobre y otras industrias controladas por compañías extranjeras, y realizó otras reformas sociales.
El social demócrata Partido Socialista y el estalinista Partido Comunista, sin embargo, promovieron un curso político de subordinar las necesidades del pueblo trabajador a una alianza con los capitalistas progresistas. Desarmaron políticamente a los obreros y campesinos, alimentando la ilusión que los oficiales militares estaban de su parte.
Los capitalistas chilenos y extranjeros, alarmados por el levantamiento popular, organizaron una campaña para desestabilizar la economía, desmoralizar al pueblo trabajador y derrocar al gobierno. Washington cortó la ayuda económica a Chile, excepto la ayuda militar. La administración de Nixon financió las huelgas patronales, incluso una de propietarios de camiones.
Bajo estas condiciones, muchos pequeños propietarios y capas de las clases medias se fueron al lado de la contrarrevolución. Mujeres de clase media y rica realizaron cacerolazos para protestar la crisis económica. Mientras el ejército tramaba en plena luz un golpe de estado, el PS y el PC bloquearon las demandas de los obreros de obtener armas y las iniciativas para formar milicias.
Reino de terror bajo Pinochet
Oficiales militares realizaron dos intentos de golpe de estado. El segundo, del 11 de septiembre de 1973 tuvo éxito. Allende fue asesinado en el ataque al palacio presidencial. El general Augusto Pinochet estableció una junta militar, con el respaldo de Washington, que desencadenó un reino de terror.
Miles de sindicalistas, activistas políticos y otros fueron masacrados o torturados. Bajo el gobierno de Pinochet, 250 mil fueron encarcelados y se estima que un millón fueron forzados al exilio. La junta militar clausuró el Congreso, censuró los medios de comunicación y prohibieron los partidos obreros y sindicatos.
El resultado fue una derrota para la clase trabajadora cuyos efectos se hicieron sentir por muchos años, tanto en Chile como internacionalmente.
Empleadores en Chile se benefician
El régimen devolvió muchas industrias nacionalizadas a sus antiguos propietarios, privatizó bancos y empresas de servicios públicos, anuló las restricciones a los precios y a las tasas de interés y redujo las barreras arancelarias a las importaciones. Puso en marcha las políticas de libre mercado recomendadas por los Chicos de Chicago, seguidores de Milton Friedman de la Universidad de Chicago. Se privatizó el sistema de pensiones y de seguridad social, aclamado actualmente como el modelo chileno por funcionarios norteamericanos que abogan por medidas para desmantelar el Seguro Social y el Medicare.
En otras palabras, la represión desenfundada le permitió a los patrones en Chile aumentar sus ganancias reduciendo brutalmente el estándar de vida de los trabajadores mediante una alta tasa de desempleo, salarios bajos, precios altos y una mano de obra estrictamente controlada. Esta fue la base para el tan alardeado éxito de la economía chilena.
El régimen de Pinochet fue un aliado leal del imperialismo. Respaldó la guerra de Londres contra Argentina en 1982 y fue parte de la Operación Cóndor, una campaña de secuestros y asesinatos de activistas políticos en otros países sudamericanos.
A mediados de la década de los 80, Pinochet dejó de ser útil para los capitalistas chilenos y sus partidarios estadounidenses. En 1990 un gobierno democrático burgués asumió el poder. Actualmente, el gobierno capitalista esta dirigido por Michelle Bachelet, otra dirigente del Partido Socialista.
El éxito de Chile al que se refieren los medios capitalistas es medido por las grandes ganancias de los inversionistas extranjeros y patrones del país. Para los trabajadores y campesinos es una realidad diferente. Cuando Pinochet dejó el gobierno, el 40 por ciento de la población vivía bajo el nivel oficial de pobreza, el doble de la cifra de 1970, y el salario real había sido recortado en un 40 por ciento.
En la actualidad, el 10 por ciento de los chilenos más acaudalados reciben casi la mitad de los ingresos de todo Chile, mientras el 10 por ciento más pobres recibe menos del 2 por ciento. Estas condiciones alimentan las continuas luchas del pueblo trabajador en ese país.
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