Vol. 71/No. 8 26 de febrero de 2007
La convocatoria de la marcha en Washington el 27 de enero para exigir "¡Regresen las tropas a casa ya!" hizo un punto similar, promoviendo la ilusión que la nueva mayoría demócrata en el Congreso puede ser presionada a parar la guerra. La manifestación fue convocada por Unidos por la Paz y la Justicia (UFPJ), una coalición que incluye en su dirección al Partido Comunista y los Comités de Correspondencia, una escisión del PCUSA, además de grupos liberales y pacifistas como el Comité Americano de Servicio de los Amigos, el Partido Verde y PAX Christi. "El día de las elecciones los votantes enviaron un dramático, inequívoco mandato por la paz", dijo la convocatoria a la manifestación iniciada por UFPJ. "Ahora el Congreso deber actuar".
Pero historicamente cada vez que ha crecido la oposición a la guerra imperialista, incluso entre la mayoría de los trabajadores, la demanda hecha por socialistas, que a veces ha recibido apoyo mayoritario, ha sido "¡Dejen que el pueblo vote sobre la guerra!" ¡Quitarle al gobierno, incluso al congreso, los poderes de iniciar la guerra!
La realidad es que las elecciones de noviembre no reflejaron una nueva ola de oposición popular a la guerra a nivel nacional. Si eso fuera cierto, ¿por qué la gente de Connecticut eligió al senador Joseph Lieberman, un notorio belicista demócrata que se postuló como independiente y derrotó al candidato de su partido, el ejecutivo de televisión de cable Ned Lamont, quien abogaba por un "redespliegue" por etapas de las tropas estadounidenses en Iraq?
También es falsa la perspectiva promovida por grupos como UFPJ que muchos en la mayoría demócrata en el congreso se oponen a la guerra en Iraq. Muchos artículos y editoriales del Militante de las recientes semanas han proveído abundante evidencia de lo contrario.
Las instituciones de la democracia burguesa en Estados Unidos desde el ejecutivo a las ramas legislativas del gobierno, y otras no representan, ni pueden representar los intereses de la inmensa mayoría. Son instrumentos de las clases explotadoras, y son empleadas para impulsar los intereses de la minúscula minoría de adinerados capitalistas que gobiernan el país y que se beneficían de la guerra.
Al ser fundado en 1938, el Partido Socialista de los Trabajadores hizo campaña por una enmienda constitucional que requiriera la aprobación por voto de la mayoría de la población en Estados Unidos mediante un referendo a nivel nacional, para autorizar al gobierno a hacer la guerra.
El partido y su prensa, decía una declaración publicada en la edición del 21 de mayo de 1938 de Socialist Appeal, deben ser los promotores más militantes del referendo popular sobre la guerra. Deben buscar que los trabajadores en todas partes exijan que la enmienda sea formulada para que se pueda realizar un referendo popular sobre el inicio de cualquier guerra, ya sea supuestamente defensiva o agresiva y que todo ciudadano de 18 años de edad o más, puesto que de esa edad pueden sujetos al servicio militar, tenga el derecho de votar en el referendo.
El congresista demócrata Louis Ludlow propuso repetidamente esta enmienda entre 1935 y 1941. En 1938 una encuesta de Gallup demostró que el 72 por ciento de la población estadounidense la apoyaba. No obstante, fue derrotada en el Congreso cada vez que se sometió a voto.
En una sección titulada La lucha contra el imperialismo y la guerra el Programa de Transición, el documento fundador de la Cuarta Internacional adoptado en 1938, bregó con este tema
Ninguna reforma democrática, se entiende, puede por sí sola prevenir que los gobernantes provoquen guerras cuando lo deseen, explicó el documento, el cual fue redactado por el dirigente revolucionario ruso León Trotsky. Pero a pesar de las ilusiones de las masas en torno al propuesto referendo, su apoyo por él refleja la desconfianza que sienten los trabajadores y agricultores hacia el gobierno y congreso burgueses. Sin dar apoyo y sin preservar ilusiones, es necesario apoyar con toda la fuerza posible la desconfianza progresista por parte de los explotados hacia los explotadores.
El Partido Socialista de los Trabajadores volvió a hacer campaña por esta demanda durante la guerra de Corea, a medida que se ampliaba la oposición a la guerra entre la clase trabajadora, incluso mediante la masiva resistencia a la conscripción entre puertorriqueños.
En una carta abierta al presidente y a los miembros del congreso en mayo de 1951, el secretario nacional del PST James P. Cannon escribió lo siguiente, lo cual es muy vigente más de medio siglo después: Las diferencias de ustedes sólo son tácticas. Mis diferencias con ambos lados de su llamado 'Gran Debate' son fundamentales. Ustedes están preocupados con el problema de cómo conducir una guerra que el pueblo estadounidense no quiere y nunca aprobó. Yo propongo terminar la guerra de una vez y dejar que el propio pueblo estadounidense decida las cuestiones de vida y muerte de la política externa.
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