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Vol. 72/No. 31      4 de agosto de 2008

 
Caso Cinco Cubanos: parte de ataques
contra derechos de trabajadores
(Primero de la serie)
 
POR MARTÍN KOPPEL  
En las primeras horas de la mañana del sábado 12 de septiembre de 1998, agentes del FBI irrumpieron en domicilios de Miami y sus alrededores. Arrestaron a 10 personas, registraron sus apartamentos y se apoderaron de sus objetos personales. Con mucha fanfarria, oficiales del Departamento de Justicia y del Departamento de Estado de la administración Clinton anunciaron que habían descubierto una “ red cubana de espionaje” en Florida.

Los medios noticiosos capitalistas informaron que los detenidos estaban siendo acusados de intentar “penetrar” el Comando Sur del Pentágono, transmitir secretos militares de Estados Unidos al gobierno cubano, “infiltrar grupos anticastristas”, y “manipular la prensa y organizaciones políticas estadounidenses”.

En una conferencia de prensa muy difundida en las oficinas del FBI, el fiscal federal Thomas Scott dijo que los arrestados habían tratado de “dar un golpe al corazón mismo de nuestro sistema de seguridad nacional y a nuestro proceso democrático”.

Los fiscales federales escogieron a cinco de los arrestados como sus objetivos principales. Ellos fueron Gerardo Hernández, de 33 años; Ramón Labañino, de 35 años; Antonio Guerrero, de 39 años; Fernando González, de 35 años; y René González, de 42 años. El gobierno anunció que enfrentaban cargos de espionaje, cuyas condenas podrían ser hasta de cadena perpetua.

La verdad es que el gobierno de Estados Unidos incriminó falsamente a los Cinco Cubanos —como se les conoce internacionalmente.

¿Cuál fue su “crimen”? Los cinco cubanos explicaron —con orgullo— que habían aceptado tareas para mantener informado al gobierno de Cuba sobre los grupos contrarrevolucionarios del sur de Florida que tienen un largo historial de organizar ataques contra Cuba desde el territorio de Estados Unidos, como por ejemplo una serie de ataques dinamiteros de hoteles en La Habana en 1997. Washington no solamente no ha impedido estos ataques, sino que ha dado la luz verde a que se lleven a cabo, a través de cinco décadas de agresión económica y militar contra la Revolución Cubana.

En 2001 los cinco fueron encontrados culpables en un juicio injusto, caracterizado por infracciones de derechos básicos, y a pesar de que los fiscales admitieron que los acusados nunca tuvieron en su posesión ninguna información clasificada. A Hernández se le condenó a cumplir dos cadenas perpetuas, Labañino y Guerrero fueron condenados a cadena perpetua, René González a 15 años de prisión, y Fernando González a 19 años.  
 
El objetivo de la falsa incriminación
La acusación falsa de los Cinco Cubanos cumplía dos fines.

Era un intento más de la clase multimillonaria de Estados Unidos de castigar a Cuba revolucionaria por haber tenido la audacia de hacer una revolución socialista y sentar un ejemplo para la clase trabajadora que lucha contra la explotación y la opresión por todo el mundo.

También era un mensaje para los trabajadores y agricultores aquí en Estados Unidos: piénselo bien antes de desafiar a los patrones y su gobierno.

Los gobernantes de Estados Unidos pensaron que se saldrían con la suya con esta maniobra. Sin embargo, subestimaron la capacidad de resistencia de estos cinco luchadores de la clase trabajadora y la manera en la que el caso ha tocado una fibra sensible entre crecientes números de personas.

En los últimos 10 años, los Cinco Cubanos han estado al frente de los que luchan en contra de los ataques a los derechos y condiciones de vida del pueblo trabajador por parte del gobierno y los patrones. Los Cinco no solo se han mantenido firmes frente a los crueles tratos de sus carceleros, que incluyen largos periodos en los que han sido mantenidos incomunicados y las restricciones o incluso el rechazo completo de visas a sus seres queridos para que los puedan visitar, sino que también se han solidarizado con muchos otros que están luchando por justicia, dentro y fuera de los muros de la prisión, en Estados Unidos y en el resto del mundo.

