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Vol. 76/No. 26      16 de julio de 2012

 
Cambios son un reto para
gobernantes de Israel
(portada)
 
POR SETH GALINSKY 
“El estado de Israel necesita estabilidad” dijo el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, dirigente del Partido Likud, en una conferencia de prensa el 8 de mayo para anunciar la formación de un “gobierno de unidad nacional” con Kadima, el principal partido opositor.

Netanyahu ha estado buscando como lograr esta “estabilidad”, una meta difícil en un mundo marcado cada vez más por la crisis capitalista y la resistencia obrera. Ha realizado acercamientos moderados hacia la Autoridad Palestina en la Margen Occidental del Rio Jordán y a Hamas en la Franja de Gaza; ha acordado desmantelar algunos asentamientos judíos en la Margen Occidental, a la vez que promete reforzar otros; ha usado a los trabajadores inmigrantes como chivos expiatorios haciéndolos responsables de los problemas económicos y sociales más grandes del país; y ha tomado medidas iniciales para desmantelar las disposiciones especiales del gobierno que exoneran a los ultra-ortodoxos Haredim, a la vez que siguen manteniendo la categoría de segunda clase de los ciudadanos palestinos en Israel en el contexto de pequeñas pero persistentes y potencialmente explosivas luchas contra la discriminación.

El 6 de junio Netanyahu derrotó fácilmente un proyecto de ley en el parlamento israelí que hubiera revertido un dictamen del Tribunal Supremo que ordena el desalojo del asentamiento judío Ulpana en la Margen Occidental que está bajo la ocupación israelí. Netanyahu había amenazado con despedir a cualquier ministro que votara a favor del proyecto de ley.

Ulpana consiste de cinco edificios de apartamentos para unas 30 familias en terreno privado palestino en las afueras de Beit El, un asentamiento judío más grande. El tribunal también ordenó que sea demolido el asentamiento Migron para el primero de agosto.

Netanyahu prometió construir 300 viviendas adicionales en Beit El. Unos 500 mil israelíes judíos viven en la Margen Occidental y en Jerusalén, que fueron ocupados por el régimen israelí durante la “Guerra de los seis días” en 1967. Más de 2.6 millones de palestinos viven allí.

El gobierno de Netanyahu también ha iniciado medidas para socavar el estatus especial de la creciente comunidad Haredim en Israel. Un 65 por ciento de los hombres de Haredim no trabajan para dedicarse a estudiar la Torá (el viejo testamento) a tiempo completo y sobreviven con un pequeño subsidio del estado. El Tribunal Supremo, con el apoyo de la coalición del gobierno, ha establecido el 1 de agosto como fecha en la que se terminará la exención de los miembros de Haredim del servicio militar obligatorio.

El estatus especial de los miembros de Haredim es una fuente de resentimiento para muchos israelíes. Y también es un problema mayor para el régimen capitalista, el cual, al igual que sus competidores en todo el mundo, busca profundizar la explotación de los trabajadores y recortar los gastos del gobierno.

Los Haredim, el grupo que hoy en día crece más rápidamente en Israel, representa más del 10 por ciento de la población de Israel y el 21 por ciento de los estudiantes de escuela primaria. Más del 60 por ciento viven por debajo del índice oficial de pobreza.

Ciudadanos palestinos de Israel

Los ciudadanos palestinos de Israel siguen enfrentando discriminación sistemática en la vivienda, los empleos, el lenguage y el acceso a los servicios del gobierno, y sufren el hostigamiento de la policía y otras agencias policíacas. Representan un 20 por ciento de la población de Israel. Al igual que los Haredim, su proporción de la población está aumentando.

“Israel está viviendo un cambio social sin precedentes” escribió Aluf Benn, director del peródico Haaretz, en febrero de 2010. “Las presiones económicas, que están forzando a los Haredim a buscar empleos y a los patrones judíos a emplear árabes, están produciendo un cambio lento en el escenario del empleo. … Pero esto no es suficiente”. Calificó el crecimiento de los Haredim y la población árabe en Israel como “una bomba de tiempo a la entrada” de Israel, y exhortó a “comprar en las tiendas que emplean árabes y miembros de Haredim, a que se contraten trabajadores de estas comunidades, a alquilarles apartamentos, o simplemente a ver programas y canales de televisión que representen nuestro mosaico multicultural”.

