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Vol. 75/No. 3      24 de enero de 2011

 
Se capta un momento en la historia
revolucionaria: la historia de una foto
Portada de ‘Soldado de la Revolución
Cubana’ de Alfonso Zayas
(artículo especial)
 

A continuación publicamos una sección que aparece al final del nuevo libro de Pathfinder Soldado de la Revolución Cubana: De los cañaverales de Oriente a general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias por el general de brigada (r) Luis Alfonso Zayas, hoy uno de los dirigentes nacionales de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. El libro está disponible en inglés y en español. Copyright © 2011 por Pathfinder Press. Se reproduce con autorización.

POR MARY-ALICE WATERS  
La foto que aparece en la portada de este libro capta un momento álgido en la historia de los hombres y mujeres que hicieron la Revolución Cubana. Tomada por Raúl Corrales, uno de los grandes fotógrafos de la revolución, la imagen muestra una caballería miliciana de trabajadores y agricultores que se encamina a la sede de la United Fruit Company cerca del pueblo de Mayarí en Cuba oriental el 14 de mayo de 1960 para informarle a la gerencia de la empresa que sus extensas propiedades habían sido expropiadas, que estas tierras y edificios se habían convertido en propiedad cubana.

En abril de 1960, un año después de que se empezara a llevar a cabo la primera de las dos profundas leyes de reforma agraria, un grupo de agricultores cañeros y obreros agrícolas que laboraban en una de las vastas plantaciones de la United Fruit Company y en fincas cercanas le escribió una carta al Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA). Le pidieron al gobierno revolucionario que hiciera algo porque la United Fruit se negaba a compartir el agua que usaba en sus territorios con los trabajadores y agricultores que vivían en sus propiedades o los alrededores.

Unas semanas más tarde, una delegación del INRA visitó las oficinas de la United Fruit en su central azucarero Preston, en lo que es hoy la provincia de Holguín. Entregaron la solicitud de los agricultores y trabajadores de tener acceso al agua. Según un relato del director ejecutivo del INRA en esa época, Antonio Núñez Jiménez, la respuesta de la compañía fue “un insolente ‘No’ ”.

En respuesta, al día siguiente el primer ministro Fidel Castro firmó una orden para la expropiación de las casi 110 mil hectáreas —1 100 kilómetros cuadrados de tierra cubana— que estaban en manos de la United Fruit, la cual había llegado a ser tan odiada en América Latina que la empresa más tarde decidió reinventarse como Chiquita Brands International. Los dueños de esa empresa, acaudaladas familias capitalistas norteamericanas, poseían extensas propiedades por toda Centroamérica y el Caribe, incluyendo Nicaragua, Guatemala, Costa Rica y Panamá, cuyas clases dominantes tan a menudo se habían subordinado a los intereses imperialistas por una combinación de soborno y, cuando resultaba necesario, la fuerza bruta.

El decreto de expropiación incluía el central Preston y toda la propiedad norteamericana en la plantación. La United Fruit recibiría una indemnización de 6 150 207 pesos cubanos*, en bonos de 20 años de la Reforma Agraria que pagaban una tasa de interés anual del 4.5 por ciento. Las mismas condiciones se ofrecieron a otros grandes terratenientes expropiados bajo la ley de reforma agraria de 1959. Esa ley fijó un límite de unas 400 hectáreas para las propiedades individuales, transfirió las propiedades que excedían ese límite al nuevo gobierno y otorgó a los aparceros, arrendatarios y precaristas el título de la tierra que trabajaban.

El interés de los bonos de la reforma agraria se pagaría de la “cuota” azucarera: la cantidad de azúcar cubano que se garantizaba cada año para la venta a Estados Unidos. La indemnización se basaba en la valuación fiscal de las propiedades de la United Fruit y de otros grandes terratenientes, que a su vez se basaba en el valor que las propias empresas habían declarado para fines tributarios un año y medio antes, en octubre de 1958.

Antes las exclamaciones indignadas de Washington y demás gobiernos imperialistas y sus voceros —“¡Confiscación!” chilló la revista Time en su edición del 1 de junio de 1959— Fidel Castro explicó la necesidad de la reforma agraria decretada por el gobierno revolucionario en su discurso a la Asamblea General de Naciones Unidas en septiembre de 1960.

“En nuestro país [la reforma agraria] era imprescindible”, dijo el dirigente cubano a los delegados, al hablar desde la tribuna de mármol de la ONU al pueblo trabajador y a los jóvenes en todo el mundo que estaban atraídos a sus luchas. “Más de 200 mil familias de campesinos moraban en los campos de nuestra patria sin tierra donde sembrar los alimentos esenciales. Sin reforma agraria nuestro país no habría podido dar el primer paso hacia el desarrollo”, dijo, hacia la solución del “tremendo desempleo en el campo” y “aquella miseria espantosa que habíamos encontrado en los campos de nuestro país”.

En cuanto a la indemnización de las familias capitalistas expropiadas, Castro dijo, “Comenzaron a llover notas del Departamento de Estado norteamericano. Nunca nos preguntaban por nuestros problemas [ni por] la parte grande de responsabilidad que tenían en ello. No nos preguntaban cuántos se morían de hambre en nuestro país, cuántos tuberculosos había, cuántas personas sin trabajo”. Más bien, dijo, el Departamento de Estado exigía “tres cosas: ‘pago pronto, eficiente y justo’. ¿Ustedes entienden ese idioma?” preguntó Castro. “?Eso quiere decir, ‘Pago ahora mismo, en dólares y lo que nosotros pidamos”.

