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Vol. 75/No. 32      12 de septiembre de 2011

 
Nicaragua: mantienen
prohibición del aborto
(especial)
 
POR RÓGER CALERO  
El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y la jerarquía de la iglesia católica han rechazado cualquier cambio a la ley que niega a las mujeres el derecho a optar por un aborto, inclusive en casos de violación, incesto o peligro a la salud de la mujer.

El presidente está “a favor de la vida. Nosotros hemos interiorizado de verdad las enseñanzas de la fé, las enseñanzas del cristianismo”, dijo Rosario Murillo el 2 de agosto. Murillo dirige la campaña electoral de Ortega para los próximos comicios y también es su esposa. Sus comentarios fueron reportados en El Nuevo Diario de Managua.

Nicaragua es uno de los pocos países que prohíbe el aborto bajo cualquier circunstancia, según el Centro de Derechos Reproductivos. Las mujeres que obtengan un aborto pueden enfrentar hasta dos años de cárcel y una persona que realice un aborto puede ser sentenciada a ocho años de cárcel.

Según el Instituto Guttmacher, Nicaragua tiene un alto índice de mortalidad materna —170 por cada 100 mil— mientras que el promedio en la región es 99 por 100 mil. Muchas de estas muertes son causadas por abortos ilegales realizados bajo condiciones insalubres.

Unos días antes de las declaraciones de Murillo, una delegación de Amnistía Internacional visitó el país para pedir la legalización del aborto en casos de violaciones o incesto o cuando peligre la salud de la mujer. Solicitaron reunirse con los cinco candidatos presidenciales de los principales partidos políticos del país que están participando en las elecciones de noviembre. Aunque ninguno de los candidatos está a favor de suspender la prohibición de los abortos, Ortega, el candidato del Frente Sandinista de Liberación Nacional, fue el único que rehusó reunirse con la delegación.

Durante las elecciones presidenciales de noviembre de 2006, representantes del FSLN y de otros partidos burgueses en la Asamblea Nacional de Nicaragua aumentaron las restricciones al derecho al aborto, el cual era permitido en aquel entonces en algunas circunstancias médicas.

La lucha por el derecho de la mujer a optar por un aborto se convirtió en un asunto importante en Nicaragua después de la revolución encabezada por el FSLN en 1979 que derrocó la dictadura de Somoza respaldada por Washington. Las mujeres jugaron un importante papel dirigente en la revolución y se integraron de forma más profunda en la fuerza laboral y la política. Para mediados de los años 1980 un número creciente consideró la prohibición de la mayoría de los abortos, heredada de la época de Somoza, como algo que contradecía las metas de la revolución de eliminar la explotación y la desigualdad.

El gobierno del FSLN en ese entonces rehusó hacer cambios a la ley. Ortega buscó justificar esta posición señalando a la guerra contrarrevolucionaria auspiciada por Washington y su impacto sobre la reducida población de Nicaragua. “Los que están combatiendo en el frente de batalla contra esta agresión son los hombres jóvenes”, dijo. “Una forma de acabar con nuestra juventud es la promoción de la esterilización de las mujeres en Nicaragua —imagínense que sucedería entonces— o promover una política de abortos”.

“El problema es que la mujer es la que reproduce. El hombre no puede jugar ese papel”, continuó Ortega. Algunas mujeres, dijo, “con aspiraciones a ser liberadas”, deciden no tener hijos. “La que lo hace niega su propia continuidad, la continuidad de la especie humana”.

Esta posición registra el creciente abandono de la dirección del FSLN del curso proletario del gobierno revolucionario durante los primeros años después del derrocamiento de Somoza. El gobierno de trabajadores y campesinos había empezado a tomar medidas profundas a favor de los intereses de la mayoría productora. Sin embargo, a mediados de los años 80 la dirección del FSLN empezó a dejar de movilizar a los trabajadores para que lucharan por sus intereses. En su lugar, dependieron más y más de alianzas con secciones de la clase capitalista. La actual dirección del FSLN ha buscado como labrarse espacio para ellos mismos en los círculos capitalistas y también utilizar su influencia política para expandir negocios lucrativos.

Los dirigentes del FSLN se han aliado con figuras de la jerarquía de la iglesia católica, incluyendo al jubilado Cardenal Miguel Obando y Bravo quien fue un arduo opositor de la revolución en los años 80. Obando y Bravo hasta fue invitado este año a dar las palabras de apertura en la celebración del 32 aniversario del triunfo de la revolución de 1979.

“Nos da mucha alegría que tanto la iglesias evangélica, la iglesia católica y el estado hayan cerrado filas para defender la vida”, dijo el monseñor Bismarck Carballo, otro vocífero opositor de la revolución.  
 
 
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