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Vol. 76/No. 46      17 de diciembre de 2012

 
Fernando González: Angola
fue un hito en mi vida
Revolucionario cubano preso en EUA recuerda
participación en misión internacionalista
(especial)
 
POR MARY-ALICE WATERS
Y MARTÍN KOPPEL
 
“Los dos años que permanecí en Angola, entre 1987 y 1989, fueron un hito en mi vida”, escribió Fernando González. “Fueron de la mayor importancia para mi formación como revolucionario y como ser humano”.

Fernando González resumió así lo que significó para él haber participado en el masivo esfuerzo de los hombres y las mujeres de Cuba para ayudarle a ese país africano defender su independencia y soberanía —recién conquistada de Portugal— contra el régimen del apartheid en Sudáfrica.

González escribió desde su celda en la prisión federal de Terre Haute, Indiana, en respuesta a preguntas que le había hecho el Militante acerca de sus experiencias como combatiente internacionalista en Angola.

Entre 1975 y 1991, más de 375 mil cubanos se ofrecieron como voluntarios para combatir junto a los angolanos contra repetidas invasiones por lo que en ese entonces aún era el régimen supremacista blanco en Sudáfrica y fuerzas aliadas contrarrevolucionarias. Además, casi 50 mil cubanos prestaron sus servicios como maestros, trabajadores médicos, ingenieros y otras habilidades muy necesitadas durante aquellos años.

Las fuerzas militares del régimen del apartheid finalmente sufrieron una derrota decisiva en 1988 en la gran batalla de Cuito Cuanavale.Esa victoria también aseguró el fin de la dominación colonial sudafricana de Namibia, y aceleró las masivas movilizaciones populares dentro de Sudáfrica que pronto derrumbaron al propio régimen del apartheid.

El dirigente sudafricano Nelson Mandela describió elocuentemente estos históricos aportes de los hombres y mujeres de Cuba durante una visita a Cuba en 1991 donde les agradeció por su ayuda sin precedentes. “Los internacionalistas cubanos han hecho una contribución a la independencia, la libertad y la justicia en África que no tiene paralelo por los principios y el desinterés que la caracterizan”, dijo Mandela a una multitud de decenas de miles de personas en Matanzas el 26 de julio de ese año. “Para el pueblo cubano, el internacionalismo no es simplemente una palabra, sino algo que hemos visto puesto en práctica en beneficio de grandes sectores de la humanidad”.1

Fernando González —junto con Gerardo Hernández, René González, Ramón Labañino y Antonio Guerrero— es uno de los cinco revolucionarios cubanos a quienes el gobierno norteamericano arrestó en 1998, les fabricó acusaciones de conspiración de espionaje y otros cargos, y les impuso sentencias de hasta doble cadena perpetua más 15 años. Fernando González recibió la sentencia más “indulgente” después de René González —19 años— luego reducida a 17 años y nueve meses. Actualmente recluido en la prisión federal de Safford, Arizona, ya ha pasado más de 14 años entre rejas.

En 1998 los Cinco estaban viviendo y trabajando en el sur de Florida, recogiendo información para el gobierno cubano sobre las operaciones de grupos contrarrevolucionarios cubanos basados en Estados Unidos. Estas organizaciones, con el conocimiento y apoyo de Washington, tienen una larga historia de efectuar ataques mortíferos contra los partidarios de la Revolución Cubana, tanto en Cuba como en Estados Unidos y otros países.

Tres de los Cinco Cubanos, según se les conoce por todo el mundo, fueron combatientes voluntarios en Angola. René González fue artillero en una brigada de tanques en 1977–79, y Gerardo Hernández encabezó un pelotón cubano-angolano de exploradores en 1989–90. Ambos cumplieron su misión en la provincia norteña de Cabinda. Su historia se relata en Los Cinco Cubanos: Quiénes son, por qué les fabricaron un caso, por qué deben ser liberados.

Fernando González fue apostado en el sur de Angola durante la etapa final de la prolongada guerra contra los invasores sudafricanos apoyados por Washington.

‘Ir con entusiasmo para Angola’

En el verano de 1987 González se graduó con Diploma de Oro del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) en La Habana, donde los estudiantes se capacitan para el servicio diplomático en el exterior.

“El currículum de estudios”, escribió, “había incluido la preparación militar tanto teórica como práctica en la especialidad de exploración. Al graduarnos, junto al título académico, recibí los grados de teniente de las reservas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR)”. También militaba en la Unión de Jóvenes Comunistas.

“Una vez concluidos los estudios, nuestra graduación casi completa fue llamada al servicio activo en las FAR. Nos ofrecimos como voluntarios para cumplir misión internacionalista en Angola y ahí marchamos de manera entusiasta.

“La colaboración militar cubana en Angola, que había empezado 12 años antes, ya era una leyenda de heroísmo e internacionalismo”, agregó González. “Era difícil que alguien no conociera a un cubano que hubiera cumplido misión y contara de las experiencias vividas. Para un joven revolucionario era un honor ir a Angola y ser parte de ese esfuerzo.

