Vol. 77/No. 30 19 de agosto de 2013
En la edición anterior del Militante presentamos otra sección de la entrevista, que se enfocaba en la experiencia de González en las prisiones de Estados Unidos y las relaciones que estableció con sus compañeros trabajadores tras las rejas. En la sección que presentamos hoy, González habla sobre su misión como agente de la seguridad del estado cubano con Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y Gerardo Hernández. Los cinco revolucionarios estaban colectando información sobre las actividades y planes para realizar ataques violentos y provocaciones de las organizaciones cubanoamericanas que residen en Estados Unidos, las cuales tienen como meta derrocar la revolución socialista en Cuba y restaurar el dominio capitalista con la alianza de Washington.
La misión de González comenzó el 8 de diciembre de 1990, cuando se “robó” un avión cubano de fumigación de la base aérea de San Nicolás de Bari, cerca de La Habana, y lo llevó a la base naval de Estados Unidos en Boca Chica Key, en el estado de Florida, donde fue recibido como un héroe por los oponentes de la Revolución Cubana y aceptado en los círculos de grupos paramilitares, entre ellos Hermanos al Rescate, Movimiento Democracia, Partido Unido Nacional Democrático y la Fundación Nacional Cubano-Americana.
La campaña para liberar a los Cinco se está librando a nivel internacional. Actualmente todos menos René González permanecen en prisión, con sentencias que van desde 17 años y nueve meses hasta dos cadenas perpetuas más 15 años. En mayo, después de haber permanecido 13 años en prisión y la mitad de sus tres años de “libertad supervisada”, González ganó su lucha para retornar a Cuba, en donde se ha reunido con su esposa Olga y sus hijas, Irmita e Ivette.
Antes de la partida usted le dejó a Olga algo de dinero y la letra de una canción de Pablito Milanés dentro de una revista. ¿Era un mensaje en clave?
Es difícil irse, y saber que la familia no tiene conocimiento de lo que vas a hacer. Una de las cosas más difíciles de este tipo de misión es convencer a la gente que tú respetas de que eres un traidor. En todos estos años las tareas más difíciles las cumplí en Cuba; las dos fueron en San Nicolás de Bari: renunciar al proceso del Partido (Comunista de Cuba) y robarme un avión. Hay cosas que no son tareas, pero que son humanas, y una es dejar a la familia, eso es fuerte. Efectivamente, le dejé el dinero que había guardado y aquella canción, ni recuerdo que canción era, en una Bohemia.
Le dije a Irmita, que tenía seis años y era muy discreta, una tumba: le voy a dejar un regalito a tu mamá aquí para cuando venga el fin de año. Esto es un secreto para darle una sorpresa a tu mamá. “¡Mami, mami!, papi dejó esto aquí”; así fue como Olguita lo encontró.
¿Cuántas veces usted repasó el plan de secuestro del avión que lo llevó a Boca Chica, adonde llegó casi sin combustible?
Ninguna. En las condiciones en que todo sucedió era imposible repasar ningún plan. Estábamos entrando en el período especial; los vuelos de lanzamiento de paracaidismo y de deporte aéreo, en general, fueron unas de las primeras actividades afectadas. Todo resultó improvisado, a excepción de la decisión de que si se me daba la oportunidad me iba a ir. Tenía que buscar el momento oportuno y sacarle el máximo; de ahí que llegara sin combustible. Se me dio la posibilidad de hacerlo, y calculé rápidamente; me dije: el combustible me alcanza exacto, tengo que lanzarme. Probablemente, haya sido el vuelo más peligroso, más arriesgado, en mi vida.
Al llegar a Miami usted declaró a la llamada Radio Martí haberse sentido un verdadero Cristóbal Colón cuando vio los cayos al sur de la Florida. ¿Cómo entrar en el personaje de traidor y hacerse creíble ante la opinión pública?
