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Vol. 72/No. 2      14 de enero de 2008

 
Cómo el pueblo trabajador
chino derrocó al capitalismo
(especial, segundo de la serie)
 
POR BEN O’SHAUGHNESSY
Y CINDY JAQUITH
 
La revolución china de 1949 liberó a una quinta parte de la humanidad de las garras del imperialismo. Puso fin a la tiranía de los grandes terratenientes y nobles militares, unificó la nación y sentó la base para la expropiación de la clase capitalista industrial en las ciudades en los años subsiguientes. Fue la victoria más importante para los trabajadores y agricultores del mundo desde la Revolución Rusa de 1917.

Este es el segundo de una serie de artículos sobre la lucha de clases en China y su lugar en el mundo, desde la revolución china de 1911 hasta hoy. El primer artículo (ver el Militante del 10 de diciembre) se enfocó en la revolución china de 1925-27. Esta revolución fue derrotada por el curso colaboracionista de clase adoptado por el Partido Comunista Chino (PCC), ante la insistencia de la Internacional Comunista bajo la dirección burocrática de Joseph Stalin.

El joven PCC, fundado en 1921, se había inspirado originalmente en el curso revolucionario de los bolcheviques bajo la dirección de V.I. Lenin; un curso que fue revertido por el surgimiento de una casta social burocrática privilegiada en la Unión Soviética.

A medida que se desarrollaba la revolución china, con un movimiento masivo de campesinos que demandaban tierra y con levantamientos obreros en las ciudades, el PCC instruyó a los trabajadores con tendencia revolucionaria que siguieran el liderazgo del Kuomintang, el partido nacionalista burgués de China, en la batalla para liberar a China del saqueo imperialista y la opresión de los opresores feudales locales. Decenas de miles de trabajadores pagaron con sus vida por el desastre que esto produjo.

Tropas del Kuomintang, dirigidas por el general Chiang Kai-Shek, atacaron a las fuerzas del Partido Comunista, las cuales habían sido desarmadas tanto política como físicamente, en una ciudad tras otra, obligándolos a replegarse para finales de 1927.

El PCC reagrupó sus fuerzas, abandonó su política de apoyo al Kuomintang y desató una guerra de guerrillas contra las tropas de Chiang Kai-Shek. Mao Tse-Tung surgió como el comandante de la fuerzas del PCC, conocidas entonces como el Ejército Rojo. El ejército estableció una base en la provincia de Jiangxi, en la zona centro oriental de China, y rápidamente obtuvo el apoyo del campesinado local.  
 
Imperialistas japoneses invaden China
En 1931, los imperialistas japoneses invadieron la provincia de Manchuria, en el norte de China, y establecieron un régimen títere. El Kuomintang fue incapaz de luchar con efectividad contra la invasión; en su lugar estaba enfocado en luchar contra el PCC. El Ejército Rojo, por otra parte, se lanzó a la resistencia armada contra los invasores japoneses. Siendo la única fuerza organizada en China para repeler a los invasores japoneses, el PCC ganó apoyo entre los trabajadores, los campesinos y los estudiantes.

Pero las fuerzas dirigidas por Mao permanecieron en el campo, en gran parte aisladas de la clase obrera de los centros urbanos. Para 1934 el Kuomintang había logrado que la base del PCC en Jiangxi se rindiera forzando al Ejército Rojo a retirarse, en su mayor parte a pie, en lo que se llegó a conocer como la “Gran Marcha”, hacia Yenan, en el norte de China. Para cuando los combatientes llegaron a su destino en 1935, su ejército de 90 mil soldados se había reducido a 20 mil.

Para 1936 las fuerzas japonesas habían ocupado la mayoría de las zonas costeras de China y habían comenzado a extender su ofensiva hacia el interior. Cada vez más el pueblo trabajador, tanto en la ciudad como en el campo, se tornaba contra el Kuomintang por negarse a dirigir la lucha contra los agresores imperialistas

Fue en este momento que la estalinizada Internacional Comunista dictó al PCC y a los otros partidos comunistas del mundo hacer otro giro de 180 grados en su línea política. Ahora tenían que entrar en alianza con la llamada burguesía progresista de sus países para derrotar la creciente amenaza fascista. Mao, lealmente, intentó reconstruir una alianza con Chiang.

En septiembre de 1937 el Comité Central del PCC emitió un manifiesto describiendo los términos bajo los que entraría en alianza con el Kuomintang. El partido adoptó el programa del Kuomintang, que defendía los derechos de propiedad de los capitalistas y aceptó abandonar la lucha por una reforma agraria, abolir los soviets (consejos de obreros y campesinos) que había establecido en las zonas liberadas y disolver el Ejército Rojo y consolidarlo con el Ejército Revolucionario Nacional del Kuomintang. El PCC permaneció subordinado al Kuomintang durante la segunda guerra mundial, aceptando la dirección traicionera de la guerra de Chiang Kai-shek.

Con la derrota de Tokyo en la guerra mundial imperialista en 1945, Chiang estaba decidido a reiniciar la guerra civil contra el PCC. El Kuomintang impuso la conscripción de los campesinos en el ejército y exigió que estos suministraran alimentos a los soldados, provocando revueltas en el campo. Los estudiantes organizaron manifestaciones contra la tiranía del Kuomintang. La inflación subió vertiginosamente, provocando huelgas obreras. Pero el PCC bajo la dirección de Mao no instó a la clase obrera a unirse a la lucha. Aconsejó a los trabajadores en las ciudades a esperar a ser “liberados” por el Ejército Popular de Liberación (PLA), sucesor del Ejército Rojo.

