Vol. 75/No. 2 17 de enero de 2011
A continuación publicamos la introducción al libro Soldado de la Revolución Cubana: De los cañaverales de Oriente a general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias por el general de brigada (r) cubano Luis Alfonso Zayas, hoy uno de los dirigentes nacionales de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. El libro publicado por Pathfinder ya está en venta en inglés y en español (ver anuncio en esta página con precio especial). Las ilustraciones en este artículo se tomaron de las más de 30 páginas de fotos del libro. Copyright © 2011 por Pathfinder Press. Se reproduce con autorización.
POR MARY-ALICE WATERS
Soldado de la Revolución Cubana: De los cañaverales de Oriente a general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias narra la historia de la revolución de la manera más fiel e impactante posible: a través de la vida de uno de sus protagonistas. La historia de Luis Alfonso Zayas es a la vez singular y típica de los jóvenes y las jóvenes, muchos de ellos todavía adolescentes, que hace más de medio siglo se volcaron a una lucha intransigente para librar a Cuba de una sangrienta dictadura militar y osaron enfrentarse a las clases acaudaladas de Cuba y Estados Unidos, a los intereses de los cuales respondía esa tiranía.
Con el relato de Zayas llegamos a entender cómo centenares, luego miles y al final cientos de miles de trabajadores comunes y corrientes se transformaron ellos mismos al ir cobrando confianza en su propia fuerza colectiva para asaltar el cielo, usando las memorables palabras de Carlos Marx en homenaje a los trabajadores y las trabajadoras de la Comuna de París de 1871, primer gobierno de la clase trabajadora en la historia.
Al negarse a traicionar los objetivos por los cuales luchaban, los trabajadores y agricultores de Cuba lograron lo que todas las voces de la autoridad burguesa y de la vacilación pequeñoburguesa, dentro y fuera de Cuba, les aseguraban que era imposible. Quebraron el poder armado y luego el poder económico de las clases dominantes existentes y se pusieron a crear un orden mundial verdaderamente justo. Comenzaron a edificar la sociedad cubana sobre una nueva base económica y social proletaria, mientras simultáneamente tendían una mano solidaria a los que combatían contra la dominación imperialista y la explotación capitalista por todo el mundo.
Soldado de la Revolución Cubana no es el primer libro publicado por la editorial Pathfinder que busca dar vida así a la revolución socialista cubana para las nuevas generaciones de trabajadores y jóvenes. Se suma a un creciente arsenal de títulos que incluye Nuestra historia aún se está escribiendo por Armando Choy, Gustavo Chui y Moisés Sío Wong; Aldabonazo por Armando Hart; Marianas en combate por Teté Puebla; De la sierra del Escambray al Congo por Víctor Dreke; Pombo: A Man of Ches guerrilla (Pombo: Un hombre de la guerrilla de Che) por Harry Villegas; Cuba y la revolución norteamericana que viene por Jack Barnes; y Episodes of the Cuban Revolutionary War (Pasajes de la guerra revolucionaria cubana) por Ernesto Che Guevara.
En cada uno de estos libros los autores narran la historia de cómo, siendo jóvenes de espíritu rebelde, se vieron atraídos, y educados, por las luchas revolucionarias de los trabajadores y agricultores cubanos que se negaban a aceptar las condiciones de vida impuestas por las familias adineradas que eran dueños de las plantaciones, los centrales y las fábricas. Y de cómo nunca dieron marcha atrás.
Al desenvolverse la historia de Alfonso Zayas en estas páginas, se destacan varios elementos. Una de las secciones más impactantes del libro es la descripción por el autor de las relaciones económicas y sociales que definieron las luchas en el campo cuando él estaba creciendo en los años 40 y 50, época en que Cuba era el mayor productor y exportador de azúcar en el mundo y suministraba el 37 por ciento del azúcar consumido en Estados Unidos.
Esta generación no vivió en la Cuba de antes, dice Zayas. Ninguna persona menor de 50 años había siquiera nacido cuando esa Cuba desapareció para siempre. Ninguna menor de 60 años siquiera era adolescente. Ven fotografías de lo que era Cuba antes, pero no saben lo que era la vida en el capitalismo.