Me lo pregunté desde que me plantearon la misión; no creo que alguien pueda entrenarse para eso. Además, yo era todo lo contrario; nunca he sido un simulador. Tú no puedes encontrar a alguien que sea un revolucionario y sea un simulador. ¿Cuál es la clave? El sentido del deber; la satisfacción de engañar a alguien que quiere hacerle daño a mi pueblo, y a partir de ahí, a lo mejor intervienen ciertas características personales que te permiten hacerlo.
Recuerdo cuando conocí a Félix Rodríguez, el Gato; casualmente fue el día en que se creó Hermanos al Rescate. La víspera yo estaba en casa de un piloto que había secuestrado un avión en los años 60 y era jefe de un grupo denominado la CUPA (Cuban Pilots Association). Estando con él, lo llama Basulto (José) para informarle: “Oye, vamos a armar un grupo que se va a llamar Hermanos al Rescate, y haremos una conferencia de prensa en el aeropuerto de Miami”. Y el hombre me invitó.
Voy para allá, y cuando entro por aquel salón me reciben: “¡Ah!—me conocían del periódico—, el que se llevó un avión”. Y así, de sopetón, me sueltan: “Mira, te presentamos a Félix Rodríguez, el hombre que mató al Che”. No sé qué me pasó de pronto—fue un corrientazo—; saqué la mano y se la di: no me digas, compadre, que tú eres el tipo. Por dentro, me asombré: ¿cómo es posible que yo haya podido hacer esto? Cuando salí, me dije: ya yo sirvo para esta tarea.
Al ser agente de la Inteligencia de un Estado, algunos podrían pensar que usted llevaba una vida holgada. ¿Cómo sobrevivió económicamente aquellos primeros meses?
Tuve la ventaja de tener mucha familia allá que me apoyó; o sea, desde el punto de vista económico nunca me sobró un quilo; pero sí tuve casa y comida. Mi abuela me recibió, y yo, claro, desde que llegué empecé a trabajar. Hice varios trabajos; sin embargo, el propósito mío siempre fue acercarme al ambiente de la aviación.
Después se crea Hermanos al Rescate y entro por ahí. Para poder avanzar en ese ambiente tuve que consumir mucho de lo que ganaba en sacar muchas licencias, que es muy caro. De entrada trabajé en una tienda por un salario miserable; después vendí unos calentadores muy malos y no quise seguir vendiéndolos porque estaba engañando a la gente; hice piso, hice techo. Tuve una vida modesta y mi principal objetivo siempre fue avanzar como piloto.
En mayo del 91 ingresó a Hermanos al Rescate; sobrevoló La Habana con Basulto, tiró panfletos. ¿Cómo llenarse de esa sangre fría para compartir cabina con ese terrorista?
Yo no fui a Estados Unidos a combatir personas; fui a combatir actividades que dañaban a Cuba, que podían causar perjuicios al pueblo cubano, a la propiedad, a nuestros dirigentes; fui a alertar al país sobre esas actividades. En esas circunstancias no puedes ponerte a entrar mucho en el elemento personal que te divide porque sí te disocias.
Usted llevó a bordo a periodistas de canales como Univisión, que armaban su campaña anticubana.
En su origen, Hermanos al Rescate fue, probablemente, una de las operaciones de guerra psicológica más bien montadas que haya habido. Se monta sobre el tema de los balseros, un asunto complicado y fácil de manipular. La organización la fundan Basulto y un grupo de veteranos de Bahía de Cochinos, y más específicamente de los grupos que llamaban los teams de infiltración. Esos grupos habían sido preparados por la CIA (Agencia Central de Inteligencia) en los años 60 en sabotajes, en infiltración e exfiltración, guerra psicológica.
Ellos ven la posibilidad de utilizar el tema de los balseros para hacer una guerra psicológica de dos vías: por una parte, estimular en Cuba las salidas ilegales como una forma de desestabilizar la sociedad cubana y, por otra, proyectar hacia el mundo la imagen más negativa posible de Cuba, como el infierno del que la gente se estaba yendo. Es una etapa muy propicia para eso por el momento en que se estaba viviendo: el período especial; la gente quería irse porque tenía problemas económicos… Ellos aprovecharon muy bien ese momento.
