Vol. 77/No. 38 28 de octubre de 2013
Cuando Carey, de 34 años edad, higienista dental de Stamford, Connecticut, chocó contra la barricada, policías uniformados y sin uniforme, además de agentes federales rodearon el carro con armas en mano.
Ella huyó y por lo menos 20 patrullas la persiguieron por 1.7 millas en una cacería a alta velocidad. La cacería terminó cuando el carro chocó. Entonces la arrinconaron, le dispararon y la mataron a través del parabrisas. Su hija de un año de edad, que estaba sentada en el asiento de atrás, sobrevivió.
Desde el principio, los medios de comunicación presentaron a Carey como una amenaza mortal para el presidente Barack Obama o el Congreso y alabaron la operación policiaca pos su asombroso auto-control y valentía.
La policía cerró los edificios federales y ordenó a todos que buscaran refugio donde estaban o se acostaran en el piso.
La policía del capitolio y el servicio secreto atacaron a Carey con todo su poderío, movilizando un creciente equipo de francotiradores y patrullas, disparando alrededor de 17 veces.
Estuvo claro casi de inmediato que Carey no tenía “conexiones” con nada. Entonces las autoridades y sus aliados en los medios de comunicación, cambiaron, pintándola como una mujer enloquecida y una amenaza que recibió lo que merecía.
Los medios de comunicación intentaron convertir a la mujer que no portaba armas en una amenaza armada para justificar su asesinato. “No había otra manera. Ella tenía un arma de 3 mil libras con la que golpeaba a la policía”, declaró un reportero de la CNN, señalando al carro de Carey.
La familia ha retado este esfuerzo de calumniar a Carey como una amenaza asesina enloquecida.
“Lo que yo veo es que mi hermana se asustó al verse rodeada de policías listos a disparar”, dijo Valarie Carey en el programa de NBC “Today Show”. “Estaba buscando la manera de salirse de ahí”.
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