Vol. 74/No. 22 7 de Junio de 2010
En el mitin público grande aquí en Nueva York hace un par de días, instamos a los participantes a que visitaran la exposición La esclavitud en Nueva York, en la Sociedad Histórica de Nueva York. Entre muchas cosas, la exposición describe la Sociedad de Manumisión de Nueva York, fundada en 1785. Observé que John Jay presidente del Congreso Continental por muchos años durante la Revolución Norteamericana y luego gobernador de Nueva York y presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos fue fundador de la sociedad y escribió en su constitución las siguientes palabras: El benévolo Creador y Padre de los hombres ha dado a todos un mismo derecho a la vida, libertad y propiedad.
Esta frase la contrasté favorablemente con la decisión de Thomas Jefferson, al redactar la Declaración de Independencia una década antes, de cambiar esas palabras muy usadas por los adversarios burgueses de la tiranía monárquica y de la reacción feudal de esa época y remplazarlas con una frase más intangible: Vida, libertad y búsqueda de felicidad. A excepción de los cuatro hijos de Sally Hemmings, Thomas Jefferson no liberó a ningún esclavo suyo, ni siquiera en su testamento; 130 fueron vendidos en subasta cuando murió. Eso posiblemente ponga en perspectiva la interpretación práctica de Jefferson sobre la vida, libertad y búsqueda de felicidad.
El lema Vida, libertad y propiedad favorecía mucho más los intereses de todo el pueblo trabajador. Fue el despojo de las masas productoras independientes por parte del capital lo que no nos dejó más opción que la de vender nuestra fuerza de trabajo a un patrón para sobrevivir y, por tanto, lo que dio origen a nuestra clase, el proletariado hereditario. Nos quitaron el uso libre de herramientas. Nos expulsaron de la tierra y de los oficios y artes independientes. Nos privaron de nuestros propios medios de producción. Se apropiaron de las tierras comunales. Y fue la privación brutal de ambas cosas, la libertad y la propiedad hasta el derecho de tener propiedad, mucho menos la oportunidad lo que caracterizó la esclavitud y muchas otras formas de trabajo en servidumbre. En los capítulos de El capital Sobre la llamada acumulación originaria, Marx describe en detalle cómo, a consecuencia de estos procesos combinados, el modo capitalista de producción llegó al mundo chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies.
Búsqueda de felicidad
Una vez hayamos establecido un gobierno de trabajadores y agricultores, y hayamos expropiado a la clase capitalista, los trabajadores seremos harto competentes para encargarnos de nuestra propia búsqueda de felicidad… y buscaremos mucha felicidad por ese camino. Al contrario de la falsa representación burguesa de los comunistas como ingenieros sociales utópicos, los revolucionarios proletarios como la mayoría de los trabajadores creemos firmemente que es mejor dejar muchas cosas de la vida en manos de cada individuo. El derecho a la vida privada es real. Creemos que el estado, incluso el estado obrero, no debe meter la nariz en nuestra búsqueda de felicidad.
Ni la dictadura del proletariado, ni la sociedad comunista hacia la cual esta sirve de puente, se asemeja a algún tipo de inmensa barraca colectiva de la humanidad. De eso no se trata el comunismo. Todo lo contrario, como explica el Manifiesto Comunista, En sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, surgirá una sociedad en que el libre desarrollo de cada uno será la condición del libre desarrollo de todos. Tenemos muy poca idea de cómo será, pero será mucho mejor para el pueblo trabajador.
Hoy, más de 130 años después de que Marx identificó las fuerzas de clase capaces de hacer la tercera revolución norteamericana una revolución socialista esa misma alianza sigue siendo fundamental para la tarea: el trabajo libre, los agricultores libres explotados por el capital, y los hombres y mujeres que se liberaron de la esclavocracia derrotada. Esas fuerzas siguen siendo esenciales para la formación de una liga de la tierra y del trabajo moderna, el partido proletario revolucionario que podrá cumplir la tarea.
En medio de las poderosas huelgas a nivel nacional precipitadas por los obreros ferrocarrileros en 1877, Marx le escribió a Engels:
Este primer estallido contra la oligarquía del capital asociado que ha surgido desde la Guerra Civil será suprimido, por supuesto, pero muy bien podría constituir el punto de partida para el establecimiento de un partido obrero serio en Estados Unidos
La política del nuevo presidente [de retirar las tropas de la Unión que respaldaban a los gobiernos de Reconstrucción Radical en todo el Sur] convertirá a los negros en aliados de los trabajadores, y las grandes expropiaciones de tierras (especialmente de tierras fértiles) a favor de las compañías ferrocarrileras, mineras, etcétera, convertirán a los campesinos del Oeste, que ya están muy desilusionados, en aliados de los trabajadores.
Como expliqué en el informe del congreso del PST de 1984 titulado La lucha por un gobierno de trabajadores y agricultores en Estados Unidos:
Pero esto no habría de suceder. Las reservas económicas y políticas de la burguesía industrial estadounidense en ascenso estaban lejos de agotarse, y por tanto las ilusiones colaboracionistas de clase entre el pueblo trabajador aún tenían profundas raíces. El liderazgo de lucha de clases de los trabajadores y su núcleo revolucionario aún eran demasiado pequeños numéricamente y carecían de suficiente experiencia de combate de clases. Durante el siguiente medio siglo, Estados Unidos llegaría a ser la potencia imperialista más poderosa del mundo, y la cúpula del movimiento obrero norteamericano llegaría a ser la sirvienta del Tío Sam.
Además, la derrota de la Reconstrucción Radical asestó un golpe devastador contra los negros y el resto del pueblo trabajador norteamericano. La clase trabajadora en Estados Unidos quedó más profundamente dividida por la opresión nacional de los negros que se institucionalizó sobre nuevas bases en el Sur después del desenlace sangriento de 1877. El primer paso de gigante del movimiento obrero norteamericano hacia la formación de grandes sindicatos industriales no llegó sino seis décadas más tarde, y la formación del partido obrero que Marx anticipó hace 108 años sigue siendo hasta la fecha una tarea incumplida de nuestra clase.
Sin embargo, Marx no podía estar más acertado respecto a la alianza de fuerzas sociales que tendrían que ser parte integral de una revolución exitosa en Estados Unidos: la clase trabajadora, los trabajadores que son negros y los agricultores explotados.
Ese sigue siendo el pronóstico para la revolución norteamericana, para la conquista del poder y el establecimiento de la dictadura del proletariado en Estados Unidos, hasta el día de hoy.