Vol. 78/No. 3 27 de enero de 2014
Oren Ziv/Activestills.org |
Protestas de eritreos y sudaneses en Israel han ganado atención y simpatía a su lucha para quedarse y trabajar en el país sin ser detenidos por el gobierno, ni enfrentar otras medidas discriminatorias. Arriba, protesta el quinto día de una huelga de los trabajadores africanos. |
“Las protestas no ayudarán. Las huelgas no ayudarán”, dijo el primer ministro Benjamín Netanyahu en un comunicado del 5 de enero. “Estamos decididos a sacar a los infiltrados ilegales”.
Alrededor de 20 mil personas marcharon en Tel Aviv el 5 de enero, el primer día de una huelga de protesta de los refugiados. Los manifestantes coreaban, “No somos criminales, no somos infiltrados, somos refugiados”. Posteriormente hubieron protestas diarias por cuatro días, incluyendo una manifestación de 10 mil personas el 8 de enero frente a la Knesset, el parlamento israelí en Jerusalén.
Desde 2006 casi 36 mil eritreos y 15 mil sudaneses han entrado a Israel a través del desierto Sinaí en Egipto, huyendo de los regímenes represivos en sus países de origen. Debido a que no tiene relaciones diplomáticas con Sudán, el gobierno israelí no puede deportar a los sudaneses legalmente. La represión en Eritrea es tan ampliamente conocida que es políticamente difícil para Israel deportar a los eritreos.
Al principio las autoridades israelíes otorgaron visas temporales y les dieron pasajes en autobús a Tel Aviv.
“No nos otorgaron permisos para trabajar ni un lugar donde vivir. Aprendimos hebreo, conseguimos empleo, pagamos el alquiler nosotros mismos”, dijo Abraham. Hoteles, restaurantes y empresas de limpieza les dieron la bienvenida a los africanos como fuente de mano de obra barata.
En junio de 2012 la Knesset aprobó una ley que permite al gobierno encarcelar a los inmigrantes por tres años. El gobierno empezó a construir con tecnología avanzada una cerca de 140 millas de largo para mantener fuera a los africanos. El número de recién llegados bajó de unos 2 mil por mes a principios de 2012 a 34 en los primeros seis meses de 2013.
La corte suprema israelí anuló la ley en septiembre de 2013, diciendo que tres años era demasiado tiempo. La ley que la remplazó permite al gobierno encarcelar a los refugiados por hasta un año y detenerlos indefinidamente en lo que llaman “centros de detención abiertos”, como el centro Holot en el desierto del Néguev, en donde los detenidos tienen que pasar lista tres veces al día y tienen que regresar cada noche.
“El gobierno dice que la detención abierta no es una cárcel. Si tienen que asegurarse de que estoy aquí cada par de horas, si no puedo moverme a donde yo quiera, entonces estoy encarcelado”, dijo en una entrevista telefónica Noury Musa, trabajador de pastelería de origen sudanés que trabaja en un centro turístico en el mar Muerto.
“Yo creo que la mitad del país está con nosotros y la otra mitad no quiere a los refugiados”, dijo al Militante Mohamed Salih, un dirigente de las protestas de origen sudanés que vive en Arad. “Estudiantes de la Universidad Ben Gurión y de la Universidad de Tel Aviv dicen que están con los refugiados. Muchos israelíes han ido a Holot para traerles comida y ropa”.
La Histadrut, la mayor federación sindical del país con estrechos lazos con el gobierno, no ha tomado una posición sobre la cuestión de los refugiados.
“Apoyamos a los solicitantes de asilo como una cuestión de derechos humanos”, dijo al Militante Shay Cohen, organizador para Koach La Ovdim, el 13 de enero. Koach La Ovdim es una federación sindical fundada en 2007. “También es un asunto obrero. Los trabajadores sin permisos de trabajo son utilizados como arma contra los trabajadores israelíes, y la solución es la solidaridad con su lucha por la igualdad de derechos. Deberían darles visas de trabajo y ellos deberían poder unirse al sindicato”.
Cohen es parte de una campaña de sindicalización de trabajadores judíos ultra ortodoxos en una procesadora de pollos. “Ellos tienen una amplia gama de puntos de vista, desde muy hostil hasta solidaria con los africanos que solicitan asilo”, dijo. “Es interesante que todos se sienten libres para discutir estas cosas”.
Muchos de los refugiados africanos trabajan codo a codo con trabajadores judíos y palestinos. “La mayoría de los trabajadores en las pastelerías son judíos rusos, pero también tengo compañeros de trabajo que son árabes”, dijo Musa. “Muchos compañeros de trabajo me han llamado para ver si me pueden ayudar de alguna manera”.
Después de que el gobierno declaró un período de luto oficial por la muerte del ex primer ministro israelí Ariel Sharón el 11 de enero, dirigentes de las comunidades sudanesas y eritreas suspendieron la organización de manifestaciones.
“Alrededor del 50 por ciento de nosotros hemos regresado a trabajar”, dijo Salih. “Mucha gente tiene que hacerlo por problemas financieros, tienen que pagar el alquiler”. Algunos fueron despedidos cuando trataron de regresar al trabajo, dijo.
Los trabajadores sudaneses y eritreos están discutiendo sus próximos pasos.
“Ellos quieren que nos vayamos”, dijo Musa. “Pero a dónde? No voy a poner en peligro mi vida otra vez”.
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