Vol. 77/No. 42 25 de noviembre de 2013
Alrededor de 40 personas participaron en el foro. También formaron parte del panel de oradores, Dayann Molina McDonough, amiga de Kyam Livingston, quien murió por negligencia consciente cuando estaba bajo custodia policial y Ralph Poynter, representante de la campaña por la libertad de Lynne Stewart, una abogada de defensa criminal a quién el gobierno de Estados Unidos le fabricó un caso en 2006 y ha estado encarcelada por los últimos cuatro años.
“¿Cómo puedo dejar de luchar?” dijo McDonough. “Cuando me enteré de la muerte de Kyam, ofrecí mi experiencia marchando en Harlem contra la muerte de Rodney King, organizando protestas por la muerte de Amadou Diallo, y al participar en la lucha por justicia para Sean Bell”.
Kyam Livingston murió en detención en el centro de detención en Brooklyn el 21 de julio, donde la detuvieron desde la noche anterior por supuestamente violar una orden de protección.
En la celda, Livingston se enfermó gravemente y rogó por atención médica. Otros detenidos intentaron ayudarla y exigieron que los guardias la atendieran, pero ellos fueron indiferentes a su sufrimiento. “Deja que siga”, dijo una guardia cuando Livingston comenzó a tener convulsiones.
“La dejaron allí y después de siete horas murió,” dijo McDonough. “En mi opinión esto es tortura. Decidieron que su vida no valía nada. Pero ella tenía derechos”.
El comité por Justicia para Kyam Livingston organiza protestas el 21 de cada mes.
Nelson habló sobre la lucha contra los esfuerzos de la autoridades de las cárceles de censurar el Militante. “Logramos una victoria a principios de octubre cuando el Departamento de Correcciones de Florida se retractó de su decisión de incautar una edición del periódico porque informaba sobre la reciente huelga de hambre de prisioneros de California. Claudicaron frente el apoyo creciente de otras publicaciones y organizaciones a esta lucha”.
“Kyam Livingston no ‘murió’, los policías que le negaron atención médica la mataron”, dijo Nelson. “Tal crueldad y desprecio hacía el pueblo trabajador es demasiado común. Pero cuando decidimos luchar, hace un eco entre muchos trabajadores que enfrentan casos fabricados y la brutalidad de la justicia capitalista, y a la vez enfrentan el asalto actual a su nivel de vida y sus derechos”.
Nelson se refirió al asesinato a sangre fría de Miriam Carey por parte de la policía del capitolio nacional cerca de la casa blanca el 3 de octubre, y como estos verdugos recibieron aplausos entusiastas de los congresistas demócratas y republicanos, como otro ejemplo de la creciente brutalidad y crudeza con la que tratan al pueblo trabajador hoy en día.
“Los prisioneros políticos siempre han ocupado un lugar especial en las luchas y movimientos de los oprimidos y explotados”, dijo Nelson. “Y cuando las autoridades de las cárceles intentan quebrar a luchadores como Lynne Stewart, como los Cinco Cubanos, y otros, generalmente fracasan”.
Libertad para Lynne Stewart
El último orador fue Ralph Poynter, del Comité de Defensa de Lynne Stewart. Stewart, de 74 años de edad, recibió una sentencia de 10 años por supuestamente violar las medidas administrativas especiales que el gobierno de Estados Unidos le impuso a su cliente, Sheik Omar Abdel-Rahman, un clérigo musulmán declarado culpable de “conspiración sediciosa” en 1995.Stewart fue diagnosticada con cáncer y su doctor estima que le quedan 16 meses de vida. Su petición de libertad por compasión fue rechazada el 24 de junio por el Buró Federal de Prisiones, y de nuevo el 9 de agosto por el mismo juez federal que la condenó, John Koeltl.
“Básicamente han decidido que morirá en la cárcel, es una pena de muerte”, dijo Poynter. “Ya no quedan recursos legales, lo que queda es luchar por libertad por razones de compasión”.
El comité de defensa está instando a los partidarios de Stewart a enviarle a ella una tarjeta postal diseñada por el comité y a firmar una petición que está en su sitio en el Internet, lynnestewart.org.
Poynter describió como Stewart ha logrado el respeto de sus compañeros de prisión por denunciar las brutalidades de la cárcel y ayudar a los reos con sus asuntos legales y otras cuestiones, a pesar del hecho que tales actos de solidaridad están en contra de las reglas carcelarias.
“A veces la han sancionado, le han quitado su derecho al comisario, le han negado llamadas y visitas,” dijo Poynter. “Pero ella sigue. No la han quebrado”.
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