Esta conducta es congruente con el papel ejemplar que cumplieron en Cuba, ya sea como dirigentes estudiantiles o como combatientes internacionalistas entre los miles de voluntarios cubanos que colaboraron para ayudar a derrotar al gobierno racista de Sudáfrica cuando invadió a Angola.

Durante la última década, el juicio injusto, la fabricación de cargos, y el trato arbitrario de los Cinco Cubanos por parte de las autoridades norteamericanas han hecho que un número creciente de personas demande su libertad. Se han convertido en un ejemplo para otros que luchan por justicia, desde los empacadores de carne encarcelados por trabajar sin los documentos requeridos hasta aquellos que se oponen a la ejecución de Troy Davis, un hombre negro de Georgia a quien la policía le ha montado cargos falsos.

Los Cinco saben muy bien que su lucha por la libertad llevará mucho tiempo. Pero en el ámbito legal se han comenzado a abrir grietas en las acusaciones falsas debido a que los Cinco se niegan a rendirse.

En 2005 un panel de la corte federal de apelaciones revocó sus sentencias sobre la base de que habían recibido un juicio injusto. Un año después, después de que el gobierno norteamericano retó esta decisión, el tribunal de apelaciones en pleno restauró las sentencias. Luego en junio de 2008, un tercer fallo del tribunal de apelaciones revocó las condenas de tres de los cinco, entre ellas las dos condenas a cadena perpetua, por considerarlas excesivas aún tomando en cuenta los criterios legales de Estados Unidos, aunque a la vez ratificó las sentencias de culpabilidad. Ahora los casos regresan al juez que emitió el falló originalmente para que dicte nuevas sentencias.

Hoy en día, el hecho de que los cinco han permanecido encerrados por 10 años hace que mucha gente, al enterarse de los hechos diga: ¡Basta ya, la justicia más elemental exige que sean liberados!

Este artículo es el primero de una serie que el Militante publicará sobre los hechos del caso para difundir la verdad lo más ampliamente posible.  
 
Se rehusaron a ‘cooperar’
En septiembre de 1998, días después de su arresto, Hernández, Labañino, Guerrero, René González y Fernando González fueron llevados a rastras a comparecer ante el juez federal Barry Garber, quien dio la orden de que sean detenidos sin derecho a fianza en el Centro de Detención Federal de Miami (FDC). Afirmó que “Cada uno representa un peligro para la comunidad”, indicando así que estaba de acuerdo con los fiscales. Se les asignaron abogados públicos.

“Ahora, el objetivo es que los fiscales convenzan a estos presuntos agentes a cooperar”, informó el diario Miami Herald del 16 de septiembre, citando a fuentes gubernamentales anónimas.

Ramón Labañino describió lo que le pasó: “Todo comenzó el 12 de septiembre de 1998 alrededor de las 5:30 de la mañana, en casa, cuando fuimos detenidos y llevados a las oficinas del FBI en Miami para una entrevista ‘persuasiva’, en la que nos pidieron que colaboremos y traicionemos a nuestro país con promesas de recompensa. Por supuesto que no tuve nada que decir, y luego que estuvieron seguros de que eso no les llevaría a ningún lado, nos metieron en un carro y nos llevaron al Centro de Detención Federal en el centro de Miami, donde hemos estado todo este tiempo”.

Labañino escribió estas líneas a su esposa, Elizabeth Palmeiro, en enero de 2001, cuando se estaba llevando a cabo su juicio.

Bajo presión, cinco de los 10 detenidos se declararon culpables de cargos menores, como el de ser agente no registrado de un gobierno extranjero, y aceptaron ser testigos en contra de los otros. Entre ellos estaban dos parejas casadas y con hijos, a quienes les advirtieron que enfrentaban largas condenas de prisión y que podrían perder la custodia de sus hijos si no “cooperaban”. A principios de 2000, fueron condenados a cumplir entre tres y siete años de cárcel, con promesas de poder salir anticipadamente y de recibir protección federal.

Mientras tanto, a los Cinco Cubanos los mantuvieron en celdas incomunicadas. Los encarcelaron en celdas estrechas, húmedas y enmohecidas por 23 horas al día, con una hora de “recreación” para que estiraran las piernas. Se pasarían así 17 meses consecutivos en “el hueco”.

