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Vol. 75/No. 33      19 de septiembre de 2011

 
La cara real del capitalismo
Arréglense como puedan, dijo alcalde de N.Y.
(portada, editorial)
 

El verdadero rostro del capitalismo. Eso fue lo que las acciones de la alcaldía de Nueva York y otras entidades locales, estatales y federales mostraron frente al huracán y posteriormente tormenta tropical Irene.

Es más fácil para las familias gobernantes acaudaladas enmascarar su rostro cruel cuando las condiciones son relativamente normales. Cuando no lo son —ya sea por el impacto de situaciones como Irene, o la crisis económica y social que ha venido acelerándose a nivel mundial desde 2007— quedan más al descubierto la explotación de clase, las desigualdades y el dominio político que es la base de la dictadura del capital.

“Cada quien tenía que limpiar por su cuenta”, dijo al Militante Pedro Beltrán, un obrero de la construcción, poco después de haber pasado la tormenta cuando ayudaba a un amigo cuyo sótano se había inundado en la bahía Sheepshead en Brooklyn. “Fue lo mismo cuando las gentes tuvieron que arreglárselas por si mismas para evacuar”.

Pero esta es la única manera que se puede llevar a cabo una evacuación bajo el capitalismo —como una responsabilidad individual, no como una movilización organizada basada en la solidaridad social. Como un asunto de cumplimiento con las leyes burguesas, no de cooperación voluntaria para prevenir muertes y lesiones y disminuir los trastornos en la vida de las personas.

El alcalde de Nueva York Michael Bloomberg fue bien claro al declarar, el 25 de agosto, por primera vez en la historia de la ciudad la evacuación obligatoria de más de 370 mil personas. “Estamos emitiendo hoy una orden obligatoria, y repito la palabra obligatoria, de evacuación”, anunció el alcalde. Y lo dijo en un tono de desprecio de clase, mostrando la opinión que tiene del pueblo trabajador la clase capitalista cuyos intereses el alcalde y otros políticos demócratas y republicanos representan (y en este caso en particular, la clase a la que él pertenece).

“Dejemos de pensar que se trata de un juego”, dijo Bloomberg. “Quedarse es peligroso, quedarse es estúpido, y es contra la ley”.

Luego, después que él y el gobernador Andrew Cuomo anunciaron el cierre total de los servicios de trenes y autobuses en Nueva York al mediodía del sábado —cinco horas antes del plazo límite para evacuar— Bloomberg agregó, “Si quieren evacuar más tarde, lo harán por su cuenta, van a tener que caminar o buscar la manera de encontrar un auto o un taxi”.

Según la opinión de los gobernantes capitalistas y sus portavoces políticos, los trabajadores son tan estúpidos, tan recalcitrantes, que es necesario distorsionar los hechos y alimentar temores para convencernos de la necesidad de evacuar. “La naturaleza es peligrosa. Pongan atención”, Bloomberg sermoneó el domingo.

Para las familias gobernantes capitalistas y los altos funcionarios del gobierno y del ejército, Irene les dio la oportunidad para probar sus planes para la “seguridad del suelo nativo” que han estado elaborando desde el gobierno de Clinton en los 1990.

Más de 7 600 tropas de la Guardia Nacional fueron desplegadas en la costa este y en Puerto Rico, según un servicio de noticias de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, incluyendo la movilización más grande de la Guardia Nacional en Nueva York desde el 11 de septiembre de 2001.

Estas tropas estuvieron bajo el mando de oficiales entrenados por el Comando del Norte de Estados Unidos establecido en 2002 como uno de los siete comandos militares del Pentágono a nivel mundial. Según su sitio web, la “misión de apoyo civil” del USNORTHCOM incluye no solamente “operaciones de ayuda para desastres nacionales” sino también “operaciones contra las drogas y administrar las consecuencias de un acto terrorista que emplee armas de destrucción masiva”.

Clave, pero no declarada, entre las “misiones civiles de apoyo” es la preparación por parte de las familias gobernantes, de sus fuerzas armadas para usarlas en los próximos años y décadas para aplastar las luchas de los trabajadores y agricultores que buscan defender su nivel de vida, condiciones de trabajo y derechos políticos dentro de Estados Unidos.

Tal y como dijo la secretaria del Departamento de Seguridad del Suelo Nativo, Janet Napolitano, el 30 de agosto, las operaciones llevadas a cabo por Washington en relación con Irene “reflejan mucho del entrenamiento, preparación, ejercicios, equipo, provisiones, todo lo cual de hecho proviene en parte del 11 de septiembre”.

Quizás uno de esos “ejercicios” tuvo que ser abortado cuando en Nueva York de repente las repetidas declaraciones de Bloomberg y del jefe del servicio de transporte, Jay Walder, de que el servicio del metro no se reanudaría hasta tarde el lunes por la mañana, de pronto se cambiaron para anunciar que los trenes estarían funcionando temprano. Parecería que el forcejeo detrás de las cortinas de patrones y dueños de negocios que confrontarían un día más de pérdidas de ventas, trabajo y ganancias, se sobrepuso a los deseos de tener más “entrenamiento”.

Las familias gobernantes y su gobierno pueden y de hecho tratan de prepararse para las guerras y batallas de clase que saben ocurrirán en el futuro. Pero no es posible que exista bajo el capitalismo un plan social de cualquier tipo para defender los intereses de la gran mayoría de la población trabajadora.

Imagínese lo que hubiera pasado si Irene hubiese mantenido vientos con fuerza de huracán al golpear a la ciudad de Nueva York. Vea lo que le está pasando a cientos de miles de personas de la clase trabajadora cuyas vidas se han visto devastadas por las inundaciones en pueblos y pequeñas ciudades en el noreste del país. Hay que recordar las muertes y la destrucción que causaron a cientos de miles de personas en Louisiana, Mississippi y Alabama, la crisis social tras el huracán Katrina en 2005.

Este es el verdadero rostro del capitalismo.

Es una razón poderosa de por qué la clase trabajadora y sus aliados deben construir un movimiento social revolucionario capaz de conquistar el poder obrero y derrocar la dictadura del capital.

Es una razón poderosa para que los trabajadores usen ese poder estatal para nacionalizar la tierra y la vivienda, para que los trabajadores ya no puedan ser desalojados, para que ya no pierdan sus casas o tierras como resultado de la ejecución de una hipoteca y para que ya no caiga en ellos toda la responsabilidad de la reconstrucción y reparación de casas averiadas o destruidas por la inundaciones o los vientos. Y para que ya no sean forzados a vivir en llanuras inundables y en las riberas de los ríos, mientras que los profesionales con altos ingresos y otras personas de clases media y capas de la burguesía tienen sus casas en lugares menos peligrosos.

Hay un país en el mundo actual, Cuba, en donde los trabajadores y los agricultores han llevado a cabo una revolución socialista hace medio siglo y llevaron al poder un gobierno de ellos mismos. Como resultado de su solidaridad social organizada y disciplinada, la cual ha sido posible por esa revolución proletaria, solo 30 personas han muerto en los 16 huracanes allí en la década pasada, mientras que más de 40 murieron en Estados Unidos a consecuencia de Irene solamente.

Al emular este camino en Estados Unidos, no solo el pueblo trabajador ya no tendrá que enfrentar los desastres naturales “por su propia cuenta”, sino que tendremos en nuestras manos la herramienta política necesaria para luchar hasta el final, de una vez por todas, contra las guerras imperialistas, la explotación, el racismo, la opresión de la mujer y la destrucción del medio ambiente que el capitalismo inevitablemente produce.
 
 
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