“Conocí a compañeros de mi graduación universitaria a quienes, por razones de salud, no les autorizaban unirse al grupo que íbamos a Angola. Apelaron las decisiones de la comisión médica y lucharon por ser aceptados. Movieron cielo y tierra hasta que fueron autorizados a incorporarse.

“Es un ejemplo de la importancia que le concedíamos a ser parte de la experiencia en Angola y el entusiasmo con el que acogíamos la posibilidad”.

La batalla de Cuito Cuanavale

En Angola, escribió González, “pasé los primeros seis meses en una unidad ubicada en la ciudad de Lubango, en el sur. Ahí nos prepararon en el área de exploración antes de asignarnos a distintas unidades. Éramos un grupo relativamente pequeño de alrededor de 35 personas, de manera que los oficiales nos conocían a todos por nuestros nombres.

“Mientras nos encontrábamos en Lubango, se leían allí los partes informativos de lo que estaba sucediendo en Cuito Cuanavale”, dijo.

Hacia fines de 1987, las fuerzas del régimen del apartheid lanzaron una nueva invasión de Angola, apoyada por sus aliados, el grupo contrarrevolucionario UNITA, que se basaba entre el pueblo ovimbundo en el sur. La invasión creó una situación crítica. Las fuerzas enemigas cercaron al pueblo de Cuito Cuanavale en el sudeste y amenazaron con asestar una derrota mayor contra el ejército angolano, las Fuerzas Armadas Populares por la Liberación de Angola (FAPLA). La dirección revolucionaria de Cuba, en respuesta a la petición del gobierno angolano, reforzó masivamente su misión en ese país. “Incluso corrimos el riesgo de debilitar nuestras defensas”, señaló el presidente cubano Fidel Castro en 1991, “y debilitamos nuestras defensas”.

Por primera vez desde el inicio de la guerra, tropas cubanas avanzaron hacia la frontera angolana con Namibia en una potente operación de flanqueo, y al mismo tiempo fueron combatiendo hacia Cuito Cuanavale (ver el mapa en la página 14).

Ya para marzo de 1998 las fuerzas combinadas de los voluntarios cubanos, las FAPLA y los combatientes por la liberación de Namibia le habían asestado una derrota contundente al ejército sudafricano. Las fuerzas del apartheid comenzaron a replegarse y entablaron negociaciones de paz. Una serie de sesiones tripartitas de negociación —con la participación de Angola, Sudáfrica y Cuba— llevó a un acuerdo en diciembre de 1988, firmado en la sede de Naciones Unidas en Nueva York. El gobierno sudafricano se retiró completamente de Angola y concedió la independencia a Namibia. Ya asegurada la independencia de Angola, se retiraron las fuerzas cubanas. Las últimas unidades regresaron a Cuba entre enero y mayo de 1991.

“Alrededor del cuarto mes de entrenamiento”, relató González, “oficiales del mando superior visitaron nuestra unidad y, en reunión con todos los oficiales y efectivos allí, explicaron detalladamente la decisión del alto mando de las FAR y de la dirección de la revolución de que nuestras tropas avanzaran a la frontera con Namibia.

“Constatábamos la importancia estratégica del avance de las unidades hacia el sur de Angola, y de la decisión que había tomado el Comandante en Jefe [Fidel Castro] de enviar a Angola unidades de gran historial combativo, como la División 50 “Baraguá”. Aun con nuestro conocimiento limitado de asuntos militares, percibíamos el carácter definitorio del momento.

“En aquel momento”, dijo González, “la línea más al sur de ubicación de las tropas cubanas seguía un eje que comenzaba al oeste en el puerto de Namibe, pasaba por Lubango, y terminaba en Menongue al este. Pasando Menongue se encontraba Cuito Cuanavale.

“Como nuestro entrenamiento no había terminado, nos quedamos en la retaguardia de las fuerzas cubanas, en Lubango, cuando la Agrupación de Tropas del Sur (ATS) se trasladó hacia el sur en dirección a Cahama, Tchipa y otros pueblos, ocupando posiciones a solo kilómetros de la frontera con Namibia”.

Cerca de la frontera con Namibia

“Al culminar nuestro entrenamiento”, dijo González, “un grupo de recién egresados fuimos designados al estado mayor de la ATS en Cahama, donde la Sección de Información nos asignaría a distintos sitios. La mayoría de nuestro grupo continuaron su viaje al día siguiente en busca de sus unidades asignadas. Yo permanecí en Cahama, en la Sección de Información, donde me desempeñé como oficial del puesto de mando durante tres o cuatro meses. Mi función era la guardia de 24 horas para procesar toda la información que enviaban las unidades en el terreno sobre la exploración realizada en sus áreas de responsabilidad, y la elaboración de un parte diario sobre esas actividades, al que se complementaba con los resultados de la exploración por medios radio electrónicos”.

Después de la derrota de las fuerzas del apartheid en Cuito Cuanavale y el acuerdo para comenzar la retirada de las tropas cubanas, el estado mayor de la ATS volvió nuevamente a Lubango. González fue trasladado allí, y permaneció en Lubango durante el resto de su misión en Angola.