En la propia ciudad de Miami se va creando, igualmente, una euforia alrededor de todos los problemas que tenía Cuba y los que no tenía, y los que no tenía los inventaban. En ese contexto, Hermanos al Rescate es una herramienta de propaganda muy fuerte, que apela, por otro lado, al sentimiento humanitario: tienen a los balseros, al individuo que está medio muerto en una balsa, y ellos los rescatan. Ahí se mezclan varios elementos que les permiten montar una operación de guerra psicológica muy fuerte.
Después ellos van evolucionando; en la medida en que el período especial se pone más difícil se incrementan sus esperanzas de que en Cuba se produzca una explosión, y empiezan, en una etapa poco más intermedia, a apostar por la explosión en Cuba, que la gente se lance para la calle; lo que sucedió en el Malecón en agosto del 94 fue para ellos un impulso, una bocanada de aire fresco.
En ese contexto comienzan a preparar ya acciones violentas; en el juicio salió evidencia de que Hermanos al Rescate estaba en el juicio, salió evidencia de que estaba preparando unos artefactos mortíferos para ser lanzados sobre Cuba y que podrían ser utilizados por personas descontentas contra la policía. Esos artefactos eran como unas bengalas; pero en lugar del material pirotécnico, se cargarían con balines y pólvora, o sea, serían utilizados para hacer daño, para matar.
(…) ¿Qué pasa? Se produce la llamada Crisis de los Balseros (en 1994 emigraron ilegalmente hacia los Estados Unidos más de 30 000 personas). Cuando Estados Unidos y Cuba firman los acuerdos migratorios (el Comunicado Conjunto del 9 de septiembre de 1994 y la Declaración Conjunta del 2 de mayo de 1995), el negocio de Hermanos al Rescate se va al piso, porque los cubanos que se lanzaban al mar iban a ser interceptados por la Guardia Costera y serían repatriados a Cuba.
Ese fue un golpe muy duro para Hermanos al Rescate, y pasan ahí a incrementar la provocación, o sea, pasan a tratar de crear un conflicto entre Cuba y Estados Unidos. Es cuando empiezan a producirse los sobrevuelos a Cuba, las provocaciones, las famosas flotillas; en abril del 94 había habido una y después ellos empiezan a incrementarlas con Movimiento Democracia. En fin, eso fue lo que sucedió hasta que se produjo lo del 24 de febrero del 96, que fue el golpe de gracia a Hermanos al Rescate.
¿Qué misiones concretas asumió?
Estuve en varias organizaciones; Hermanos al Rescate fue la primera en la que me involucré. Obviamente, la misión fundamental era mantener a Cuba informada de todo lo que estaba haciendo, de todos los preparativos de las flotillas… Desde un inicio Basulto concibió Hermanos al Rescate como una organización que, además de dedicarse a los balseros, realizara acciones violentas; inclusive, él me consultó en el año 92 acerca de una incursión para hacer un sabotaje al sistema eléctrico nacional con la utilización de sus aviones.
Luego Basulto estuvo envuelto en la adquisición de un avión de combate ruso, un Mig 23, que quería emplearlo para una actividad violenta. En Estados Unidos se usa mucho que cuando un país desactiva ciertos aviones, algún particular los compra. También quería comprar un avión checo de entrenamiento militar.
Me vinculé al PUND (Partido Unido Nacional Democrático), que en los años 92 y 93 realizó incursiones en la costa norte, sobre todo en el área entre Varadero y Cayo Coco. Un comando del PUND asesinó a un compañero en Caibarién; estuve vinculado a las actividades que hacía de infiltración. Comando de Liberación Unido estaba envuelto, igualmente, en esas actividades.
