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Vol. 77/No. 22      10 de junio de 2013

 
Cómo los socialistas detuvieron
intentos del gobierno para restringir
derechos obreros, y por qué la prensa
capitalista no puede explicarlo
(especial)
 
POR JOHN STUDER
“El Partido Socialista de los Trabajadores gana un respiro al no tener que entregar lista de donantes”, fue el titular de un artículo del diario financiero Wall Street Journal del 26 de abril. El mismo día, el Washington Post informó que “para los socialistas norteamericanos hay buenas y malas noticias”. Informes relacionados también fueron difundidos por NPR y Político.

Los artículos informaban sobre la victoria que había logrado el día anterior el Partido Socialista de los Trabajadores, al lograr que la Comisión de Elecciones Federales (FEC) extendiera, hasta el año 2016, la exención del partido de la ley que requiere que candidatos a puestos federales revelen los nombres de los contribuyentes a su campaña. Si la FEC hubiese rechazado la exención, la cual el partido obtuvo por primera vez en 1974, los donantes a las campañas del PST hubiesen quedado expuestos a más espionaje, acoso y ataques de agentes del gobierno, policías locales y derechistas.

La extensión que concedió la FEC era la “buena noticia” a la que cínicamente aludía el Washington Post.

Estos medios capitalistas estaban a la expectativa del dictamen de la FEC y quedaron asombrados que no se terminó o debilito la exención que los socialistas habían mantenido hasta ahora. De hecho, antes de la última decisión sobre el caso, la FEC había emitido dos opiniones provisionales, una de las cuales otorgaba la extensión y otra que la negaba. Incluso, la que sugería que se aprobara, decía que aunque el PST cumplía con los requisitos, “apenas” lo lograba. Esta frase fue eliminada en el dictamen final.

Ninguno de los artículos de la prensa burguesa pudo explicar cómo o por qué, a pesar de todo, se ganó la exención. Su única explicación fue una variante de la “mala noticia” del Washington Post. Según el Post, el PST, es “básicamente irrelevante en el proceso político moderno”. Así que la FEC le dio al partido un respiro.

Pero si el PST es “irrelevante” políticamente, ¿cómo fue que pudo ganar una “decisión crucial” de la FEC, como lo reconoció el Wall Street Journal en la primera oración de su artículo sobre el dictamen? También el Washington Post reconoció el valor de la victoria al decir: “Muchos expertos sobre campañas estaban observando el cas o para ver si podría tener consecuencias más amplias en relación a lo que tienen que revelar otros grupos sobre sus contribuyentes …”.

Como portavoces de las familias adineradas que controlan los partidos demócrata y republicano, ninguno de estos medios pudo reconocer lo que verdaderamente está en juego en el dictamen de la FEC. Esto es, que en medio del incesante ataque capitalista contra los salarios de los trabajadores, sus condiciones de trabajo, sindicatos y derechos políticos, la victoria del PST es la primera que logran fuerzas obreras contra los patrones, su gobierno y partidos políticos.

Ésta no es una victoria solo para el PST, sino ante todo para toda la clase trabajadora y los sindicatos. Es una victoria para nuestro derecho a organizar una acción política independiente para la clase trabajadora, libre de interferencia de la clase que acumula sus fortunas explotando nuestro trabajo y cuyo gobierno hace cumplir su dominio.

¿Por qué ha podido el PST luchar eficazmente por esta exención y mantenerla por 40 años? Por la misma razón que el gobierno y las agencias policiacas han tenido en su mira a este partido obrero desde sus orígenes. Ambas encuentran su explicación en las décadas de participación del partido en las luchas sociales, políticas y sindicales de la clase trabajadora, cuya marcha estratégica es en última instancia la principal amenaza para los gobernantes capitalistas: la capacidad revolucionaria de la clase trabajadora de arrebatarles el poder y establecer un gobierno de obreros y agricultores.

Movimientos de masas en los 30

Desde los primeros años del PST, como una organización proletaria forjada para emular la revolución bolchevique de octubre de 1917 en Rusia, la participación del partido en las luchas de la clase trabajadora lo ha obligado a enfrentar los ataques de la policía y el acoso de los gobernantes. La historia de los ataques contra el joven movimiento comunista en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, y cómo los cuadros del partido lucharon para establecer su derecho a funcionar públicamente y participar en las luchas sindicales y políticas, fue descrita en el artículo de la semana pasada.