“La jefatura de la Sección de Información me asignó al Grupo Operativo de Lubango, donde me desempeñé como enlace con el estado mayor de las FAPLA. Mi función era coordinar el intercambio de información sobre los resultados de la exploración. Todos los días yo llevaba al estado mayor de las FAPLA la información obtenida por la exploración de nuestras tropas en el sur de Angola. Allí, en el puesto de mando de la Sección de Información, se ploteaba esa información en el mapa y se cotejaba con la información de la que ellos disponían.

“Yo elaboraba un parte diario para la Sección de Información de la ATS en Cahama. Además ofrecía al jefe de Grupo Operativo de Lubango un parte sobre la situación del enemigo. Además asesoraba en el trabajo de información al 31 Grupo Táctico, basado en las afueras de Lubango”.

Durante su estancia en Lubango, relató González, “elementos de la UNITA hicieron explotar una bomba en un punto del ferrocarril que unía a Namibe con Lubango. Además hubo un tiroteo a uno de nuestros puestos. Teníamos destacamentos de protección en distintos puntos a lo largo de la línea férrea. Se me ordenó ponerme al mando de un grupo de soldados y partir hacia el lugar para determinar qué necesidades tenían allí nuestros compañeros”.

Una vez de regreso de Lubango, dijo González, “me incorporé al estado mayor de la ATS y participé como traductor en una de las reuniones relacionadas a las negociaciones tripartitas entre Angola, Cuba y Sudáfrica”.

Al escribir acerca de esta tarea, González comentó, “Yo había estudiado inglés en el ISRI. Allí se hacía mucho énfasis en el idioma. Pero nunca se nos preparó como traductores. Incluso, el enfoque, al menos en aquellos momentos, no era comunicacional sino más bien lectura y expresión oral y escrita.

“Mi participación como traductor no fue porque yo haya estado calificado para hacerlo sino fue más bien hija de la necesidad en ese momento. De hecho, después de casi dos años en Angola sin practicar un idioma que solo había aprendido académicamente, mi inglés estaba bastante oxidado”.

‘Lección para enfrentar la prisión’

Al reflexionar sobre su experiencia en Angola, González dijo, “Aprendí mucho de los cubanos y angolanos que me rodeaban. Aprendí de su espíritu de camaradería y solidaridad en condiciones difíciles. De la sencillez de tantos. Del esfuerzo colectivo y en equipo a pesar de las diferencias culturales entre los combatientes cubanos y angolanos, y de la riqueza que aportaban precisamente esas diferencias. Aprendimos los unos de los otros. Todos tenían un sentido de responsabilidad.

“Yo tenía entonces 24, 25 años. La mayor parte de los soldados cubanos eran más jóvenes, y muchos de los angolanos que conocí tenían apenas 16 ó 17 años. En esos dos años vi a muchos cubanos llegar a Angola como reclutas con las características físicas y psicológicas de quienes aún están saliendo de la adolescencia, y que se transformaban en hombres jóvenes forjados por la disciplina y la responsabilidad, con la capacidad de enfrentar las dificultades, y con una conciencia revolucionaria.

“Yo no era ajeno a ese proceso de maduración, influido por las circunstancias. Yo era un joven recién graduado de la universidad. En Angola aprendí —de angolanos y cubanos— que, independientemente de la instrucción que uno pueda adquirir, hay otras cosas que son más importantes para un revolucionario: la formación del carácter, la sensibilidad humana, el espíritu de solidaridad.

“Ver con mis propios ojos los efectos del colonialismo y sus consecuencias para los pueblos —en este caso el angolano— me enseñó más que todos los libros que estudié o pudiera haber estudiado.

“Constaté el espíritu de lucha de ese pueblo y su voluntad de superar el pasado, su esfuerzo en el rechazo de la agresión externa y la derrota de la contrarrevolución apoyada desde el exterior.

“Esa fue una lección que llevo conmigo. Me acompaña siempre, incluso aquí para enfrentar las circunstancias de la prisión prolongada.

“Aunque no participé en ninguna acción combativa directamente, tuve la dicha y me siento orgulloso de haber sido integrante de la Agrupación de Tropas del Sur, especialmente en los momentos definitorios de la misión militar cubana en Angola que condujeron a la victoria final”.

Estando en Angola, González fue admitido como militante al Partido Comunista de Cuba. También recibió dos condecoraciones por la misión que cumplió. A su regreso a Cuba, González fue desmovilizado del servicio activo en las FAR y se involucró en estudios de postgrado en el ISRI en la especialidad de relaciones internacionales.

Unos años más tarde, comenzó una nueva misión internacionalista. Esta vez en Estados Unidos.


1. Qué lejos hemos llegado los esclavos, Nelson Mandela y Fidel Castro, Pathfinder Press, Nueva York, 1991, pp. 20, 22.


 
Artículo relacionado:
Angola, noviembre 1987-abril 1988
 
 
 
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