No es que en Cuba ahora no haya problemas, observa Zayas. Pero cuando los jóvenes cubanos van al exterior a prestar sus servicios en diversos países, entre ellos Venezuela y Haití, ven la realidad en esos lugares, y eso les da un mejor entendimiento de lo que la revolución cambió en Cuba.
Soldado de la Revolución Cubana les da a los lectores en todas partes un mejor entendimiento de lo que los trabajadores y agricultores cubanos cambiaron cuando iniciaron y hasta el día de hoy siguen defendiendo exitosamente la revolución socialista en nuestro hemisferio.
A través del recuento en estas páginas podemos participar junto a Zayas en las acciones clandestinas del Movimiento 26 de Julio en Puerto Padre, su pueblo natal. Los acompañamos a él y a sus compañeros en el primer grupo de refuerzo los 51 marabuzaleros, según se llegó a conocer que en marzo de 1957 se sumó a los 22 combatientes del Ejército Rebelde que se habían reagrupado en la Sierra Maestra después de sus reveses iniciales. Junto con Zayas, vamos creciendo al pasar por las batallas, tanto políticas como militares, que libró el Ejército Rebelde en sus meses formativos. En este proceso, llegamos a valorar de una forma completamente nueva el peso decisivo de los productores rurales que muy tempranamente se arrojaron a la guerra revolucionaria y engrosaron las filas de los combatientes.
El Ejército Rebelde no habría podido sobrevivir sin los años de labor anterior que hizo posible las líneas de abastecimiento y de comunicación que los cuadros clandestinos del Movimiento 26 de Julio organizaron en las ciudades, y la amplia red de apoyo que no solo abarcó a trabajadores sino penetró profundamente entre las clases medias. Pero el lector puede comprender que sin el amplio apoyo de campesinos y jóvenes trabajadores de las zonas rurales como Zayas reclutas acostumbrados al trabajo arduo y a los rigores de la vida del campo, duchos en las formas de sobrevivir, entendidos de las operaciones de la odiada Guardia Rural y otras fuerzas de represión en Cuba, y profundamente comprometidos con la lucha eran escasas las posibilidades de que las pocas decenas de combatientes del Ejército Rebelde en el período inicial hubiesen podido evitar ser aniquilados por las fuerzas militares fuertemente armadas de la tiranía del general Fulgencio Batista, que gozaba del respaldo de Washington.
El propio Zayas subraya este hecho al describir de primera mano las privaciones épicas que enfrentaron los 140 hombres de la famosa Columna 8 de Che Guevara al marchar de la Sierra Maestra a la sierra del Escambray, en la región central de Cuba, en septiembre y principios de octubre de 1958, operación que según lo anticipado iba a durar 48 horas pero que en realidad duró 47 días. Quizás si se hubiera hecho la marcha en camiones [como se había planeado al principio], habríamos caído en una emboscada y no habría llegado ninguno, dice Zayas. Si se hubiera hecho ese recorrido de 600 kilómetros en 48 horas, quizás no nos hubiéramos depurado de los que se rajaron, los que no tenían fuerza de voluntad para seguir. Quizás no se habría podido evaluar la condición de los que sí llegamos.
Esa moral proletaria del Ejército Rebelde llegó a ser el fundamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, las FAR, que se formaron después de que las fuerzas militares de Batista se vieran derrotadas en batallas y desintegradas por la fuerza de la insurrección revolucionaria de masas que se propagó por el país en las horas tempranas del primero de enero de 1959. Sirvió de cimiento moral y político de las fuerzas de las Milicias Nacionales Revolucionarias, la Policía Nacional Revolucionaria, el Ministerio del Interior y los voluntarios internacionalistas de Cuba por todo el continente americano, áfrica y más allá.
La perspicacia que nos brinda el relato de Zayas sobre la guerra revolucionaria explica bien lo que no pudieron comprender los dirigentes ni de Washington ni de la Sudáfrica del apartheid. ¿Cómo fue posible que Cuba organizara la operación militar que realizó 16 años más tarde: no con unos pocos miles de efectivos en unidades élite, sino con una fuerza de voluntarios que ascendió a casi 400 mil en el transcurso de más de una década y media, voluntarios dispuestos a dar la vida, como hicieron dos mil cubanos, para ayudar a defender al nuevo gobierno independiente de Angola contra las fuerzas invasoras del régimen supremacista blanco de Sudáfrica y sus aliados?
