Vol. 71/No. 27 9 de julio de 2007
En 1965, un patrullero estatal de Alabama mató a Jimmy Lee Jackson, un hombre negro de 26 años de edad, cuando la policía atacó brutalmente una marcha pro derechos civiles en Marion, Alabama. Nada le pasó al policía en ese entonces, cuando era común que miembros del Ku-Klux-Klan y policías de los estados sureños aterrorizaran y frecuentemente mataran a afro americanos u otros manifestantes pro derechos civiles, y que sus autores fueran absueltos por jurados de blancos.
Hace dos años, James Bonard Fowler, el ex policía encargado de este caso, admitió públicamente en una entrevista con el Anniston Star haber disparado contra Jackson. John Fleming, un director del Star, escribió en aquel momento, En su primera declaración oficial, el ex patrullero demostrando poco remordimiento al detallar los eventos del 18 de febrero de 1965, dijo que él no teme la posibilidad de ser enjuiciado.
La posición brusca de Fowler es un insulto a los negros y otros trabajadores aquí. El esperaba impunidad, pero evaluó mal la situación. Unas semanas antes de la entrevista de Flemming, fue detenido Edgar Ray Killen, miembro del Ku Klux Klan de Mississippi, por ayudar a organizar el asesinato de tres activistas por los derechos civiles.
El 9 de mayo, después de una demora de dos años, Fowler fue acusado de homicidio por un gran jurado en Marion.
La Lucha por el derecho al voto
Jackson era un pequeño agricultor criado en Marion. Estaba activo en el movimiento de masas por la libertad de los negros, en particular en la lucha por el derecho a votar. El mismo había intentado inscribirse para votar cinco veces.
La noche del 18 de febrero de 1965, Jackson participó en una reunión pro derechos civiles. La reunión se convirtió en una marcha nocturna. Ordenadamente, cientos de manifestantes salieron de la iglesia donde se celebró la reunión. Enfrentaron un falange de policías, incluyendo a 50 patrulleros estatales enviados a dispersar la actividad, y una turba de racistas blancos. Alguien apagó las luces de la calle y la policía comenzó a dar macanazos a los manifestantes.
Reporteros de prensa, a quienes la policía les había dado instrucciones de no usar luces que puedan enceguecer temporalmente o interferir de alguna forma con nuestra labor, fueron atacados por la turba y sus cámaras fueron destruidas para que no exista ningún record fotográfico del ataque.
La policía persiguió a la gente mientras intentaban huir para protegerse, como el grupo que huyó al cercano Mack Café. El número del 10 de mayo del 2007 del Anniston Star recuenta lo que ocurrió: El encargado del café dijo que Cager Lee de 82 años de edad y su hija Viola Jackson, cuyo hijo Jimmie Lee Jackson recibió un disparo mientras trataba de ayudarlos, fueron golpeados hasta caer al piso. Jackson corrió hacía afuera donde los policías lo golpearon.
El joven murió ocho días después de una infección masiva. La infección probablemente empeoró por falta de atención inmediata. La enfermera que lo admitió le dijo al New York Times que ella sabía que a Jackson le negaron la entrada al primer hospital al que lo llevaron, Perry County Hospital por que era negro. Fue a parar a un hospital católico en Selma que principalmente trataba a negros.
Miles participaron en el funeral de Jackson. En la entrada de la capilla estaba colgada una pancarta que decía El racismo mató a nuestro hermano.
La ira por la muerte de Jackson fue motivo de una manifestación masiva desde Selma hasta Montgomery, la capital del estado, para presionar por el derecho al voto para los negros. El primer intento de llegar a Montgomery se encontró con un motín policial que después fue denominado como Domingo Sangriento. Esta vez las cámaras estaban rodando y las imágenes de los manifestantes siendo golpeados brutalmente fueron vistas por todo el mundo.
Pero la lucha continuó y la ley federal por el derecho al voto fue ratificada seis meses después, el 6 de agosto de 1965.
Encubren caso
Desde el hospital Jackson dio su declaración a su abogado sobre los disparos en la presencia de agentes del FBI. Su declaración no se divulgó al público en aquel entonces, ni lo ha sido hasta hoy. Si el FBI o los investigadores locales escribieron un informe, este fue archivado sin que se tomara alguna acción.
En aquel entonces el fiscal local Blancard McLeod le dijo al New York Times que él tenía una declaración firmada por el hombre que le disparó a Jackson. McLeod rehusó identificar a dicho hombre declarando que le entregaría los resultados de su investigación al gran jurado del Condado de Perry, que a su vez decidió no acusar a nadie. El policía involucrado, Fowler, alegó que Jackson intentó sacarle su revolver de la funda y que él le disparó fatalmente en autodefensa.
Pero no se hizo ninguna investigación para traer ante la justicia al responsable de la muerte de Jackson. De hecho, a Jackson le entregaron una orden de arresto mientras estaba hospitalizado.
Después del ataque policial contra la manifestación del 18 de febrero, el senado estatal de Alabama demostró su apoyo a la fuerza policial blanca denunciando todas las acusaciones de negligencia contra los patrulleros que atacaron y mataron en Marion.
Fowler mató una ves más antes de renunciar voluntariamente su puesto en 1968. Su próxima victima fue Nathan Jonson, Jr., un prisionero negro en la cárcel de la ciudad de Alabaster. Según el Selma Times Journal, Fowler dijo que el hombre [Johnson] intento quitarle su arma, similar a lo que declararon los patrulleros en el caso de Jimmie Lee dentro de Macks Café el año anterior.
Desde 1989 las autoridades en siete estados han reexaminado 30 muertes que sucedieron durante la época por las luchas pro derechos civiles. Hasta ahora han detenido a 29 y han logrado 22 condenas.
Presentar cargos contra el asesino de Jackson es solo el primer paso en este caso. Se tendrá que determinar si Fowler está competente para ser enjuiciado. Después tienen que seleccionar un jurado. Se tiene que realizar el juicio. Muchos testigos ya han muerto. Pero el caso está nuevamente en las noticias y ha causado interés de llegar al fondo de los numerosos casos de asesinatos racistas que quedan por investigar.
Tamar Rosenfeld es una operadora de máquina de coser en Anniston, Alabama, y miembro del Local 1021-C del sindicato UNITE HERE.
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