El cambio demográfico de Israel está siendo impulsado también por el hecho de que hay emigración neta de judíos hacia afuera del país. Al reconocer esta tendencia irreversible, los gobernantes israelíes han dado marcha atrás a su perspectiva de un “Gran Israel”, que incluiría la Margen Occidental, Gaza y otras áreas.

En su lugar, Tel Aviv está buscando la manera de rediseñar sus fronteras para poder mantener fronteras defendibles, reducir el crecimiento de los ciudadanos palestinos dentro del país, y obtener algún tipo de acuerdo con la dirección burguesa palestina en la Margen Occidental y Gaza.

El gobierno israelí también está tratando de alentar cambios que ya se han iniciado en Hamas, el grupo islamista que gobierna la Franja de Gaza y que ha competido por la lealtad de los palestinos con Fatah, el grupo que administra la Margen Occidental.

A principios de marzo, cuando los medios informaron de manera amplia que Tel Aviv estaba considerando atacar las instalaciones nucleares de Irán, Hamas dejó claro que se mantendría fuera de cualquier conflicto.

A finales de mayo, el gobierno israelí entregó a la Autoridad Palestina y a Hamas los restos de 91 palestinos muertos durante conflictos armados con Israel desde los años 1970.

700 mil trabajadores ‘extranjeros’

Así como en los otros países capitalistas avanzados, Israel se ha convertido en un polo de atracción para los trabajadores inmigrantes y los refugiados, los cuales son una fuente de mano de obra barata.

A finales de mayo, Netanyahu afirmó que la “inmigración ilegal” estaba amenazando la “seguridad nacional y su identidad”.

“Actualmente existen 60 mil infiltrados en Israel”, dijo Netanhayu, al referirse a los refugiados de Sudán y Eritrea y otros que carecen de permisos de trabajo. “Este número fácilmente podría llegar a 600 mil”.

El gobierno israelí está construyendo una cerca de acero de 150 millas en la frontera con Egipto para impedir la entrada de trabajadores indocumentados y el 7 de junio anunció que está construyendo campamentos prisiones para inmigrantes en el desierto.

“La mayoría de esa gente son musulmanes que creen que el país no nos pertenece a nosotros, los hombres blancos”, dijo el ministro del interior Eli Yishai al diario Maariv.

Arnon Soffer, un profesor que dirige el cuerpo de inmigración establecido por Yishai, le dijo al Jerusalén Post que hay 700 mil “extranjeros” en Israel hoy, que constituyen el 10 por ciento de la población.

Según Soffer, existen 60 mil refugiados del África, de 100 mil a 200 mil trabajadores extranjeros que no son africanos, y 100 mil turistas cuyas visas ya expiraron. Entre los que califica de extranjeros hay 300 mil palestinos de los territorios ocupados, pero no los miles de judíos que emigraron de la ex Unión Soviética y Etiopía.

El 11 y 12 de junio, la policía de inmigración realizó redadas en las que arrestaron a cientos de inmigrantes sin papeles. Trabajadores de Sudán del Sur, Nigeria, China, Ghana y la Costa de Marfil fueron detenidos en las primeras horas de las redadas.

Para satisfacer la necesidad de los patrones de mano de obra barata, “traen trabajadores inmigrantes de Tailandia y las Filipinas todos los días, a la vez que emiten órdenes de deportación para los de Sudán del Sur. Es una puerta giratoria”, dijo Noa Kaufman, quien asiste a los refugiados en Kav LaOved, “la línea obrera directa”, una organización de asistencia para los trabajadores, en una entrevista telefónica.

Unos 300 inmigrantes africanos portando carteles que decían “Un refugiado no es un cáncer” y “Queremos estatus de refugiados” protestaron contra las medidas antiinmigrantes el 10 de junio.  
 
 
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