Vol. 78/No. 21 2 de junio de 2014
Al mismo tiempo, Rinat Akhmetov, el más rico industrialista de Ucrania, con un imperio de minas de carbón, acerías y otras fábricas, tomó pasos para defender su propiedad y los intereses de otros capitalistas ucranianos con el despliegue de cientos de trabajadores de sus dos acerías en Mariupol para que se unieran a la policía para sacar a los secesionistas de los edificios públicos y patrullar las calles.
“Esta mañana los pistoleros de la llamada República Popular de Donetsk se tomaron el edificio administrativo del ferrocarril de Donetsk”, dijo una declaración emitida el 19 de mayo por seis dirigentes sindicales, incluyendo a Mikhailo Volynets del Sindicato independiente de mineros del carbón, Vladymyr Kozelsky del Sindicato libre de trabajadores ferroviarios, y Peter Tuley de la Agrupación de trabajadores del transporte.
“Los separatistas declararon que estaba prohibido el transporte de cargamentos, salvo las mercancías destinadas a la Federación Rusa”, dijeron los sindicalistas. “Estas medidas definitivamente conducirían al deterioro de las condiciones de vida en las partes orientales de Ucrania y al colapso económico de todo el país.… Llamamos a los trabajadores ferroviarios, mineros, del sector energético, metalúrgicos y empleados de otras ramas de la economía … a que unan esfuerzos para rechazar las actividades de los separatistas destinadas a desestabilizar la región, que produciría la pérdida de empleos y salarios”.
Moscú no muestra interés en provocar una guerra, o en repetir en otras partes de Ucrania su captura de Crimea efectuada en marzo. Tal curso iría en contra de los intereses de los gobernantes capitalistas de Rusia y fomentaría la inquietud entre las masas trabajadoras a las que temen.
Desde que los secesionistas armados desoyeron el llamado del presidente ruso Vladimir Putin a que aplazaran su referéndum para separarse de Ucrania en algunas ciudades orientales, los funcionarios del gobierno ruso se han negado a ofrecer apoyo para los fraudulentos votos a favor de la separación, ni han dicho tener algún mandato para una mayor intervención.
Más bien, Putin dijo el 19 de mayo que iba a iniciar la retirada de muchas de las 40 mil tropas rusas desplegadas cerca de la frontera con Ucrania.
Los gobernantes capitalistas de Rusia y su gobierno en Moscú no quieren tener nada que ver con una autoproclamada “República Popular de Donetsk” o cualquier otra llamada república popular declarada por los separatistas en Ucrania que se remontan al régimen estalinista de la antigua Unión Soviética. Las clases propietarias de Rusia pretenden establecer un régimen capitalista estable y no tienen necesidad de vestirse de frases “comunistas” y “revolucionarias” —como lo hizo la casta burocrática privilegiada que mantuvo el poder en la Unión Soviética tras la sangrienta contrarrevolución dirigida por Joseph Stalin contra la Revolución Bolchevique de 1917. Los patrones rusos y su gobierno no tienen necesidad de un “brillo rojo” para enmascarar su carácter antiobrero. Se avergüenzan de ello.
Asimismo, las frases estalinistas de los paramilitares separatistas provocan repulsión entre la mayoría de los trabajadores y agricultores, cuya única memoria de la Unión Soviética es la máquina asesina estalinista que, bajo la falsa bandera del comunismo, los brutalizó, los mantuvo fuera de la política, y los aisló de otros trabajadores en el resto del mundo.
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