Todos los grandes estrategas del gobierno norteamericano eran incapaces de imaginar el tipo de conciencia que demostraron los cubanos, dice el autor. Y tiene razón. Es una ceguera de clase que nunca han podido superar, y que nunca podrán.
Soldado de la Revolución Cubana abarca las reflexiones de Zayas sobre sus tres misiones en Angola entre 1975 y 1987, en las que asumió responsabilidades principalmente civiles a petición del gobierno angolano. Su exposición amplía el alcance de los relatos testimoniales y documentos que están disponibles, especialmente en inglés, entre ellos los que Pathfinder publicó anteriormente en libros como ¡Qué lejos hemos llegado los esclavos! por Nelson Mandela y Fidel Castro, Cubas Internationalist Foreign Policy (La política exterior internacionalista de Cuba) por Fidel Castro, y Nuestra historia aún se está escribiendo.
De especial interés son las observaciones que hace Zayas sobre su labor al ayudar a elaborar planes de desarrollo para la provincia de Cabinda, una región rica en petróleo que está separada del resto de Angola por una franja de la República Democrática del Congo (antes Zaire). También es valioso su relato sobre las divisiones en el seno del gobernante Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) y el intento de golpe de estado en 1977 contra el dirigente del MPLA Agostinho Neto, así como su descripción de la contraofensiva militar conjunta angolano-cubana a principios de 1976 que expulsó del norte de Angola a los aliados reaccionarios del apartheid basados en Zaire.
Lo que sale a relucir en la narrativa de Zayas se resume elocuentemente en las palabras del entonces ministro de las FAR Raúl Castro, cuando habló ante el último grupo de voluntarios que regresó a Cuba hace unos 20 años, en mayo de 1991:
Si algo singular tiene la presencia cubana en Angola, continuación de las mejores tradiciones nacionales, es el masivo concurso popular? cuyo significado aún más trascendental fue el carácter absolutamente voluntario de la participación. Aquel no fue solo un ejército profesional, por más que nos enorgullecemos del desempeño combativo y técnico de nuestras tropas, sino un ejército de las masas, un ejército revolucionario del pueblo
En los nuevos e inesperados desafíos, siempre podremos evocar la epopeya de Angola con gratitud, porque sin Angola no seríamos tan fuertes como somos hoy
Los nuevos e inesperados desafíos que Cuba ya enfrentaba en 1991 fueron la consecuencia de la evaporación del 75 al 85 por ciento de las exportaciones e importaciones cubanas, al tiempo que los regímenes burocráticos estalinizados de Europa oriental y la Unión Soviética se derrumbaban como un merengue, usando la frase evocativa del entonces presidente cubano Fidel Castro. Cuba perdió abruptamente suministros vitales, desde alimentos, ropa y fertilizantes hasta combustible, papel, maquinaria y repuestos, pérdidas que paralizaron cada aspecto de la agricultura, la manufactura y el transporte. De la noche a la mañana se borró un subsidio considerable de casi 30 años a la economía cubana, representado por condiciones favorables de comercio y préstamos a largo plazo. En respuesta, la dirección revolucionaria cubana inició lo que se conoció como el Período Especial en tiempos de paz, y activó planes de contingencia diseñados para permitir que el pueblo cubano sobreviviera aun si la isla quedara aislada completamente por un bloqueo naval.
En los momentos más oscuros del Período Especial, en 1993-94, muchas familias cubanas no sabían de un día a otro, literalmente, de dónde vendría su próxima comida. Pero los cientos de miles de trabajadores, agricultores y jóvenes cubanos que habían arriesgado la vida en la lucha contra la Sudáfrica del apartheid sí fueron decisivos, según lo previó Raúl. Resultaron más fuertes gracias a ese internacionalismo proletario. Entendieron mejor lo que estaba en juego en su lucha y lo que el pueblo trabajador cubano era capaz de lograr. Con los enormes esfuerzos de los trabajadores y agricultores cubanos y las medidas adoptadas por su gobierno, la producción empezó a repuntar gradualmente.
Para fines de 1996 habían dejado atrás lo peor del Período Especial. Y al contrario de las predicciones de todos sus enemigos, la Revolución Cubana había demostrado en la práctica que sus cimientos proletarios de clase se mantenían intactos.