Siguiendo el curso colaboracionista de clase que Stalin había prometido a los imperialistas de Estados Unidos y Europa después de la guerra, Mao propuso que el PCC fuera parte de un gobierno de coalición capitalista con el Kuomintang. El Partido Comunista ofreció concesiones importantes al Kuomintang, cediendo ocho de sus “zonas liberadas” y aceptó retrasar la expropiación de los terratenientes indefinidamente. Pero Chiang vetó la propuesta y exigió la rendición completa del PCC, a pesar de los esfuerzos del gobierno de Estados Unidos para negociar un acuerdo.  
 
El papel de Washington
Washington tenía su mirada en China desde antes de la guerra. Había armado poderosamente el ejército de Chiang con la esperanza de que podría derrotar al PLA. Los gobernantes estadounidenses también habían planeado usar las tropas estacionadas en el Pacífico para intervenir en China y poner fin a la guerra civil en favor de Chiang. Pero fue incapaz de llevar a cabo este plan porque las tropas norteamericanas, formadas en su mayoría de trabajadores y agricultores, comenzaron a rebelarse a finales de 1945 contra la extensión de su servicio en el ejército, organizando manifestaciones enormes y exigiendo que se les retornara a casa inmediatamente. (Para más información sobre esto vea el artículo de Mary-Alice Waters en Nueva Inernacional no.1, “1945: Cuando las tropas norteamericanas dijeron ‘¡No!’”)

Para ganar tiempo, los imperialistas estadounidenses trataron de convencer a Chiang de que aceptara la oferta de establecer un gobierno de coalición con el PCC. El dictador la rechazó categóricamente, a pesar de que su régimen se estaba desmoronando.

Mao no abandonó su objetivo de establecer un régimen de coalición con Chiang hasta 1947, con el comienzo de la guerra fría y los renovados ataques del ejército de Chiang. En octubre de 1947 el PLA emitió un comunicado llamando al derrocamiento del Kuomintang, la expropiación de los grandes terratenientes y la construcción de una “Nueva China”.

El llamado por una reforma agraria animó a millones de campesinos, que empezaron a movilizarse contra los terratenientes y sus aliados. El PLA tomó control de ciudad tras ciudad a medida que los campesinos del ejército del Kuomintang se negaban a luchar. Rápidamente el odiado régimen de Chiang se vino abajo.

En octubre de 1949 el PLA entró en Nanjing, sellando su triunfo definitivo sobre el Kuomintang. Chiang y sus fuerzas huyeron a Taiwan, donde establecieron un régimen capitalista.

Estos acontecimientos revolucionarios contaban con un profundo apoyo de la clase trabajadora. Pero Mao rehusó movilizar a los trabajadores en las ciudades, incluso cuando el PLA se tomaba los centros industriales. Cuando la revolución triunfó, en algunos casos el ejército campesino fue utilizado para reprimir las huelgas obreras.  
 
El gobierno obrero y campesino
La revolución puso en el poder un gobierno de obreros y campesinos, un gobierno independiente de la burguesía. Los capitalistas chinos habían perdido el poder político, a la vez que las relaciones económicas capitalistas continuaban en vigor. El PCC comenzó una extensa reforma agraria, pero prometió a la burguesía industrial que sus fábricas continuarían en manos privadas. Remanentes del régimen de Chiang permanecieron en la burocracia del estado.

Washington no tenía intención alguna de permitir el éxito de la revolución china y estaba preocupado por los desarrollos revolucionarios en la península de Corea. Tropas norteamericanas invadieron Corea en 1950 para frenar la extensión de la revolución socialista. Con rapidez se acercaron a la frontera con China. Amenazados por este asalto, China entró en la guerra del lado de la Corea insurgente el 25 de noviembre de 1950. Millones de soldados campesinos y trabajadores chinos se movilizaron para repeler las tropas imperialistas hacia la frontera y sacarlas de la península de Corea. Washington tomó represalias con un bloqueo y congelando las propiedades de China en los bancos de Estados Unidos.

A medida que las masas comenzaron a movilizarse para defender su revolución, el gobierno se sintió obligado a reiniciar la reforma agraria en el campo. Surgieron comités de campesinos que comenzaron a organizar juicios contra los grandes terratenientes y a castigar a los criminales del viejo régimen capitalista. Los esfuerzos para deshacerse de las fuerzas contrarrevolucionarias y burguesas se extendió a las ciudades, donde miles de propietarios de grandes empresas fueron juzgados por robo y corrupción, y funcionarios corruptos del aparato del estado fueron destituidos.

Para octubre de 1952, alrededor del 80 por ciento de la industria pesada y el 40 por ciento de la industria ligera habían sido nacionalizadas. El noventa por ciento de los bancos y del comercio también fueron puestos bajo control del estado. Se estableció el monopolio del comercio exterior. China había derrocado al capitalismo y se había convertido en un estado obrero.

Dado el liderazgo estalinista, el estado era un estado obrero deformado burocráticamente desde su origen. Esto marcaría tanto su política interior como su política exterior en las décadas siguiente. Y este será el tema del último artículo de esta serie.  
 
 
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