Vol. 71/No. 37 8 de octubre de 2007
POR MARY-ALICE WATERS
Che Guevara habla a la juventud no es Che para principiantes. El legendario revolucionario nacido en Argentina, que ayudó a dirigir la primera revolución socialista en las Américas e iniciar la renovación del marxismo en los años sesenta, habla de igual a igual con los jóvenes de Cuba y del mundo. Nunca los trata de manera paternalista. Sienta un ejemplo al instar a los jóvenes a que se pongan a la altura de la acción revolucionaria y del pensamiento científico necesarios para encarar y resolver las contradicciones históricas del capitalismo que amenazan a la humanidad.
Los desafía a que trabajen, tanto física como intelectualmente. A que aprendan a ser disciplinados. A que se conviertan en revolucionarios de acción, asumiendo sin temor su lugar en la vanguardia, sobre las filas delanteras de las luchas tanto pequeñas como grandes.
Les insta, conforme crezcan y cambien a través de estas experiencias, a que lean ampliamente y estudien con rigor. A que asimilen, y hagan propias, las conquistas científicas y culturales no sólo de su propio pueblo sino de todas las civilizaciones anteriores.
A que aspiren a ser combatientes revolucionarios, conscientes de que una sociedad diferente puede nacer únicamente de las luchas de hombres y mujeres que estén dispuestos a poner en juego su vida y su futuro por ello. Los llama a que politicen la labor de las organizaciones e instituciones de las cuales forman parte y, en este proceso, a sí mismos. A que se conviertan en seres humanos de un tipo diferente, a medida que se empeñen en transformar el mundo junto al pueblo trabajador de todos los países. Y siguiendo esta trayectoria, los anima a que renueven y se regocijen continuamente de la espontaneidad, la frescura, el optimismo y la alegría de ser joven.
Che fue un verdadero comunista, dijo el presidente cubano Fidel Castro en el acto solemne en la ciudad de Santa Clara el 17 de octubre de 1997, al ser depositados los restos de Che Guevara y seis de sus compañeros de lucha en un memorial dedicado a su honor, 30 años después de su caída en combate en Bolivia. Che se basaba en leyes objetivas, dijo Castro, en las leyes de la historia, y tenía una confianza sin reservas en la capacidad de los seres humanos, del pueblo trabajador común y corriente, de cambiar el curso de la historia. En el proceso de hacer una revolución socialista a las puertas del imperialismo yanqui, insistió Che, los trabajadores y campesinos de Cuba se reharían como entes sociales con una conciencia nueva, un conjunto nuevo de valores, una perspectiva mundial nueva, una relación mutua transformada. Sentarían un ejemplo para todos.
En su prefacio a estos discursos, Armando Hart subraya que, en torno a esta y otras cuestiones, Che y la Revolución Cubana de la cual formaba parte se acercó más radicalmente a Marx que la mayoría de aquellos de la segunda mitad del siglo XX que decían hablar en nombre del comunismo. Esta revolución, en caso de ser marxista, dijo Che Guevara a los 900 participantes del Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes en el verano de 1960, sería porque descubrió también, por sus métodos, los caminos que señalara Marx. Profundamente arraigado en la historia, cultura y política de su patria latinoamericana, Che brindó a esa realidad social y a sus tradiciones de lucha una comprensión científica de las leyes universales de la historia de las sociedades de clases. Combinó una renovación de la ortodoxia marxista en la teoría con el ejemplo de valor físico y moral que le ganó el nombre de Guerrillero Heroico.
En las páginas que siguen, Ernesto Che Guevara recurre a menudo a sus propias experiencias para explicar a los demás por qué la imagen del héroe solitario y abnegado imagen en la cual, posteriormente, muchos pretendieron rehacer al propio Che no es más que la exaltación del individualismo burgués, el reverso de la moneda de la realidad capitalista de lucha de lobos. Es lo opuesto del camino de la cooperación revolucionaria del pueblo trabajador, el camino que hizo posible la Revolución Cubana.
Al hablar ante un grupo de estudiantes de medicina y trabajadores de la salud en agosto de 1960, Che describe cómo su idealismo juvenil, mientras estudiaba medicina, lo condujo al sueño de ser un investigador famoso, de trabajar infatigablemente para conseguir algo que podía estar, en definitiva, puesto a disposición de la humanidad, pero que en aquel momento era un triunfo personal. Era, como todos somos, un hijo del medio.
Sin embargo, al viajar por las Américas y conocer directamente las realidades económicas, sociales y políticas de la dominación imperialista, llegó a reconocer la futilidad de dicho curso. De nada sirve el esfuerzo aislado, el esfuerzo individual, la pureza de ideales, el afán de sacrificar toda una vida una vida al más noble de los ideales si ese esfuerzo se hace solo, solitario en algún rincón de América, luchando contra los gobiernos adversos y las condiciones sociales que no permiten avanzar.
Para ser revolución, dijo Guevara, se necesita esto que hay en Cuba: que todo un pueblo se movilice y que aprenda, con el uso de las armas y el ejercicio de la unidad combatiente, lo que vale un arma y lo que vale la unidad del pueblo.
Antes de que pudiera ser un médico revolucionario, había que hacer revolución. Una vez que emprendió esa marcha, Che Guevara jamás retrocedió.
Comenzando como joven estudiante rebelde que se sentía atraído a las ideas revolucionarias, Ernesto Guevara como otros grandes dirigentes comunistas que lo precedieron, desde Marx y Engels fue reclutado a la vanguardia revolucionaria popular que luchaba empuñando las armas por su liberación contra la opresión, la explotación y todos los ultrajes acompañantes. Al seguir esa trayectoria de acción revolucionaria por parte del pueblo trabajador, combinada con trabajo y estudio sistemáticos, disciplinados y tesoneros, Che emergió como uno de los más destacados dirigentes proletarios de nuestra época. El inicio de la primera revolución socialista en las Américas, cuyo triunfo él ayudó a asegurar, el ejemplo de internacionalismo sentado por todo el liderazgo de la revolución, y los propios aportes de Che Guevara, recogidos en los discursos y escritos que nos legó, dieron pie a una renovación del marxismo que no se limitó a América.
Al tomar consecuentemente como guía las conquistas políticas y teóricas de Marx, Engels y Lenin, al hacer de los primeros años de la Revolución de Octubre un punto de referencia, Che Guevara se dedicó a sentar una base que ayudaría a conducir a la Revolución Cubana hacia un destino diferente del sufrido por los regímenes y partidos de Europa oriental y la Unión Soviética. No es casualidad que su nombre y su ejemplo se asocien tan íntimamente con lo que en Cuba se denomina el proceso de rectificación: el conjunto de políticas que Fidel Castro inició en 1986 (bastante antes de que se desmerengara toda Europa oriental, como dicen los cubanos) y que fortaleció al pueblo trabajador cubano, encauzando a la revolución por una trayectoria que le permitió sobrevivir la prueba severa del aislamiento político y las dificultades económicas de los años noventa, conocida como el Periodo Especial.
Representamos para los amos poderosos todo lo que hay de absurdo, de negativo, de irreverente y de convulso en esta América que ellos desprecian, dijo Ernesto Che Guevara a los estudiantes de la Universidad de La Habana. Pero para la gran masa del pueblo de las Américas, representamos todo lo que hay de noble, todo lo que hay de sincero y de combativo.
Cuatro décadas más tarde, esas palabras siguen siendo certeras. Los diálogos que Che Guevara entabló con la juventud continúan señalando el camino a seguir: el camino para llegar a ser combatientes revolucionarios del más alto calibre y, según sus propias palabras, políticos de nuevo cuño.
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