Tras el levantamiento en la década de 1930 de un movimiento obrero de masas que estableció los sindicatos industriales en Estados Unidos, los dirigentes de la Liga Comunista de América, antecesora del PST, se sumaron a las batallas obreras por todo el país. Ayudaron a dirigir huelgas y campañas de sindicalización que convirtieron al sindicato de los Teamsters en Minneapolis, y en el centro norte del país, en uno de los sindicatos más fuertes de Estados Unidos.

El partido creció y aumentó su experiencia en combate de clases y eficacia política. Ganó a sus filas a trabajadores militantes como Farrell Dobbs, quien llegó a ser el dirigente central de la exitosa campaña de los Teamsters para sindicalizar a los camioneros en el centro norte y Texas.

A finales de los años 30, cuando la Segunda Guerra Mundial se extendía por Europa y Asia, el presidente demócrata Franklin Roosevelt presionó para que Washington entrara en el sangriento conflicto para maximizar la proporción de los mercados y ganancias mundiales en manos de los capitalistas de Estados Unidos. El Partido Socialista de los Trabajadores y los dirigentes proletarios de los Teamsters tomaron el liderazgo para educar, organizar y movilizar la oposición obrera a la matanza inter imperialista.

En respuesta la Casa Blanca emitió en septiembre de 1939 dos órdenes ejecutivas secretas que declaraban una “emergencia nacional” e instruían al FBI a combatir “actividades subversivas”. La policía política de Roosevelt persiguió a sindicalistas, comunistas y otros en base a sus ideas y para restringir sus actividades políticas. El FBI intervino las conversaciones telefónicas de John L. Lewis —presidente del sindicato minero UMWA y dirigente fundador del CIO— y de Harry Bridges, presidente del sindicato de estibadores.

Los gobernantes estadounidenses entraron en la guerra en diciembre de 1941. En un periodo de un año, 24 mil soplones del FBI estaban informando sobre las actividades sindicales y políticas en casi 4 mil fábricas y minas.

En junio de 1941 agentes del FBI y policías federales hicieron una redada de la sede del PST en Minneapolis y St. Paul, confiscando libros y documentos. Washington enjuició a 28 miembros del PST y dirigentes de los Teamsters bajo la ley Smith sobre el control de ideas, adoptada por el Congreso el año anterior. A principios de diciembre, 18 de los acusados fueron condenados por “conspirar para promover el derrocamiento del gobierno norteamericano” y fueron llevados a prisión.

Una de las respuestas del partido a estos cargos fue nominar a James P. Cannon —el secretario nacional del PST y uno de los acusados— para el cargo de alcalde de Nueva York. “Su campaña movilizará a los trabajadores de avanzada para combatir los descarados intentos de Roosevelt y su partido guerrerista para intimidar a las fuerzas que se oponen a la guerra”, informó el Militant.

Para luchar contra los juicios anti obreros y después para hacer campaña para ganar la libertad de los trabajadores víctimas del caso amañado, en 1941 se formó el Comité de Defensa de Derechos Civiles (CRDC). A través del país el CRDC ganó el apoyo de militantes obreros, sindicatos locales, centrales sindicales, dirigentes y grupos pro derechos de los afroamericanos así como de individuos prominentes.

En 1943 el director general de correos canceló el derecho de correo de segunda clase de varios periódicos de afroamericanos. También suspendió el permiso de correo del Militant por su “estimulación de temas raciales”, entre otras razones políticas. El periódico lanzó una lucha que duró un año, recibiendo el apoyo de grupos negros y sindicatos, y ganó de nuevo sus derechos postales.

Frente a estos ataques, el PST incrementó su actividad política. Distribuyó el Militant entre trabajadores de la manera más amplia posible, junto con folletos y libros. Cuadros del partido participaron en luchas sindicales, se unieron a protestas contra los linchamientos y la discriminación racista (inclusive en las fuerzas armadas y las industrias de guerra), y se postularon como candidatos obreros independientes en las listas electorales del PST.

Esta corta historia de cómo el PST ayudó a construir sindicatos y resistió los ataques contra la clase obrera durante los años 30 y la Segunda Guerra Mundial ilumina el por qué ha seguido siendo blanco del hostigamiento gubernamental y policial desde entonces. Más importante aún, muestra por qué el PST es el tipo de partido que puede trazar una trayectoria política revolucionaria para fortalecer la independencia obrera de la clase patronal, su gobierno y sus partidos políticos —incluyendo haciendo una campaña eficaz durante décadas para no tener que entregar información sobre sus contribuyentes a la FEC.

El próximo artículo continuará esta historia de lucha hasta el presente.
 
 
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