A través de estos años más severos de la Revolución Cubana, Zayas se desempeñó como segundo al mando del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), integrado por unidades especiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias que desde 1973 han sido un elemento vital de la fuerza de trabajo en el campo. Sus unidades se organizan, como dice Zayas, para combatir, resistir y producir. Su aporte cuando se enfrentó la crisis alimentaria del Período Especial fue decisivo, y aún lo es.
Los productos agropecuarios de las fincas que maneja el Ejército Juvenil del Trabajo se traen a las ciudades y se venden en puestos del EJT y en ferias agrícolas a precios considerablemente más bajos que en otros mercados. Esta política del gobierno, aplicada por las FAR, ayuda a los más necesitados, especialmente a los jubilados que subsisten a duras penas con sus exiguas pensiones. Ayuda a mantener más bajos los precios de los alimentos ofreciendo una alternativa a los mercados agropecuarios donde los precios no están topados. Si a una persona mayor le escasea el dinero, señala Zayas, la política establecida ha sido, Dáselo, sin cobrar. Así se han dirigido los mercados del EJT.
Un período especial con p y e minúsculas aún existe en Cuba, y seguirá existiendo. No volverán las políticas comerciales preferenciales y otras formas de subsidios y ayuda que amortiguaban el impacto para el pueblo trabajador cubano del mercado capitalista mundial y de la productividad del trabajo incomparablemente mayor en los países imperialistas.
No habrá cese del fuego en la guerra económica que el coloso imperialista del norte ha librado contra Cuba socialista por 50 años. A las familias de la clase dominante norteamericana, lo único que les bastaría sería que el pueblo trabajador de Cuba se rindiera. Lo único que satisfacería sus exigencias sería la revocación de las acciones revolucionarias que le arrancaron al capital el control de las tierras fértiles, las fábricas y los recursos naturales.
Ese es el objetivo que Washington se ha empeñado en vano en lograr durante más de medio siglo. Es frente a este hecho social y político que los trabajadores, agricultores y jóvenes cubanos libran hoy día la batalla por producir, la batalla por elevar el nivel de vida, la batalla por defender la trayectoria socialista de Cuba.
Sin embargo, el frente político de la guerra económica de los gobernantes norteamericanos tiene un enfoque diferente, y esto se ve subrayado en el relato que brinda Zayas de las batallas libradas en los primeros meses de la revolución.
Engendrar, financiar, promover y divulgar una contrarrevolución democrática ha sido, desde los primeros días, el arma política preferida de los gobernantes norteamericanos. El tamborileo de propaganda es incesante.
El objetivo: persuadir a los que en todas partes del mundo se ven atraídos al ejemplo liberador de la Revolución Cubana de que el socialismo lejos de ser el camino a la erradicación del sinnúmero de formas de tiranía y opresión producidas por el capital significa la supresión de la libertad individual y la restricción inevitable de los derechos humanos, como ha ocurrido en más de un país desde principios del siglo XX y según se ha defendido en nombre del comunismo.
La campaña imperialista empezó en las primeras semanas de 1959, cuando el ejército de matones de Batista intentaba fugarse del país. Ernesto Che Guevara le encomendó a Zayas asumir la jefatura de la prisión en La Cabaña, el puesto de mando del Ejército Rebelde en la fortaleza colonial española sobre la Bahía de La Habana. No había muchos prisioneros en ese momento, relata Zayas, pero pronto empezaron a llegar. Agrega:
El primero de enero, en respuesta a un llamado de Fidel para una huelga general y una insurrección popular, se habían tomado todas las jefaturas de la policía y todos los cuarteles, y en los días siguientes se capturaron a muchos de los esbirros de la dictadura. Es decir, los que no lograron escapar con Batista y tuvieron que pagar por sus crímenes. Por dondequiera, a cualquier hora del día y de la noche, llegaban las perseguidoras a La Cabaña. Al final, entregaron a mil y pico de aquellos matones y asesinos.