También había que localizar. Un grupo paramilitar de la FNCA (Fundación Nacional Cubano-Americana) adquirió varios medios y había que localizarlos, algunos eran aéreos; estaban en el área de mi competencia. La localización de Posada Carriles me llegó a través de una indiscreción en los años 90. Ese era el tipo de actividad que estábamos realizando,
¿Por qué colaboró con el Buró Federal de Investigaciones (FBI) en el desmantelamiento de operaciones de drogas?
Desmantelé dos operaciones de drogas. ¿Por qué? Primero, todo el mundo sabe la posición de Cuba contra las drogas; pero, además, ahí la droga juega un doble papel, porque no es solamente el daño que hace como tal; sino que el dinero de ésta se utilizaba para financiar el PUND y el Comando de Liberación Unido. En la m edida que tú les ibas cortando las fuentes de financiamiento eran operaciones que no se hacían contra Cuba.
Resulta muy difícil saber cuántas operaciones se dejaron de hacer, por ejemplo, una vez que pudimos meter preso a Tony, el Gordo, que era quien financiaba el PUND. Se quedaban sin dinero; esos fueron golpes fuertes para ellos.
¿Cómo dominar la sensación, al ser agente al servicio de la inteligencia, de sentirse vigilado?
Existen conductas propias de la actividad que tienes que adoptar, y estar alerta. Te puede hacer mucho daño si exageras; tampoco puedes relajarte del todo, tienes que buscar un balance ahí y decir: bueno, déjame estar alerta, tengo que cuidarme; pero, por otra parte, no puedes volverte loco.
En medio de todo ello, usted tenía la decisión de reencontrarse con Olga e Irmita. ¿Cuánto hizo René en función de eso? Dicen que estuvo hasta en el Capitolio.
Ahí entran a jugar muchas consideraciones. Ileana Ros-Lehtinen no tenía la capacidad de llevar a Olguita para allá; eso fue parte de todo el esquema. Obviamente, para mí siempre fue una prioridad que ellas se reunieran conmigo. Tomó trabajo por toda una serie de circunstancias que había que hacer coincidir; fueron seis duros años de separación; al final pudieron ir para allá en diciembre de 1996.
Hasta en traje y corbata, con flores en la mano, usted las recibió en el aeropuerto de Miami.
El reencuentro tuvo dos ángulos contrapuestos; desgraciadamente tuve que hacerme acompañar por algún elemento que no era muy… (Ramón Saúl Sánchez, líder del Movimiento Democracia). El reencuentro significaba, prácticamente, como si Olguita y yo nos casáramos de nuevo. Estábamos casados desde el 83; después de seis años de separación, fue hermoso y, al mismo tiempo, difícil por la adaptación de Irmita; pero venció el amor.
De ese amor surgió Ivette. ¿Cómo Gerardo Hernández, sin hijo, disfrutó el nacimiento de Ivette?
Gerardo siempre fue muy sensible a todo lo que fuera la familia. Antes de que Ivette naciera, estuvo muy pendiente de la llegada de Irmita; después, un regalito por aquí, una atención por allá; con Olguita también. Éramos como una familia; en realidad, en esas circunstancias es la única familia que tienes en el sentido de que es la única gente a quien tú puedes decirle todo. Yo tenía familia allá, que no comulgaba con nuestra forma de pensar; pero demostraron ser una gente muy buena. Gerardo asumió ese rol de una manera muy humana, con una capacidad de querer muy grande; efectivamente, con Ivette, muy contento.
* La desintegración de los regímenes del bloque soviético en 1991 llevó a una rápida caída del 85 por ciento del comercio exterior de Cuba y precipitó una profunda crisis económica, social y política que es conocida en Cuba como el Periodo Especial. El 5 de agosto de 1994, en medio de estas dificultades, estalló un motín de varios cientos de personas en el malecón de La Habana, luego de que trabajadores del puerto y la policía impidieran el secuestro de una balsa. Varios miles de partidarios de la revolución, junto con el presidente Fidel Castro quien llegó a pie, salieron a las calles y de manera pacífica detuvieron la provocación.
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