Un gran jurado federal presentó 26 cargos. Los cinco se declararon no culpables de todos los cargos, entre los que se destacan los siguientes:

La acusación inicial fue presentada a principios de octubre de 1998. El cargo de “conspiración para cometer homicidio” contra Hernández fue añadido en mayo de 1999, luego que quedó claro para el gobierno de que habían fracasado en sus intentos de quebrar el espíritu de los acusados a pesar de los ocho meses de mantenerlos en celdas incomunicadas.

En una acción legal sin precedentes, las autoridades de Estados Unidos acusaron a Hernández de ser responsable de un acto realizado por un gobierno soberano: en 1996, Cuba derribó dos aviones de Hermanos al Rescate que volaban sobre su territorio. Ese grupo derechista había infringido el espacio aéreo cubano repetidas veces, a pesar de advertencias ampliamente publicitadas.  
 
La policía encarcela y deporta a Olga Salanueva
Las autoridades federales intentaron otras formas de quebrar a los Cinco Cubanos, pero fracasaron. Un método particularmente cruel fue el de arrestar y deportar a Olga Salanueva, a la que usaron como garrote contra su esposo, René González.

Salanueva escribió lo que había sucedido en Cartas de Amor y Esperanza: la historia de los Cinco Cubanos, una recopilación de la correspondencia de los Cinco Cubanos con sus familias. González, un ciudadano de Estados Unidos que creció en Cuba, se trasladó a Florida en 1990, y Salanueva se reunió con él seis años más tarde, llegando a obtener la residencia permanente de Estados Unidos. Tuvieron dos hijas, Irma, nacida en Cuba, e Ivette, nacida en Estados Unidos.

El 16 de agosto de 2000, policías del FBI y del Servicio de Inmigración y Naturalización arrestaron a Salanueva. Le confiscaron su tarjeta verde. “Me dijeron que yo sabía de las actividades de mi esposo, y que por lo tanto, mi residencia quedaba anulada”, escribió. “Me llevaron a la prisión estatal de Fort Lauderdale”.

Explicó que “el verdadero objetivo de mi arresto era poner presión sobre René para que firmara una confesión preparada por el Fiscal del Distrito del sur de Florida, en el que se declararía culpable y daría evidencia en contra de los otros acusados”. Las autoridades federales le advirtieron a él de que Salanueva, como residente permanente, también podría ser acusada. González se rehusó a firmar la confesión y tres días después la arrestaron a ella.

Camino a la cárcel, los policías llevaron a Salanueva, vestida con el uniforme color naranja de la prisión para que viera a González en el Centro de Detención Federal. “Querían mostrarle que habían cumplido con su amenaza y de que nuestras hijas y yo estábamos a su merced. Cuando me vio me dijo: ‘¡El color naranja te sienta muy bien!’ Incluso frente a los guardias no había perdido su sentido del humor”. Esa fue la última vez que lo vi.

“Ese día no lloré”, dijo Salanueva. “Lloras entre amigos, pero no frente a tus enemigos. La dignidad te da fuerza y te endurece”.

Durante los tres meses que Salanueva estubo en prisión, no le entregaron a González las cartas que ella le escribió. “Era claro que trataban de desestabilizarlo emocionalmente, ya que no sabía nada de mí directamente y se acercaba el comienzo del juicio”, afirmó.

Les prohibieron hablar entre ellos por teléfono. En un gesto de solidaridad, una compañera peruana del trabajo de mercadeo telefónico los ayudó a bordear ese obstáculo. Olga explicó que “Yo la llamaba y ella grababa mi mensaje para René. El hacía lo mismo. El la llamaba, escuchaba mi grabación y luego grababa” un mensaje para su esposa.

El 21 de noviembre de 2000, seis días antes de que empezara el juicio de los cinco, Olga Salanueva fue deportada. Durante los últimos ocho años, el gobierno norteamericano le ha rechazado repetidamente las solicitudes de visa para ver a su esposo. Ella, junto con los otros familiares de los cinco, nunca han parado de hablar a favor de su liberación.  
 
 
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