Vol. 77/No. 6 18 de febrero de 2013
El Primer Ministro Benjamín Netanyahu convocó las elecciones nueve meses antes de lo previsto después de que miembros de su gobierno de coalición se negaron a aprobar nuevos recortes presupuestarios y aumentar los impuestos. Los resultados: su partido Likud-Beiteinu perdió 11 escaños, bajando de 42 a 31, aunque continúa siendo el bloque más grande.
El voto reflejó el creciente descontento con las consecuencias sociales de la crisis capitalista que se profundiza: ataques de los patrones contra los salarios de los trabajadores y la expansión de empleos temporales, junto con el alza de los precios, el aumento de los impuestos y los recortes en los gastos sociales que afectan al pueblo trabajador y a capas de la clase media.
Contrario al punto de vista común radical-liberal sobre Israel como una “isla” especial, aislada de la creciente reacción en un océano de rebelión árabe, los comicios ofrecen prueba adicional que Israel forma parte del Medio Oriente y de los cambios sociales que fueron puestos en marcha como consecuencia de la Primavera Árabe, los cuales han creado nuevas aperturas en toda la región para las luchas de la clase trabajadora y para el establecimiento de una alianza combativa entre obreros y agricultores.
En los meses previos a las elecciones, Netanyahu enfatizó la necesidad de atestar un golpe a Irán antes de que el gobierno de este país obtuviera armas nucleares. Pensaba que su tercer término en el gobierno estaba garantizado dada “la amenaza existente”. Pero, esto recibió poco apoyo.
En un anuncio por la televisión, Yair Lapid, dirigente del partido Yesh Atid, se burló del discurso que dio Netanyahu en la ONU el otoño pasado en el cual el primer ministro mostró una caricatura de una bomba, e insistió en el peligro inminente del programa nuclear de Irán. Lapid mostró un dibujo parecido en el cual la clase media es la bomba y el alto costo de vida el fusible.
Yesh Atid (Hay futuro), un partido capitalista que se formó poco después de las protestas sin precedentes contra el alza de los precios y el costo de la vivienda que arrasaron a Israel en 2011, obtuvo el segundo lugar con 19 escaños.
El Partido Laboral, un partido social-demócrata burgués, quedó en tercer lugar, y su número de escaños brincó de 8 a 17. Su campaña se enfocó en el alto costo de vida.
El abiertamente anti-árabe Habayit Hayehudi (partido Hogar Judío), apenas logró el cuarto lugar, aunque aumentó sus escaños a 12.
Preocupado de que los ciudadanos palestinos de Israel iban a boicotear los comicios, antes de las elecciones Haaretz publicó un editorial en hebreo y en árabe, algo fuera de lo común para este diario hebreo. “La participación masiva de los árabes en estas elecciones serviría a todos los que aspiran por la democracia en este país, judíos y árabes por igual”, declaró el periódico. Los árabes palestinos representan el 20 por ciento de la población israelí.
Los tres partidos principales basados principalmente entre los palestinos israelíes, la Lista Arabe Unida, Hadash y Balad, ganaron un total de 11 escaños. “Cada uno de los tres partidos gozó de un aumento de varios miles de votos”, reportó Haaretz, “gracias a los votantes judíos”.
Ninguno de los partidos principales israelíes contemplan invitar a los partidos con base árabe a que se unan a su bloque en el Knesset. La exclusión de partidos palestinos de la coalición gobernante “es más o menos un axioma de la vida política israelí”, escribió McConnell. Pero, dijo, “eso puede cambiar, así como ha cambiado en América … algo por el estilo podría suceder más adelante”.
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