Vol. 77/No. 43 2 de diciembre de 2013
AP/Bullit Marquez |
Los trabajadores fueron abandonados a su suerte en las áreas más golpeadas por el tifón, dónde vivían en viviendas incapaces de resistir frecuentes tormentas. Muchas personas carecen de alimentación, agua, medicina y albergue. Arriba, Tacloban, Filipinas, el 17 de noviembre. |
La catástrofe fue preparada por las relaciones de mercado en la tierra, que determinan que un creciente número de trabajadores, campesinos y pescadores viven en zonas más baratas propensas a las inundaciones. Más del 60 por ciento de la población del país vive en zonas costeras. Y las mismas relaciones sociales aseguran que en lugar de vivir en casas construidas para resistir lo inevitable, estas personas viven en las viviendas más endebles. Inclusive las escuelas y otros edificios designados como refugios eran de muy mala calidad y no ofrecían protección suficiente.
Según cifras publicadas por el gobierno filipino el 17 de noviembre, cerca de 4 mil personas murieron, 1 186 están desaparecidas y más de 12 mil resultaron heridas durante la tormenta y sus secuelas.
Según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, 2.5 millones de personas necesitan asistencia alimentaria, pero solo 375 mil han recibido algún tipo de ayuda; 248 176 viviendas fueron destruidas y 246 435 quedaron dañadas. Cerca de 2 millones de personas se encuentran sin hogar.
Se han acumulado toneladas de alimentos, agua y medicinas en Tacloban, el centro de los esfuerzos de ayuda, pero ya que no hay transporte u organización, un gran porcentaje no se ha distribuido. El gobierno nacional declaró ley marcial allí, impuso un toque de queda de 8 p.m. a 5 a.m. y envió alrededor de 2 mil policías y soldados, cuya función principal es la protección de la propiedad.
Tim Shenk, vocero de Médicos Sin Fronteras, dijo al Militante desde Nueva York el 19 de noviembre que a las 160 personas que la organización ha enviado a las zonas de desastre “les falta mucho por satisfacer todas las necesidades”. Lo llamó “una pesadilla logística” y agregó que “muchos caminos siguen bloqueados y dañados, y el combustible y los vehículos son escasos”.
La coordinadora del grupo de emergencias Natasha Reyes informó el mismo día que los equipos médicos se preocupan que la falta de agua potable y vivienda adecuada podría causar un brote de enfermedades mortales como la fiebre tifoidea, el cólera y leptospirosis.
El gobierno estaba consciente del inminente tifón con varios días de antelación. “Este va a ser peligroso”, declaró el club de yates Puerto Galera en las Filipinas, en un mensaje que envió basado en información del Centro Conjunto de Advertencia de Tifones casi cuatro días antes de la tormenta. “¡Tengan cuidado!”
Pero no fue hasta sino dos días después que el gobierno dice que comenzó a emitir advertencias y a decirle a la gente que debían salir de las zonas de peligro, sin ofrecer medios de transporte para llegar a un lugar seguro.
“Alguna gente fue a la escuela, ya que se supone que era un lugar seguro”, dijo la maestra Cirila Codilla al Militante por teléfono desde Ormoc en el oeste de la isla de Leyte el 18 de noviembre. “Sin embargo, gran parte de la escuela quedó destruida”.
“El viento se llevó el techo de nuestra casa. No tenemos luz, no tenemos agua, a veces no tenemos qué comer”, dijo. “A veces nos han dado arroz, pero solo nos dan uno o dos kilos para toda la familia, pero eso no es suficiente”.
Washington y otras potencias imperialistas han dispensado ayuda con un gotero. El portaaviones estadounidense George Washington, con una tripulación de 5 mil, llegó a la costa de Tacloban el 14 de noviembre, seis días después que golpeó la tormenta. De acuerdo con la Prensa Asociada, en sus primeros tres días, 80 aviones lanzaron suministros o llevaron trabajadores para ayudar solo 186 veces.
Washington solo ha prometido 20 millones de dólares en ayuda hasta el momento.
Mientras tanto, la deuda externa de Filipinas alcanzó los 60 mil millones de dólares el año pasado, y no hay ninguna indicación de que les van a condonar ni un centavo. Una cuarta parte de la población vive con menos de 1.25 dólares al día, lo que no deja ninguna reserva para sobrevivir después de una gran catástrofe.
El diario Los Angeles Times informó el 15 de noviembre que familiares han estado haciendo cola en Cebu a diario para conseguir un boleto para el ferry para ir a Ormoc con suministros para las zonas de desastre.
“Yo no quiero culpar al gobierno, pero es muy desalentador que le tomó a nuestro presidente cinco días para conseguir alguna ayuda para nosotros”, dijo al periódico Dimples Juntillas, trabajadora bancaria que traía suministros. “Dicen que es difícil viajar, pero ¿por qué nosotros si podemos y ellos no?”
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