Vol. 76/No. 10 12 de marzo de 2012
Con distintos grados de éxito, muchas veces han logrado mitigar el ataque y fortalecer la unidad de la clase obrera. Pero tarde o temprano estas batallas económicas defensivas se toparán con límites objetivos y llegarán a su fin. Esto plantea la cuestión: ¿Cómo pueden seguir luchando los trabajadores que son cada vez más concientes de su propio valor y capacidad de luchar?
La reunión pública nacional convocada por el Partido Socialista de los Trabajadores para el 10 de marzo en la Ciudad de Nueva York presentará un camino para que los trabajadores avancen en su lucha —la construcción de un partido revolucionario de la clase trabajadora que puede promover los intereses de toda nuestra clase, con el fin de quitarle el poder político a los explotadores capitalistas. (Ver anuncio en la portada.)
Desde hace décadas los patrones han llevado al cabo una ofensiva contra los trabajadores y agricultores explotados para mejorar sus tasas de ganancias en descenso. Sus ataques aumentaron drásticamente con la etapa más reciente de la crisis mundial de producción y comercio capitalistas que empezó en 2008. La competencia entre los patrones, cada vez más feroz, los obliga a aumentar la tasa de explotación de la clase trabajadora. Esto es lo que está detrás de sus cierres patronales, aceleración de la producción y ataques antisindicales.
Los dueños capitalistas también usan su poder estatal y su gobierno, para hacer que la responsabilidad por los niños, los ancianos, los incapacitados, los enfermos y los empobrecidos por la falta de empleos, en lugar de ser una responsabilidad social sea un asunto personal, familiar. Logros sociales tales como la Seguridad Social y Medicare representan una parte de la riqueza creada por la labor de los trabajadores, la cual lograron capturar de los patrones a través de sus luchas. Ahora la clase capitalista quiere que se la devuelvan.
Mientras tanto, la crisis está marcada por altos niveles de desempleo y un ascenso en los empleos a medio tiempo y “temporales”.
Desde el punto de vista de la clase explotadora, la pauperización, un gran ejército de desempleados que sirvan de reserva, los sindicatos aplastados, la encarcelación a gran escala de trabajadores indignados, especialmente afro-americanos, son necesarios para la recuperación capitalista.
Miles de trabajadores están enfrentando a los patrones—desde los muelles de Longview, Washington, hasta American Crystal Sugar en el Upper Midwest; desde Cooper Tire en Findlay, Ohio, hasta Rio Tinto en Quebec, Canadá. Ha llegado una solidaridad crucial desde muy lejos, movilizando a los aliados, corriendo la voz, ofreciendo apoyo para seguir luchando. La solidaridad con las luchas obreras ayuda a tumbar las barreras fomentadas por los patrones entre los negros y blancos, entre los nacidos en Estados Unidos y los nacidos en el exterior, entre los empleados y los desempleados.
Pero los gobernantes acaudalados siguen atacando de forma decidida y sin respiro, y sus recursos —políticos y financieros— son enormes.
Muchos trabajadores reconocen que necesitan una perspectiva política para confrontar esto, pero no ven ningún camino fuera de la política burguesa, generalmente su ala liberal. Algunos miran hacia los grupos de Ocupar y sus consignas contra los bancos codiciosos y los “hedge funds” —el 1 por ciento contra el resto de la sociedad.
Este 1 contra el 99 por ciento es una división arbitraria que sirve para ofuscar las verdaderas clases sociales, que se basan en intereses irreconciliables. Encaja perfectamente con la demagogia que penetra la campaña electoral de los Demócratas, parte del fraude del sistema bipartidista de los patrones.
Los gobernantes acaudalados y sus aliados representan mucho más que el 1 por ciento de la población. La clase capitalista, en la cual hay grandes variaciones en cuanto a poder económico, incluye los dueños de todas las fábricas, minas, ingenios, bienes raíces, transporte, distribución comercial, la banca y las finanzas, los medios de comunicación, manufactureros y distribuidores de drogas legales e ilegales, etcétera.
Incluyen a los dueños de los 1.3 millones de compañías que emplean por lo menos 10 trabajadores, más de 2 millones de ejecutivos de corporaciones y los miembros de consejos directivos de unos 6 500 bancos.
Están también los pequeños capitalistas, dueños pequeño-burgueses de tiendas y dueños de negocios chicos, que representan unas 4.7 millones entidades que emplean menos de 10 personas.
Millones de supervisores, capataces y otro personal de categoría administrativa mantienen “el orden” dentro de las fábricas para beneficio de los dueños capitalistas.
Los patrones están respaldados por el poder armado del estado: más de 800 mil policías federales, estatales y locales; 518 mil guardias de prisiones y carceleros; 100 mil oficiales de supervisión condicional; un cuerpo de oficiales militares de 200 mil personas; 58 mil agentes y personal de apoyo en el FBI, el Servicio Secreto y la Agencia de Inteligencia para la Defensa; decenas de miles más en la CIA y la Agencia Nacional de Seguridad, cuyos números exactos son guardados en “sumo secreto” por los gobernantes; 41 mil integrantes de la patrulla de inmigración y la frontera; 10 mil en la Dirección Estadounidense Antidrogas; 5 mil agentes en el Departamento de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos; y más.
Añádase a esto los millones que constituyen una sección sustancial de capas “profesionales” de clase media no asociadas directamente con la producción, pero cuya función principal está conectada de una forma u otra a mantener las relaciones sociales de producción capitalista. Estos incluyen a los abogados, profesores, funcionarios de “think tanks” y de organizaciones no-gubernamentales, etcétera —la autodenominada “meritocracia ilustrada”.
En lugar del “1 por ciento de personas codiciosas”, confrontamos a la clase capitalista y sus aliados que son mucho más que 10 veces el 1 por ciento—todos los cuales dependen absolutamente de que se mantenga la explotación de nuestra labor, la fuente de toda la riqueza. Entonces nos encontramos con las verdaderas relaciones de clases bajo el capitalismo, así como también la necesidad y la posibilidad de una revolución proletaria para terminar con él.
Al agotarse las luchas individuales, algunos trabajadores se desmoralizan y se amargan, haciéndose susceptibles a teorías derechistas de conspiraciones y la demagogia sectaria antisindical y “antiburocrática”. Pueden llegar a ser una fuente de reclutamiento para grupos derechistas y fascistas, fomentados por un ala de clase capitalista para su uso en el futuro cuando los trabajadores se levanten para retar su dominio.
Otros buscan mantenerse fieles a la lucha pero no pueden ver más allá del ciclo vicioso de batallas defensivas y pausas temporales, y dejan la lucha para otro día.
Los trabajadores combativos no tienen por qué esperar para que llegue otro día. El camino para avanzar es político. Se encuentra en la construcción de un partido proletario basado en la continuidad de más de 150 años de lucha de la clase trabajadora y que mantiene un curso hacia el poder político.
La reunión del 10 de marzo es una oportunidad para unirnos —militantes del partido y otros que resisten los ataques de los patrones y discuten como avanzar . ¡Únanse a nosotros!
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