Según lo describe Zayas, se establecieron tribunales revolucionarios para oír las pruebas contra cada uno de ellos y emitir decisiones. El clamor empezó inmediatamente entre los grandes defensores de la democracia, el derecho y el orden burgueses del norte. La dirección revolucionaria popular de Cuba estaba ejecutando a sus enemigos sin el debido proceso, alegaron. Pero la verdad era todo lo contrario. Nunca se fusiló a ninguna persona a la que no se le hubiera hecho su juicio con todas las garantías establecidas, señaló Zayas. Es más, si a estos individuos se los hubiera soltado, los habrían linchado en las calles. Tuvimos que defenderlos de la población. Porque la gente quería justicia por la muerte de sus familiares, de sus seres queridos. Fidel Castro, al responder hace unos años a preguntas sobre estos tribunales revolucionarios que le planteó el periodista Ignacio Ramonet, explicó más a fondo.
Machado, en 1933, los machadistas fueron arrastrados por las calles; hubo asaltos y saqueos de casas, venganza popular. Durante toda la guerra, pensando en la violencia de masas que acompaña a las victorias populares, advertimos a nuestro pueblo sobre eso
Esta fue, tal vez, la única Revolución en que fueron juzgados y sancionados los principales criminales de guerra, que no asaltó ni arrastró a la gente ni tomó venganza por sus manos Y si no hubo linchamientos ni baño de sangre, se debió a una prédica y a una promesa: Los criminales de guerra serán juzgados y serán sancionados ejemplarmente.
Basta con recordar el cadáver de Mussolini que colgaba de los pies en las calles de Milán, o el circo vengativo antes de la ejecución de Saddam Hussein en 2006 por parte del régimen impuesto por Washington, para reconocer el poderoso ejemplo que sentó la Revolución Cubana cuando dirigió a las víctimas de la tiranía batistiana a transformar la venganza en justicia revolucionaria. No hay nada que ponga de relieve el carácter proletario de la revolución de forma más nítida.
Las entrevistas con Alfonso Zayas que al final se convirtieron en Soldado de la Revolución Cubana las realizamos Martín Koppel y yo en febrero y junio de 2007 y en marzo de 2009 en la sede de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC) en La Habana, Cuba. Koppel es redactor del semanario Militante y un editor de Pathfinder. Otra entrevista a Zayas, a principios de este año, en la que participó Róger Calero, director de El Militante, brindó más detalles y aclaraciones.
El interés sistemático y las preguntas a veces insistentes del vicepresidente ejecutivo de la ACRC, el general Harry Villegas conocido hoy por todo el mundo como Pombo fueron un estímulo permanente. Y el trabajo riguroso de Iraida Aguirrechu, de la Editora Política, casa editorial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, fue imprescindible. Ella participó en cada paso del proceso, desde las primeras entrevistas hasta la revisión final.
La famosa foto de la caballería miliciana que se encamina a la sede de la empresa norteamericana United Fruit Company en mayo de 1960 para anunciar que los trabajadores y agricultores de Cuba habían expropiado sus enormes plantaciones fue proporcionada a Pathfinder hace más de una década por Raúl Corrales, uno de los más destacados fotógrafos de la revolución. Corrales dio permiso para reproducir esa memorable foto en la portada que escogiéramos, y uno no puede imaginarse un libro más apropiado que este.
El autor proporcionó muchas de las otras fotos históricas incluidas aquí. Otras se hallaron con la ayuda siempre atenta del personal responsable de los archivos fotográficos del diario Granma y la revista Bohemia. Y nos sentimos especialmente agradecidos por la ayuda de Francisco Rodríguez Robles del Joven Club en el municipio cercano de Jesús Menéndez, quien encontró, escaneó y nos envió una foto del central Chaparra que lo muestra en los días antes de la revolución, cuando Zayas estaba creciendo prácticamente a la sombra del central.
Ante todo, le damos las gracias al general Alfonso Zayas por sus muchas horas de trabajo que hicieron posible este libro. Las actuales y futuras generaciones de trabajadores y agricultores de disposición revolucionaria y de jóvenes atraídos a ellos para quienes se escribió este libro ahora tendrán una imagen más clara de las profundas raíces de la Revolución Cubana, y de los hombres y mujeres cuyas acciones hicieron de esta revolución el faro que sigue representando en el mundo de hoy. Ellos conocerán mejor los rasgos y la disciplina proletarios que deben emular si han de emprender proezas semejantes en cada país del mundo cuyos trabajadores y agricultores están oprimidos por la explotación capitalista.
Noviembre de 2010