Vol. 77/No. 40 11 de noviembre de 2013
“Fue la presión pública lo que les hizo cambiar de parecer”, dijo en una entrevista telefónica desde Randleman, Carolina del Norte, Donald Matthews, presidente de la NAACP en el condado de Randolph. “La novela ha sido por mucho tiempo lectura esencial durante el verano”.
Publicado en 1952, El hombre invisible ganó el Premio Nacional del Libro el año siguiente. Se trata de un afroamericano que narra la historia de su vida, golpeada por una sociedad racista desde su juventud en el sur de Estados Unidos hasta su vida adulta en la ciudad de Nueva York.
“Soy un hombre invisible”, dice. “Cuando se me acercan otras personas, solo ven mis alrededores, o se ven a ellos mismos o a los productos de su imaginación —de hecho ven todo menos a mí”.
La Asociación Americana de Bibliotecarios envió una cara a la junta el 23 de septiembre en la que los instaba a que levantaran la prohibición. “No se le debe conceder poderes a aquellos que tengan objeciones hacia un libro en particular para poder imponer restricciones a su uso por otras personas”, escribió Barbara Jones, directora de la Oficina de Libertad Intelectual de la asociación.
“Les pedimos a ustedes que se guíen por la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos, la cual sostuvo que funcionarios de las escuelas públicas no pueden remover un libro de los estantes de la biblioteca porque están en desacuerdo con los criterios o las ideas expresadas en el libro”, decía la carta.
El intento de prohibir el libro ha provocado interés en leerlo entre los estudiantes y otros en el condado, en el cual el 81 por ciento de personas son caucásicas no hispanas, el 11 por ciento son latinos y el 6 por ciento afroamericanos. Vintage Books, la editorial que publica El hombre invisible, envió 100 ejemplares a una librería local para que fueran distribuidos entre los estudiantes de escuela secundaria. “Para el final de la noche todos la ejemplares gratuitos se habían agotado”, dijo Matthews, “y se vendieron 25 o 30 más”. Además hay una larga lista de espera por el libro en las bibliotecas públicas.
La página de cartas del periódico local, el Courier-Tribune de Asheboro estaba llenó de cartas exigiendo que se revocara la prohibición. Y los miembros de la junta dijeron que fueron bombardeados con emails, la abrumadora mayoría de ellos en contra de la prohibición.
“La junta escolar del condado de Randolph rectificó su acto injusto”, dijo la ACLU de Carolina del Norte en una declaración del 25 de septiembre. “La libertad de leer es tan esencial para una democracia sana como todos los otros derechos protegidos por la Constitución de Estados Unidos”.
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