Vol. 74/No. 15 19 de abril de 2010
POR JACK BARNES
La misión voluntaria en Angola* también está teniendo un impacto político al interior de Cuba. Eso se pudo apreciar el año pasado en el Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba, donde Fidel Castro —en su discurso a los delegados con que presentó al recién electo Comité Central— explicó que el partido había subestimado el legado del racismo antinegro en Cuba, y delineó mayores medidas políticas que se podían tomar para impulsar la lucha por eliminar los vestigios de prejuicios y desigualdad raciales.
Fidel señaló que los negros en Cuba —a quienes “los sacaron de áfrica y los esclavizaron para realizar labores que los blancos no se atrevían a hacer en este clima tropical abrasador”— habían apoyado la revolución de forma abrumadora. La abolición de la esclavitud en Cuba en la segunda mitad del siglo XIX había estado totalmente entrelazada con la lucha contra el dominio colonial español; los negros participaron a todos los niveles del Ejército Libertador cubano (llegando hasta el propio general Antonio Maceo). Sin embargo, en la “seudorepública” —según se conocía popularmente en Cuba— que oficialmente era independiente pero estaba dominada por Washington, los negros habían seguido siendo objeto de la discriminación, y a veces del terror abierto, “por el color de la piel”.
En notable contraste, el nuevo gobierno revolucionario, a partir de enero de 1959, combatió activamente la discriminación racista. Lo hizo no solo con decretos y leyes sino, sobre todo, con las milicias para hacer cumplir estas medidas con rapidez y vigor, en cualquier tienda, en cualquier playa, en cualquier actividad social, en cualquier entrevista de empleo, o en cualquier otro lugar donde se les negara igual trato o acceso a negros o mestizos. Toda distinción basada en la raza “se borró de nuestra constitución, y con razón”, dijo Fidel.
No obstante, el hecho de que el gobierno y el partido en Cuba trataran de hacer caso omiso del color de la piel en su forma de actuar, no bastaba, por sí solo, para superar el legado histórico de la esclavitud y la discriminación racista, dijo Fidel. Eso lo había demostrado la experiencia durante más de un cuarto de siglo en Cuba revolucionaria. “No podemos dejar al azar la rectificación de las injusticias históricas”, dijo Fidel a los delegados en el congreso. “Para establecer realmente la igualdad completa hace falta más que simplemente decretarla como ley. Hay que promoverla en las organizaciones de masas, en la [organización de la] juventud, en el partido… No podemos dejar al azar la promoción de las mujeres, de los negros y de los mestizos. Tiene que ser obra del partido; tenemos que enderezar lo que ha torcido la historia”. Y el capitalismo mundial, durante siglos, ha torcido todo a su paso, incluidas las diferencias raciales.
El gobierno y el partido revolucionario jamás le habían preguntado a nadie acerca de su raza “y con razón”, dijo Fidel.
él señaló a varios dirigentes conocidos del partido que, a pesar de su apariencia exterior, tenían un abuelo negro o chino. “¿Para qué andar haciendo esas preguntas? Antes era para discriminar, hoy es por la razón contraria: entonces preguntamos”.
“Aquí sencillamente se trata del color de la piel”, dijo Fidel. En Cuba, agregó, “todos somos producto de una mezcla de razas”. Pregunten a los imperialistas “si esta mezcla ha sido fácil de disolver, de dividir o de aplastar. No lo han logrado”. Y precisamente por esa razón, dijo Fidel, el nuevo Comité Central elegido por el congreso incluía —además de más trabajadores, “y no solo a obreros que han llegado a ser dirigentes sino a obreros de fábrica”— “una fuerte inyección de mujeres, una fuerte inyección de negros y de mestizos”.
Este avance político para la revolución en Cuba se deriva, por lo menos en parte, del impacto de la operación internacionalista en Angola. Es una afirmación de los objetivos por los cuales luchaba Malcolm y de su confianza en la Revolución Cubana y su dirección. Y es una verificación —para los trabajadores comunistas en Estados Unidos y otros países imperialistas— de nuestro compromiso estratégico con la acción afirmativa, no como una cuestión de postura moral o de sacrificio, sino para unir a la clase trabajadora en su conjunto para luchar con más efectividad contra nuestros explotadores y opresores comunes, la clase capitalista.
Ante el impacto de la victoria en Cuito Cuanavale, el régimen supremacista blanco retiró sus fuerzas de Angola y entabló conversaciones con los gobiernos cubano y angolano, al cabo de las cuales Pretoria tuvo que reconocer la independencia de su colonia, Namibia. Entre las primeras batallas a fines de 1975 y la partida de los últimos soldados cubanos en mayo de 1991, 375 mil combatientes voluntarios internacionalistas habían cumplido misión en Angola y habían caído 2 mil.
A principios de 1990, menos de dos años después de Cuito Cuanavale, las crecientes luchas del pueblo trabajador en Sudáfrica obligaron a Pretoria a levantar la proscripción del Congreso Nacional Africano y liberar a su dirigente, Nelson Mandela, tras casi 28 años de encarcelamiento. El régimen del apartheid se desmoronó ante el ascenso de protestas masivas en los años siguientes, y en 1994 Mandela fue elegido presidente en las primeras elecciones celebradas en ese país con sufragio universal.
En julio de 1991 Mandela visitó Cuba, y junto a Fidel Castro habló ante decenas de miles de cubanos e invitados internacionales. “Los internacionalistas cubanos hicieron una contribución a la independencia, la libertad y la justicia en áfrica que no tiene paralelo por los principios y el desinterés que la caracterizan”, dijo Mandela. “… ¡Cuito Cuanavale marca un hito en la historia de la lucha por la liberación de áfrica austral! ¡Cuito Cuanavale marca un punto álgido en la lucha por librar al continente y a nuestro país del azote del apartheid!” El discurso de Mandela se encuentra en ¡Qué lejos hemos llegado los esclavos! Sudáfrica y Cuba en el mundo de hoy (Pathfinder, 1991), págs. 19-32 [impresión de 2009]; fragmentos del discurso aparecen en Nuestra historia aún se está escribiendo: La historia de tres generales cubano-chinos en la Revolución Cubana (Pathfinder, 2005), págs. 185-89.
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