La respuesta arrogante de los dueños de la United Fruit ante la oferta de indemnización del gobierno cubano no fue diferente. Aunque la gigantesca empresa había “adquirido” sus vastas propiedades por menos de un centavo por hectárea (¡una suma total de 817 dólares!) —al inicio del siglo XX, cuando la isla estaba bajo ocupación militar norteamericana directa— sus dueños exigieron que el gobierno cubano les pagara en 1960 más de 56 millones de dólares por la tierra expropiada.

Unos meses más tarde, como represalia por la expropiación de las propiedades norteamericanas y otras medidas tomadas por el gobierno revolucionario que beneficiaban al pueblo trabajador cubano, los gobernantes norteamericanos pusieron fin a todas las importaciones de azúcar de Cuba. Al tomar esa acción unilateral, Washington hizo nulo el cobro de los bonos. La abolición de la cuota por el gobierno norteamericano fue seguida muy pronto por un embargo comercial total contra Cuba que se mantiene en vigor hasta el día de hoy.

La caballería miliciana que aparece en la portada hace recordar a las unidades del ejército mambí del siglo XIX, integradas en muchos casos por combatientes que habían sido esclavos o trabajadores chinos sometidos a la servidumbre. Después de 30 años de lucha revolucionaria, ese ejército logró que Cuba se independizara de España en 1898. Entre los mambises del 14 de mayo de 1960 que aparecen en la foto estaban muchos de los agricultores que le habían escrito al INRA apenas unas semanas antes.

La ceremonia en la que se proclamó oficialmente la expropiación se hizo en la cancha de golf que anteriormente se había reservado para los patrones de la United Fruit y sus amigos. Los congregados se enteraron que el nuevo nombre del central sería “Guatemala”, en honor al pueblo de ese país, cuyo gobierno había sido derrocado en 1954 en un golpe organizado por Washington para revocar una reforma agraria que afectaba las propiedades de la United Fruit y otras empresas norteamericanas en ese país.

Una de las primeras medidas que el INRA aplicó ahí fue la de darles a los campesinos y trabajadores la autorización y los medios necesarios para instalar tuberías que suministraran agua, del acueducto de la antigua United Fruit, a los agricultores de la zona.

La nueva administración del central Guatemala, con el apoyo armado del gobierno revolucionario, también puso fin a las viviendas segregadas en la plantación de la United Fruit, donde, señaló Núñez, había “barrios con fronteras para que no convivieran y se mezclaran los negros con los blancos, y los yanquis con los cubanos”. Hasta existía un barrio llamado Brooklyn “donde viven los más pobres y los más negros”, mientras que “cerca de la bahía, en edificios flamantes, con jardines lujosos, están las casas de los norteamericanos y también las de sus lacayos nacionales?”

Antes de 1944, Núñez les recordó a los que celebraban la expropiación de la United Fruit, la empresa se había negado a permitir que se estableciera una escuela pública en la propiedad del central, o la construcción de otros caminos para conectar la plantación con la Carretera Central. “Querían mantener esta región aislada, cerrada a todo progreso, tenernos aislados como si fuera —y lo era— en realidad una república aparte”.
 

*****

A fines de 2010, cuando se estaba completando el trabajo editorial para Soldado de la Revolución Cubana de Alfonso Zayas, se estrenó una exposición de fotos titulada “Cuba en revolución” en el Centro Internacional de Fotografía en Nueva York. Fue aclamada extensamente en periódicos y revistas por todo Estados Unidos. De las más de 180 fotos evocadoras que se exhiben en el museo —desde la Cuba prerrevolucionaria de principios de los años 50 hasta el año 1968— la foto de Raúl Corrales que sirve de portada de este libro fue escogida por los organizadores para los comunicados de prensa y folletos sobre la exposición. Se reprodujo como parte de las reseñas de la exhibición en periódicos tan diversos como el New York Times, el Militante y el Boston Globe, y en revistas tales como Art Daily y Art Info.

Como destacó la exposición para los que tuvimos la suerte de verla, el historial fotográfico de la Revolución Cubana deriva su impacto de la alegría y creatividad, la juventud, el sentido de humor y el entusiasmo del pueblo trabajador de Cuba. Ese amor a la vida y esa voluntad de luchar se captaron en fotografías cuando ellos emprendieron la obra de sentar los cimientos de un nuevo orden social y defender su libertad recién conquistada con disciplina y con armas, con sus vidas.

A partir de esa misma fuente, los fotoreporteros cubanos de renombre mundial de esa época, entre ellos Alberto Korda, Osvaldo Salas, Liborio Noval y el propio Corrales, desarrollaron su obra y crearon un legado valiosísimo. El hecho de que algunas de sus fotos han enriquecido las portadas y páginas internas de libros que la editorial Pathfinder ha publicado en las últimas dos décadas, y que de esta manera se pueden compartir más ampliamente con el pueblo trabajador por todo el mundo que está abierto a la lucha revolucionaria, es motivo de gran satisfacción.

Diciembre de 2010  
 
 
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