Vol. 77/No. 9 11 de marzo de 2013
Entre lo más notable dado el persistentemente alto nivel de desempleo es la falta de consideración alguna por parte de la administración de Obama, o cualquier otro político, de un programa de obras públicas financiado por el gobierno para emplear a millones de personas, o de cualquier otra medida para mitigar la carga que enfrentan los trabajadores.
En contraste tajante, los presidentes Franklin D. Roosevelt, durante la segunda mitad de los años 30 y Harry Truman después de la Segunda Guerra Mundial proyectaron programas significativos de trabajos como parte de su plataforma, el Nuevo Trato y el Trato Justo, respectivamente.
La diferencia no se debe a diferencias en ideología o perspectiva política. Lo que es diferente es el nivel de la lucha de clases y la respuesta de los gobernantes a la misma.
Después de un alza en el nivel de empleo a mediados de los años 30, las batallas de los trabajadores para organizar sindicatos y las luchas por medidas para mejorar las condiciones de depresión presionaron a Roosevelt a hacer concesiones, desde crear trabajos hasta el derecho a sindicalizarse.
Por otro lado, millones de trabajadores que regresaron a Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial exigieron trabajos, salarios más altos y acceso a la educación, forzando a Truman a agregar 10 millones de trabajadores a la Seguridad Social y aumentar los beneficios, incrementar el salario mínimo un 100 por ciento y promulgar la ley conocida como el GI Bill.
El hecho es que no hay ninguna política fiscal, monetaria o medida gubernamental que podría dar marcha atrás a la desaceleración en la producción, el comercio y el desempleo que están al centro de las crisis económicas y financieras. Los gobernantes acaudalados no tienen soluciones, planes ni ideas. Reaccionan pragmáticamente, atacando a la clase obrera, con la esperanza de que sus problemas económicos desaparecerán de alguna manera.
Ha habido pocas batallas obreras u otras luchas sociales de la clase trabajadora que podrían desconcertar a los propietarios del capital hoy en día. Los factores que limitan tales luchas en este momento incluyen el alto desempleo, el cual exacerba la competencia entre los trabajadores, y la falta de una perspectiva de lucha del liderazgo de los sindicatos.
Bajo tales condiciones, los capitalistas y sus políticos no sienten presión política para utilizar parte de sus ganancias para financiar un verdadero programa de trabajos, o cualquier otro paso para aliviar los efectos de la crisis en las vidas de los trabajadores. Toda la evidencia muestra que, a pesar de sus problemas económicos, los gobernantes se mantienen en pie de guerra contra los trabajadores y se sienten con confianza.
Obama dijo que el reto mayor es reducir el déficit presupuestario del gobierno, el cual los patrones y banqueros temen debilite el valor de los bonos, la moneda y el poder comercial del capital estadounidense. Señaló la necesidad de un acuerdo bipartidista sobre “reformas” a Medicare, destinadas a recortar dinero y reducir la cobertura.
“Nuestras facturas médicas no deberían basarse en la cantidad de exámenes solicitados o los días en el hospital”, dijo. “Deben basarse en la calidad del cuidado médico que nuestros ancianos reciben”.
“Calidad del cuidado médico” es un eufemismo para decir que el gobierno no pagará visitas al doctor o estancias en el hospital si uno va “demasiado” frecuentemente o si se sigue enfermando.
Portada (este número) |
Página inicial |
Página inicial en versión de texto