Vol. 74/No. 17 3 de mayo de 2010
En la última de las tres discusiones que tuvieron lugar en México en 1939, Trotsky insistió en que la tarea de los comunistas era la construcción de partidos que fueran proletarios en su composición, no solo en su programa y estrategia. Esta tarea era parte central de la continuidad revolucionaria que él estaba organizando a sus correligionarios del Partido Socialista de los Trabajadores y a nivel mundial a que llevaran a la práctica.
Trotsky había resumido esta trayectoria mucho antes en una carta fechada el 13 de junio de 1932, en la que instó a la dirección del movimiento comunista mundial a dedicarse activamente a reclutar a un grupo de trabajadores negros en Johannesburgo, Sudáfrica, que había pedido afiliarse.
Puede que los camaradas de Johannesburgo no hayan tenido aún la oportunidad de familiarizarse mejor con las perspectivas de la Oposición de Izquierda respecto a todas las cuestiones más importantes. Pero esto no puede ser un obstáculo a que colaboremos con ellos lo más estrechamente posible en este momento preciso, y que los ayudemos, como camaradas, a entrar en la órbita de nuestro programa y nuestras tácticas.
Si 10 intelectuales que ya han sido miembros de distintas organizaciones, sea en París, Berlín o Nueva York, se nos acercan pidiendo que los admitamos, yo ofrezco el siguiente consejo: hagamos que pasen por una serie de pruebas en torno todas las cuestiones programáticas; mójenlos bajo la lluvia, séquenlos al sol y entonces, después de un nuevo examen cuidadoso, aceptemos quizás a uno o a dos de ellos.
El caso es radicalmente diferente si se nos acercan 10 trabajadores vinculados a las masas. La diferencia que existe en nuestra actitud hacia un grupo pequeñoburgués y hacia el grupo proletario no requiere explicación. Pero si un grupo proletario se desempeña en una localidad donde hay trabajadores de razas diferentes y, a pesar de ello, sigue compuesto únicamente de trabajadores de una nacionalidad privilegiada, entonces me inclino a verlos con sospecha. ¿No estaremos tratando quizás con la aristocracia obrera? ¿No será que el grupo está contagiado con prejuicios esclavistas, ya sea activos o pasivos?
La situación es totalmente distinta si nos aborda un grupo de trabajadores negros. En ese caso estoy dispuesto a aceptar por adelantado que llegaremos a un acuerdo con ellos, aun si dicho acuerdo todavía no resulta evidente, porque los trabajadores negros, en virtud de su situación general, no aspiran ni pueden aspirar a degradar a nadie, a oprimir a nadie, o a privar a nadie de sus derechos. No ansían privilegios ni pueden ascender a la cima más que por la vía de la revolución internacional.
Podemos y debemos encontrar el camino hacia la conciencia de los trabajadores negros, de los trabajadores chinos, de los trabajadores indios y de todos los oprimidos en el océano humano de las razas de color a quienes les toca la palabra decisiva en el desarrollo de la humanidad.