Vol. 76/No. 10 12 de marzo de 2012
Según información del 21 de febrero, Homs, baluarte de la oposición, y sobre todo los shaabi, o distritos obreros de la ciudad, habían sido bombardeados por tanques y artillería del gobierno por 18 días consecutivos.
El 4 de febrero los gobiernos de Rusia y China vetaron una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU que condenaba la represión del gobierno y era respaldada por Washington. Cuando la rebelión empezó, Washington solo ofreció una crítica moderada de Assad. A pesar de agudas diferencias, la administración de Barack Obama había estado mejorando las relaciones diplomáticas con Siria, ya que veía a la tiranía como clave para la “estabilidad” regional, incluyendo el mantenimiento del status quo en su frontera con Israel.
Washington ahora llama por la renuncia de Assad, aprovechando los acontecimientos recientes para debilitar la creciente influencia en la región del gobierno iraní, uno de los aliados más estrechos de Assad, a la vez que presiona para que Teherán abandone la tecnología nuclear.
En meses recientes algunos desertores del ejército sirio, de más de 200 mil soldados, se han unido a la resistencia armada contra el régimen, recibiendo armas de fuentes no reveladas, que han sido introducidas de contrabando de los países vecinos como Líbano, Turquía, Jordania e Iraq.
Intentando aumentar la presión y aislar más a Teherán, Washington está organizando una conferencia de “Amigos de Siria” en la capital de Túnez el 24 de febrero, con la estrecha colaboración de los gobiernos de Arabia Saudita, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos y Turquía.
Jay Carney, secretario de prensa de la Casa Blanca, ha señalado a la prensa que “no excluimos medidas adicionales” contra Siria, lo que se entiende en general como una señal de que Washington está considerando ayudar abiertamente a ciertas alas de la heterogénea oposición.
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